Resiliencia:La Historia De Amelia Hidalgo

—Tomás se fue muy enojado— dijo Lisa encogiéndose de hombros.

Luego de que Tomás se marchó de la casa dando un portazo, Isabel seguía de pie pensando en lo ocurrido, sabía que su hijo estaba molesto, pero pensaba en que con el tiempo se calmaría, por el contrario, Lisa se sentía fuera de lugar como si a pesar de que obtendría lo que tanto quería no era realmente un triunfo.

—Descuida que pronto se le pasará—dijo Isabel con una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora pero que no lograba ocultar su cálculo.

—A Tomás no le gusta que tomen decisiones por el—murmuró Lisa.

Isabel le sonrió con malicia y negó con la cabeza mientras Lisa observaba a esta mujer que pronto se convertiría su suegra y un escalofrío le recorrió la espalda porque podía cambiar de ser una persona muy afectuosa a esta que estaba frente a ella, calculadora, manipuladora, fría y peligrosa pero lo que le dijo luego no hizo más que confirmar sus sospechas.

—Lisa no tienes que fingir conmigo —dijo Isabel, mirando a Lisa— porque sé perfectamente de lo que eres capaz.

Lisa negó con la cabeza y tragó saliva porque el tono de voz de Isabel no era de enojo sino más bien de cálculo porque si bien deseaba casarse con Tomás y dejar de ser la otra, no quería que él la odiara.

—Señora me está juzgando mal — dijo Lisa con tono de agravio.

—Ambas sabemos que estoy en lo cierto, pero te prefiero a ti antes que una mujer como Amelia— dijo Isabel contemplando su reflejo en la nevera cromada—Esa ballena no es la esposa adecuada para mi hijo.

Isabel a pesar de su edad tenía una figura envidiable y en su mundo una mujer de talla plus como Amelia no era la esposa ideal para un hombre como su hijo, joven, atractivo y con una carrera en ascenso.

—Amelia … no es una mala persona — dijo Lisa casi susurrando.

A pesar de ser una pretenciosa coqueta y una egoísta no consideraba a Amelia una mala persona y de no ser que estaba embarazada de Tomás jamás le habría quitado a su novio después de todo solo se trataba de la emoción de seducir a un hombre que ya tenía pareja lo que la movía no terminar la relación de su mejor amiga.

—Viniendo de ti me parece un chiste — dijo Isabel en tono de burla—Te voy a apoyar, pero si cometes un error, créeme que me la vas a pagar, y nunca olvides que Tomás se va a casar contigo porque es lo que quiero que haga.

Lisa no supo que responder porque siente que cada palabra que diga será usada en su contra, Amelia ya le había advertido la clase de persona que era Isabel y ella solo se reía diciendo que era una exagerada, y comenzaba a preguntarse si más bien lo que hizo fue hacerle un favor a Amelia y librarla de esta víbora.

—Yo … no entiendo porque me dice esto— balbuceó Lisa.

—Lo hago porque quiero que sepas que no me engañas —Isabel se le acercó y con mucha calma le puso una mano en el hombro y apretó clavándoles las uñas—Y sé cuáles eran tus intenciones cuando me enviaste la foto del ultrasonido.

Lisa se quedó paralizada sintiendo dolor en su hombro porque Isabel la sujetaba con rudeza, pero también sintió miedo.

—Yo … no lo hice — dijo Lisa.

—Deja de fingir que me la enviaste esta mañana desde tu teléfono y no se necesita ser un genio para entender porque lo hiciste.

—Yo… no envié esa foto.

—Te creo querida—dijo sonriendo sin ternura—Pero no importa sino fuiste tu quien lo hizo, lo importante es que estoy enterada, y que, si me traicionas, así como te estoy ayudando también te puedo hundir y hacer que mi hijo te odie.

Lisa sintió que el aire en esa habitación se había vuelto más pesado y quería huir, pero sabía que no tenía otra opción, debe aceptar la ayuda de Isabel y casarse con Tomás porque no tiene un empleo fijo, carece de ahorros, su madre está absorta con su nueva familia y cuando Miguel el padre de Amelia se entere de su traición la va a repudiar por completo y esto es quizás lo que más le duele porque ese hombre fue lo más parecido a un padre que tuvo en su vida.

—Otra cosa más—dijo Isabel con un tono de voz muy cortante— Richard no puede enterarse de esto.

Isabel sabía que Richard no estaría de acuerdo con todo esto porque desde que conoció a Amelia no solo le agradó, al punto de considerarla como una hija, sino que estaba muy involucrado con la familia Hidalgo.

