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Hombres De Negocios

Hombres De Negocios

Status: En proceso
Genre:Acción / Aventura / Venganza / Época / Mafia
Popularitas:1.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Alejandro Romero Robles

Marcelo Fanin llega a Estados Unidos en pleno principio de la década de 1920 tratando huir de un pasado muy oscuro en el bajo mundo italiano y tratando de encontrar paz. Pronto se verá envuelto por las circunstancias con gente muy peligrosa tratando de descubrir la verdad sobre la muerte de su padre teniendo que formar el grupo criminal más violento para poder sobrevivir.

NovelToon tiene autorización de Alejandro Romero Robles para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

TEMPORADA 2: ARCO 1: EL SINDICATO DEL CRIMEN. CAPÍTULO 1: SOMBRAS SOBRE LA CIUDA

La lluvia caía fina como agujas de hielo sobre Los Ángeles. No era una tormenta, no era un aguacero, no había truenos ni relámpagos… solo esa llovizna persistente que parecía un susurro del cielo, como si la ciudad misma respirara hondo después de años de ahogarse en alcohol, violencia y corrupción.

Era enero de 1934. Un año desde la derogación de la Prohibición. Un año desde que Marcelo Fanin se puso de pie en el umbral de su restaurante y declaró, con una pistola entre sus manos y la frente cansada por la guerra:

—Ahora empieza la verdadera lucha.

Hoy, ese hombre no sonreía. Hoy, Marcelo Fanin era otro. Los pasos de Marcelo resonaron en el callejón húmedo detrás del restaurante “La Torretta”, el negocio más legítimo —y al mismo tiempo más peligroso— de toda la Costa Oeste. Había oscurecido hacía poco. Las farolas parpadeaban como velas viejas. El humo de un cigarro subía lento, como si hasta él dudara de su propio ascenso. Marcelo vestía un abrigo negro largo, empapado de gotas mínimas, y llevaba las manos en los bolsillos. Sus ojos, antes brillantes y llenos de humor italiano, estaban apagados, hundidos, calculando. Desde afuera, era un fantasma con coraje; por dentro, una máquina de pensamiento afilado.

Se detuvo frente a la puerta trasera. La tocó tres veces, despacio. Del otro lado, se escuchó el sonido metálico de un cerrojo.

—Buenas noches, Don Fanin —saludó Tony, uno de sus capos , abriendo la puerta.

Marcelo no respondió. Ni una sonrisa, ni un gesto. Solo caminó adentro. El restaurante estaba cerrado al público. Lo que quedaba eran mesas vacías, olor a madera húmeda y una tenue música de radio que sonaba desde la cocina, donde Luca discutía con dos cocineros sobre la falta de suministros.

—¡Te lo dije, carajo! —gritó Luca golpeando la mesa

—. Si no traemos harina mañana, no podemos abrir. Y si no abrimos… ¡no entra dinero!

—Tranquilo —dijo Marcelo desde la sombra.

Los tres se giraron. Luca, el más aclamado de sus capos, se sobresaltó.

—Hermano… no lo escuché entrar.

—No necesito que me escuchen —respondió Marcelo, sacudiendo un cuchillo de alacena —. Necesito que trabajen.

Silencio.

Luca tragó saliva. La presencia de Marcelo había cambiado. Ya no era el hombre que hacía bromas, que gritaba en medio de un tiroteo, que levantaba un vaso de whisky antes de patear la puerta de un bar rival. Ahora se movía lento, hablaba poco y miraba a cada persona como si pudiera ver su alma… o su traición. Fueron varias la traiciones que sufrió en el pasado y se juró que no iba a sufrir más. Era un depredador silencioso.

—¿Lo consiguió, Don? —preguntó Luca al fin.

Marcelo avanzó hacia la mesa. Dejó caer un sobre grueso manchado de lluvia. Al abrirlo, los capos vieron contratos sindicales, listas de miembros, informes financieros de la Unión Portuaria del Pacífico.

—¿Pero cómo…? —murmuró Tony—. Esto es… esto es oro puro. Con esto podemos controlar media ciudad.

