Mariana siempre fue una joven independiente, determinada y llena de sueños. Trabajaba en una cafetería durante el día y estudiaba arquitectura por las noches, y se las arreglaba sola en una rutina dura, viviendo con sus tíos desde que sus padres se mudaron al extranjero.
Sin embargo, su mundo se derrumba cuando decide revelar un secreto que había guardado por años: los constantes abusos que sufría por parte de su propio tío. Al intentar protegerse, es expulsada de la casa y, ese mismo día, pierde su trabajo al reaccionar ante un acoso.
Sola, hambrienta y desesperada por las calles de Río de Janeiro, se desmaya en los brazos de Gabriel Ferraz, un millonario reservado que, por un capricho del destino, estaba buscando una madre subrogada. Al ver en Mariana a la mujer perfecta para ese papel —y notar la desesperación en sus ojos—, le hace una propuesta audaz.
Sin hogar, sin trabajo y sin salida, Mariana acepta… sin imaginar que, al decir “sí”, estaba a punto de cambiar para siempre su propia vida —y la de él también.
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Capítulo 6
Capítulo 6 – De Vuelta al Mundo Real
El sol invadió la sala poco a poco, atravesando las cortinas finas y dorando el suelo de madera. Mariana abrió los ojos lentamente, sintiendo un calor familiar en el rostro.
Tardó un instante en recordar dónde estaba.
La película olvidada en la televisión. Las mantas. Y el brazo de Gabriel, aún allí, sirviendo de almohada improvisada. Él estaba profundamente dormido, el pecho subiendo y bajando en un ritmo calmo.
Ella se movió despacio, intentando no despertarlo, pero él entreabrió los ojos.
— Buenos días — dijo con la voz ronca de la mañana.
— Buenos días… — ella respondió, tímida. — ¿Nos dormimos aquí?
— Dormimos. — Él sonrió, pasando la mano por el cabello revuelto. — Hacía tiempo que no dormía tan bien.
Ella desvió los ojos, sin saber qué responder.
— ¿Vas a ducharte mientras preparo el café? — sugirió él. — Después vamos directo a tu facultad.
— ¿De verdad vas conmigo?
— Claro. Prometí, ¿no prometí?
Ella asintió, con una sonrisa contenida.
—
Mariana salió del cuarto ya vestida con una de las ropas nuevas. Un pantalón de sastre beige, una blusa blanca y una sandalia cómoda. Estaba simple, pero elegante. Gabriel, al verla, quedó en silencio por algunos segundos.
— Estás linda — dijo, como si fuera inevitable.
Ella apenas sonrió, desviando la mirada.
Tomaron café juntos, un clima de naturalidad instalándose entre ellos. Él la observaba con más atención ahora — no solo la belleza discreta, sino la delicadeza en los gestos, el cuidado, la calma que escondía un mundo de dolor.
—
En la Facultad
El campus de la facultad estaba lleno, estudiantes pasando con prisa, voces altas, calor sofocante. Mariana sintió el corazón acelerar. Hacía más de un mes que no pisaba allí, y todo parecía distante demasiado de su realidad ahora.
Pero, al lado de Gabriel — con su presencia confiante y postura firme — ella sentía que podía enfrentar cualquier cosa.
Entraron en la secretaría. La asistente casi se atragantó al verlo.
— ¿S-señor Gabriel Ferraz? ¿El… el fundador de FZ Motors?
— Él mismo — dijo Mariana, divertida con la reacción.
— Vinimos a resolver la matrícula de Mariana. Hubo un atraso, pero ella va a continuar el curso.
— ¡Claro, claro! Voy a verificar aquí…
En menos de diez minutos, todo estaba resuelto. La funcionaria sonreía más de lo necesario y parecía a punto de pedir una selfie.
— Mariana, tu historial es excelente. Nos alegramos con tu regreso.
Al salir, ella miró a Gabriel.
— Gracias… de nuevo.
— Mariana… no me debes nada. No estoy haciendo favores, estoy invirtiendo en ti. Porque tú vales la pena.
Ella tragó en seco.
No te enamores.
No puedes enamorarte de él.
Era parte del contrato…
—
Almuerzo en Familia
Después de la visita a la facultad, Gabriel la llevó hasta un restaurante encantador, donde Luísa los esperaba sentada en la terraza con dos jugos coloridos en la mesa.
— ¡La chica volvió! — dijo Luísa, levantándose para abrazarla. — Estás linda, ¿eh?
— Culpa tuya, me llenaste de bolsas — Mariana bromeó.
Durante el almuerzo, la conversación fue ligera. Rieron, hablaron sobre series, películas, sobre los profesores insoportables de la facultad. Mariana se sentía… parte de algo. De nuevo.
Cuando el camarero trajo el postre, Luísa miró a su hermano:
— ¿Vas a trabajar ahora?
— Voy. Pero te dejo de niñera.
— Me quedo con placer.
Gabriel se despidió de las dos y, antes de ir, tocó levemente el hombro de Mariana.
— A la noche paso por el apartamento. Descansa. Tuviste un día lleno.
Ella asintió.
—
Tarde de Chicas
Luísa la llevó al centro comercial nuevamente — esta vez con menos locura — y las dos tomaron café, miraron escaparates, e incluso hicieron planes de un viaje después de que el bebé naciera.
— ¿Tienes planes para el futuro? — preguntó Luísa, mientras probaban perfumes.
— Quería tener mi propia oficina de arquitectura. Proyectar casas pequeñas con alma. Que abrazasen a las personas, ¿sabes?
— Vas a conseguirlo. Y no vas a estar más sola en esto.
Mariana sonrió.
Tal vez… por primera vez, realmente no lo esté.
—
Más tarde, de vuelta al apartamento, Mariana se duchó, se puso un vestido ligero y se quedó en la sala, esperando a Gabriel. Esta vez, sin miedo. Sin tensión.
Tal vez aquella noche no tuviera contrato. Ni promesas.
Apenas un hombre y una mujer… intentando descubrir en el otro aquello que la vida les quitó.