—Descuide señora que no voy a decir nada — dijo Lisa con la voz apenas firme.

Lisa salió de ese lugar y quería correr, había aceptado lo que le ofreció Isabel a pesar de que estaba mal, lo peor es que cada vez que estaba en problemas Amelia era su refugio, pero esta vez estaba sola porque ella no podría ayudarla, no después de lo que había hecho.

Ezra no le contó a Amelia que volvió a la ciudad porque tenía una oportunidad laboral, era chef de profesión y fue contratado para una empresa de catering y a pesar de que no durmió sino un par de horas debía prepararse para una boda que se celebraría en una semana todo iba bien hasta que se enteró de quienes eran los novios y se desanimó un poco.

—Supongo que ella ya tomó su decisión y no piensa cambiarla —se dijo con tristeza.

Se encogió de hombros porque debía ser profesional y aceptar que tal vez había regresado un poco tarde.

—Ezra, esto nos acaba de llegar— dijo uno de los asistentes entregándole una orden.

En el transcurso del día recibió la orden de cambiar el menú y ajustar la cantidad de invitados

—¿Qué estará pasando? — se preguntó en voz baja.

Decidió enviarle un mensaje a Amelia y ella le respondió que estaba fuera de la ciudad y que cuando regresara hablarían, Ezra miraba la pantalla del teléfono y no sabía si ese “hablaremos” era una promesa o una forma elegante de despedirse.

—Otra cosa Ezra, el lugar de entrega fue cambiado— añadió el asistente.

Ezra sonrió porque estaba convencido de que sin importar si ella le daría una oportunidad o no ya había tomado una decisión y era probable que Tomás ya no estuviera incluido.

Richard estaba estresado porque tuvo que trabajar ese sábado debido a que acababa de terminar la época de declaraciones de impuestos y por eso prefirió ir a la casa de Miguel a distraerse un poco, y allí estaban Lorenzo un juez de la corte suprema, Esteban, el presidente del colegio de abogados y lo estaban esperando pues para jugar una partida de dominó se necesitan 04 personas.

—Finalmente llegaste porque no podíamos empezar sin ti — dijo Miguel.

Richard era un contador público pero abogado de corazón un hombre honesto y leal a su familia por eso cuando Tomás le presentó a Amelia, la apreció de inmediato, un buen entorno familiar a pesar de que su padre era viudo, Josefina y Amelia estudiaron en la universidad y el ambiente era muy bueno, lo que cualquier padre deseaba para su único hijo, la conversación era amena fluyendo entre anécdotas y estrategias del juego hasta que Lorenzo hizo un comentario.

—Tu yerno es muy prometedor en el gremio —dijo Esteban poniendo una ficha de forma muy casual.

Miguel ni se inmutó porque a partir de este momento le retiraría su apoyo a Tomás.

—Si te refieres a Adrián, si es un excelente doctor— respondió Miguel sin quitar la vista de las fichas pensando en su próxima jugada.

—Me refería a Tomás — aclaró Esteban.

—Tomás aun no se ha casado con mi hija— dijo Miguel con tono neutro— Aunque si es un buen abogado.

Richard levantó la mirada porque algo no cuadraba, Miguel evitaba hablar de Tomás con el entusiasmo de antes y no quiso preguntar, pero una angustia se alojó en su interior, así que puso su ficha con descuido y continuó absorto en sus pensamientos.

—No hagas trampa, Richard porque esa ficha no va ahí —le dijo Miguel, con una sonrisa que intentaba aligerar el ambiente.

—¿Cómo que no va ahí? —respondió Richard, fingiendo gracia, aunque su mente seguía en otra parte.

Miguel prefería no poner de sobre aviso a Richard, pero sabía que se enteraría tarde o temprano de que algo no estaba bien, sin embargo, eso no pasó desapercibido para Lorenzo y Esteban y entre ambos hubo una mirada de complicidad, además de que un defecto que tenían estos dos hombres es que eran muy chismosos, así que antes de que finalizara la semana la noticia de que Miguel no estaba en buenos términos con Tomás sería de conocimiento público.

—Tomás no me culpes por lo que pase con tu carrera a partir de ahora — murmuró Miguel para sí mismo en un tono de voz muy bajo

Miguel barajaba las fichas pensando en que el motivo para invitar a Lorenzo y Esteban esta noche a la partida de dominó era precisamente generar rumores y en este círculo eso podía ser muy letal.