Marcelo lo miró sin expresión.

—No necesitamos media ciudad. — Empezó a cortar una zanahoria —. Necesitamos toda.

Entraron en la oficina de Marcelo, atrás del restaurante. Las paredes estaban adornadas con fotografías viejas: su padre levantando un edificio en Italia, su boda con Cristina, su hijo recién nacido, la inauguración del restaurante. Marcelo se detuvo frente a la foto de su padre. El hombre sonreía con un bigote grueso y un sombrero de ala ancha. Marcelo soltó el cuchillo agarró un cigarro y murmuró:

—No te preocupes, papá. Yo terminaré lo que tú empezaste.

Se giró hacia sus hombres.

—Me escucharán bien. Lo que está por venir no se parece a nada que hayamos enfrentado antes. Los tiempos de correr con ametralladora por las calles terminaron. Ahora la guerra es silenciosa. Limpia. Precisa.

Se sentó detrás del escritorio.

—Los sindicatos son la llave —explicó Marcelo—. Controlan los puertos, las fábricas, la construcción. Quien maneja a los trabajadores… maneja la ciudad.

Luca asintió.

—Lo sé. Pero esos sindicatos ya tienen dueños. Gente peligrosa.

—Todos tienen dueños —dijo Marcelo con voz baja—. Pero no todos tienen un rey.

Ninguno se atrevió a responder. Fue entonces cuando se escuchó un golpe en la puerta exterior del restaurante. Uno, dos, tres… Silencio. Uno, dos, tres. Marcelo levantó la mirada.

—Vincent —dijo—. Abre.

Vincent, su capo más confiable, sacó su pistola y se acercó a la puerta con pasos firmes. Abrió apenas unos centímetros.

—Buenas noches, muchachos.

Era un hombre alto, de traje claro, sombrero gris, y una sonrisa de serpiente. Un policía. No un policía cualquiera.

El detective Warren Hughes.

—¿Te perdiste, Hughes? —preguntó Vincent con voz áspera.

—Para nada —respondió Hughes avanzando un paso—. Solo necesitaba hablar con tu jefe.

Marcelo entrecerró los ojos.

—Adelante.

El detective entró. Tenía un maletín bajo el brazo y olor a cigarrillos baratos. Sin pedir permiso, se sentó en una mesa, dejó el maletín y lo abrió.

—Documentos —explicó mientras sacaba unas fotos en blanco y negro—. Fotografías del muelle, del distrito de almacenes… y de sus hombres, Don Fanin. Datan de la prohibición.

Marcelo no se movió. Hughes extendió una foto donde Luca hablaba con un sindicalista en un callejón.

—Alguien está vigilándolos —dijo Hughes—. Y no soy yo.

Vincent se adelantó.

—¿Qué mierda estás diciendo?

—Que hay un nuevo departamento en la ciudad —respondió Hughes—. Un departamento que no existe en ningún registro, creado para cazar gente como ustedes. Se llaman a sí mismos “Bureau 13”. Lo dirige Marcus Doyle… y Doyle es un perro rabioso.

Marcelo apoyó los codos sobre el escritorio.

—¿Qué quieres, Hughes?

—Una alianza —respondió el detective, sonriendo como un gato que huele sangre—. Yo les aviso cuando el Bureau 13 se mueva. Ustedes me pagan bien. Todos ganamos.

Marcelo lo observó durante cinco segundos silenciosos. Cinco segundos que parecieron una eternidad. Luego habló despacio.

—Salte.

Warren frunció el ceño.

—¿Qué?

Vincent desenfundó su pistola.

—El jefe dijo que te largues.

Hughes cerró el maletín sin perder la sonrisa.

—Como quieran. Pero recuerden esto: Doyle ya los está mirando. No es una amenaza… es un hecho.

Salió caminando bajo la llovizna, sin volverse. Marcelo lo siguió con la mirada hasta que la sombra del detective se mezcló con la noche.

—¿Qué hacemos con eso? —preguntó Tony, nervioso

—. ¿Crees que es verdad?

Marcelo abrió la ventana y dejó que entrara el aire frío.

—Todo en esta ciudad es verdad si uno lo paga —respondió—. Y si ese tal Bureau 13 ya nos está siguiendo, significa que vamos por buen camino.

Jay bufó.

—No sé… huele mal. Yo digo que mejor—

—Tú no dices nada, Jay —interrumpió Marcelo con voz baja pero firme—. Desde ahora, yo hablo. Tú escuchas.

El capo apretó la mandíbula, pero bajó la cabeza. Vincent se acercó.

—¿Cuál es el plan, Don?

Marcelo se mantuvo un momento mirando la calle mojada.

—Primero… aseguraremos los sindicatos. Quiero reuniones discretas con los líderes portuarios y de construcción. Quiero saber quién les paga, quién los asusta, quién puede venderse y quién necesita desaparecer.

—¿Y luego? —preguntó Tony.

Marcelo tomó un cigarro nuevo.

—Luego haremos dinero. Mucho dinero. Los bancos, la joyería… cada golpe será quirúrgico. Nada de improvisar. Nada de locuras.

El tono era frío. Vacío. Era una voz que ya no pertenecía al Marcelo del pasado.

—Y después —continuó— llegará la guerra.

—¿Contra quién? —dijo Luca.

Marcelo cerró la ventana y murmuró:

—Contra Bill Degeneras.

El nombre dejó un silencio pesado en la oficina.

—¿Ese psicópata irlandés? —dijo Vincent—. Pensé que controlaba solo la zona este.

—Ahora quiere toda la ciudad —respondió Marcelo—. Y empezó a mover sus fichas. Hoy alguien robó un cargamento mío en el muelle. Cinco cajas de armas. Nadie sabía de ese envío… salvo mis propios hombres.

—¿Insinúa que hay un traidor? —preguntó Tony.

Marcelo no respondió. No tenía que hacerlo. La noche se fue cerrando más alrededor del restaurante. La lluvia seguía cayendo, aunque ahora más lenta, casi en susurros. Marcelo decidió salir a caminar solo. Necesitaba pensar. Los capos protestaron, pero él los silenció con un gesto. Caminó por la calle Laveta a paso lento. La ciudad olía a humedad, gasolina y desesperación. Los autos pasaban pocas veces. Los bares cerraban temprano. Los callejones parecían bocas abiertas que se tragaban a los borrachos y a los desafortunados. Mientras avanzaba, Marcelo sintió el peso de años enteros sobre los hombros. Sentía que tenía 60 años cuando tenía 20 años menos. Todavía podía escuchar risas antiguas, tiroteos, traiciones. Podía ver el rostro de Cristina cuando la dejó. Podía ver a su hijo mirándolo como a un extraño. Había ganado poder. Pero había perdido identidad.

Un coche negro estaba estacionado al otro lado de la calle. Sin luces. Sin ruido. Marcelo no lo miró directamente, pero lo notó. Alguien lo estaba vigilando. Seguía caminando… Uno, dos, tres… El sonido de sus pasos resonaba en su cabeza como martillazos. Se detuvo bajo una farola. Encendió otro cigarro. La brasa iluminó su rostro melancólico.

—Sé que me estás mirando —dijo sin levantar la voz

—. Así que escucha bien… no tengo miedo.

Hubo un movimiento dentro del coche. Una silueta. Un destello metálico, quizá unos binoculares.

—No soy el Marcelo que recuerdas —susurró—. No soy el chiste italiano que enfrentaba la policía. No soy el muchacho que se mete en tiroteos porque sí.

Ahora… soy algo más.

El cigarro se fue consumiendo.

—Y si vienes por mí… vendré por ti.

El coche arrancó y desapareció calle abajo sin encender las luces. Marcelo no lo siguió con la mirada. No tenía por qué. Sabía que ese coche volvería. Sabía que Bureau 13 estaba ahí afuera, escondido detrás de cada sombra. También sabía que Bill Degeneras no tardaría en atacar. Y sabía, más que nada, que aquella noche había sido solo el comienzo. El comienzo del reinado más oscuro que Los Ángeles iba a conocer. Cuando regresó al restaurante, Vincent lo esperaba en la oficina.

—Don, tenemos algo más.

—¿Ahora qué? —preguntó Marcelo, cansado.

Vincent le entregó un sobre. Era una carta. Sin remitente. Sin dirección.

Solo la frase:

“Tu padre nunca te contó todo.”

Dentro había una fotografía vieja y desgastada.

En ella aparecía su padre… estrechando la mano de un hombre alto, de traje claro y sonrisa perversa.

Bill Degeneras.

Marcelo sintió que la sangre se le congelaba.

—Esto… —Vincent tragó saliva—. Esto lo dejaron bajo la puerta hace unos minutos.

Marcelo cerró los ojos durante dos segundos.

Cuando los abrió, ya no había humanidad en ellos. Solo determinación. Solo furia fría. Solo un propósito casi obsesivo.

—Vincent —dijo sin levantar la voz—. Reúne a todos.

La guerra empezó esta noche. Y así, bajo la lluvia suave, con la ciudad temblando entre luces y sombras, comenzó la nueva era de Marcelo Fanin.

No una era de carisma. No una era de improvisación. La era de un rey silencioso. La era del miedo sigiloso.

La era de Hombres de Negocios.

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Gertrudis Abreu Robles
☕✨🔥❤️💪🤗 me gusta obra aunque el autor debería revisar bien a la hora de publicar pero son errores pequeños que con el tiempo mejorará, así que ánimo y sigue escribiendo!!!!💪💪💪
Li Alex
Ostia, como comentan, me encanta la interactividad.👏
Ailisec Riana
mmmmm será que papaíto no está muerto sino de parranda/Blush//Sly//Sly/.

me encanta el misterio /Applaud//Applaud/
Ailisec Riana
ayaya ese padre es la clave de lo que es..después de su muerte tiene muchos clavos que sacar
Ailisec Riana
Marcelo .querido calma..hay que pensar la cosas con la cabeza fría y sensatez
Ailisec Riana
mmm no me lo creo...para mí era un plan armado por gente mafiosas que quería su cabeza..pueda que le hayan cortados los cables del frenos y suuuuuaaa/Determined//Determined/ accidente sin.sospechas /Grievance//Grievance//Grievance//Coffee//Coffee/
Ailisec Riana
salutte también para ti Uomo/Chuckle//Chuckle//Chuckle/
Ailisec Riana
esoooo.... comadres de viajes /Proud//Proud//Proud/🐯
Ailisec Riana
ay caray .. esto es interesante ...al papito lo mataron. y quiiere venganza ...esto va a traer giros inesperados más adelantes
Ailisec Riana
mmmm un italiano /Chuckle//Chuckle//Chuckle/ interesante...
Li Alex
Entendiste bien el c...🤭
꧁»@//ClAN//«꧂
me imaginé la escena apezar de tener a mi hermano menor molestando para que le preste mi teléfono, es un buen trabajo.
꧁»@//ClAN//«꧂
😰😰que le está comiendo que ...
꧁»@//ClAN//«꧂
Luca tiene razón , ¿Qué estabas pensando Marcelo? /Curse/
Li Alex
por qué comentas cada línea de los que lees? /Sweat/
Li Alex: Ostia perdón no eta mi intención que creyeras que te estoy hablando malo. Créeme que lo dije en bien, mi amor, mi corazón, mi comadre.
total 6 replies
꧁»@//ClAN//«꧂
/Slight//Slight/ pero Marcelo...
꧁»@//ClAN//«꧂
sí, bien accidente /Smug//Smug/ como no.
Li Alex
Es un tipo común pero tiene la sangre más fría que el hielo.
꧁»@//ClAN//«꧂
Me acabo de imaginar a Marcelo 🤭🤭 uff!!
Sayker FF
Vaya, esas imágenes que proyectan el pasado del criminalismo ✨ exelente ✨
Li Alex: Me alegra que te hayan gustado las imágenes con ellas puedes hacerte una idea de lo que vaya pasando en la historia
total 1 replies
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