Cómo Proteger Al Protagonista

Luego de que Dorian había quedado con él plan de proteger a Solara, él y Diana decidieron encontrarse con Edgar de inmediato. Aquel capitán que se convirtió en archiduque entrenaba junto a la demás solados. Sin embargo, al notar la presencia del emperador este se detiene y decide reunirse con su majestad y la dama presente.

— su majestad, mi lady...— hace una reverencia— ¿En que le puedo servir?

— Edgar hay algo que debemos hablar. Es sobre Solara. Vamos a mi oficina.

Edgar traga saliva, preocupado de que si el emperador descubrió que noches pasadas él ha salido a reencontrarse con la princesa como dos jóvenes enamorados. No obstante, la realidad será diferente cuando lleguen a la oficina.

_______________ Al anochecer de ese mismo día.

La noche envolvía el palacio de una suave oscuridad, iluminado apenas por la luz plateada de la luna que se despejaba entre las nubes. Más allá de los majestuosos muros del imperio Heine, los árboles susurraban en un suave murmullo con la brisa nocturna. En ese rincón del mundo, donde el tiempo parecía detenerse, Solara compartía un dulce momento con Edgar.

Los dos se encontraban en un claro, rodeados de naturaleza. Solara reía suavemente mientras le contaba historias de su infancia, y Edgar la escuchaba atentamente, sus ojos brillando con admiración. Las risas de Solara eran una tranquilidad para el alma, y mientras las palabras se deslizaban entre ellos como hilos de seda, la conversación se tornaba más íntima. Su complicidad, forjada en un corto tiempo, comenzaba a florecer hacia un afecto más profundo.

Un suave destello iluminó la oscuridad cuando un grupo de luciérnagas emergió de entre la vegetación, danzando en un ballet etéreo. Solara se quedó asombrada, sus ojos resplandecían tanto como las pequeñas criaturas que iluminaban la noche. Fue un momento perfecto, donde encantamiento y emoción, pero la verdadera magia para Edgar era ver a Solara así, con su belleza radiante bañada en luz.

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— Te ves… maravillosa— murmuró Edgar, incapaz de apartar la mirada de su rostro iluminado.

Ella sonrió, sintiendo que el mundo a su alrededor se desvanecía, y todo lo que importaba era esa conexión que crecía entre ellos.

Después de un largo silencio, donde los latidos de sus corazones parecían resonar en un mismo compás, Edgar se armó de valor.

— Solara… he estado pensando. Quiero llevarte a otro país. Un lugar donde puedas ser libre, descubrir el mundo fuera del imperio Heine. Puedo cuidarte durante esos meses.

La sorpresa se reflejó en el rostro de Solara.

— Edgar, yo… no puedo. Soy la princesa. Tengo que quedarme aquí, cumplir con mis deberes. Ayudar a mi hermano en el trono y...— su voz titubeaba, revelando la lucha interna que sentía.

Pero Edgar tomó su mano, mirándola a los ojos.

— Entiendo tus responsabilidades, pero también comprendo el deseo que llevas dentro. Has anhelado explorar, salir más allá de estas fronteras. Lo que te propongo no es una huida, sino una oportunidad para vivir, para aprender, y luego regresar. Juntos, podemos hacerlo.

Una mezcla de sentimientos se agolpó en el corazón de Solara. Era un dilema entre su deber y su deseo de aventura. Se mordió el labio, pensativa.

“ Dorian siempre lleva mucha presión y he querido aligerar esa carga... Pero... No niego que deseo conocer el mundo por un momento... Yo"

Edgar apretó su mano ligeramente.

— Estaré a tu lado en cada momento. Y siempre podrás regresar. La vida es más que deberes, Solara. Mereces esta oportunidad. Solo piénsalo. Además, el emperador tiene a una doncella que lo ayudará. No te preocupes por ello.

Las luciérnagas danzaban alrededor de ellos, como si celebraran su momento juntos. Solara cerró los ojos, sintiendo la brisa suave acariciar su piel, y en ese instante, comprendió que la vida era un regalo que merecía ser vivido plenamente.

Finalmente, su voz, aunque titilante, resonó con decisión.

— Está bien, lo haré. Acepto tu propuesta.

Hubo un estallido de alegría en los ojos de Edgar, y al momento, el brillo de las luciérnagas pareció intensificarse. Sin embargo, él se mantiene en sus pensamientos por unos segundos.

“ Doria me pidió llevarme a Solara por un tiempo lejos de aquí. Me dió las razones para hacerlo. Una loca mujer intenta hacerle daño y el punto débil de Dorian es ella. No permitiré que eso ocurra. No era necesario decirle que este viaje es por su protección, no quiero que se preocupe y que también pueda vivir un mundo de aventura a mi lado"

La tomó de la cintura con un solo movimiento. Solara observa con sorpresa por este inesperado gesto, ambos están más cercan que antes y de una manera sutil, Edgar intenta dejar su timidez y asegurarse que Solara no se retracte de su palabra.

— te prometo que te cuidaré bien.

Y en ello, Edgar sumó sus labios con lo de ella en un apasionado beso. Anteriormente siempre visitaba este lugar y hablaban de manera natural y continúa, como dos personas que deseaba conocerse mejor, ahora, la situación es diferente al atreverse a dar ese paso tan importante.

A pesar de tomarle de sorpresa este beso, Solara no se aparta ni mucho menos lo desprecia, al contrario, une más su labios en su cálido beso. Ambos quedaron ahí por un rato, luego de que el frío de la noche se hizo aún más presente, Edgar la escoltó a su alcoba.

________________ dos días después.

El sol del atardecer pintaba de naranja la entrada del palacio imperial. Solara, con un par de maletas a sus pies, irradiaba una mezcla de emoción y melancolía. A su alrededor. Su rostro reflejaba la tristeza de la separación, pero también la alegría de la aventura que se avecinaba.

Diana, se acercó con un alivio que espera que sea duradera. Ambas se abrazaron con fuerza, un silencio emotivo llenando el espacio entre ellas.

— cuida mucho de mi hermano, Diana —susurró Solara, la voz entrecortada por la emoción.— oí que será su secretaria, eso me deja aliviada. No estará solo.

— lo haré, princesa. Te esperaremos con ansias tu regreso. Que tengas un viaje seguro y lleno de maravillosas experiencias.

El emperador Dorian, con una expresión seria pero cariñosa, se acercó a su hermana. Le dió un abrazo cálido y prolongado, luego se separa y habla firmemente con Edgar.

— Edgar, te encomiendo a mi hermana. Protégela a como de lugar. Su seguridad es mi mayor prioridad.

Edgar, con una postura erguida y una mirada decidida, respondió con solemnidad:

— majestad, juro con mi vida proteger a la princesa Solara. Nada le ocurrirá bajo mi cuidado.

Solara sonrió, aliviada por el compromiso de Edgar y el apoyo incondicional de su hermano. Con un último vistazo al palacio, a su familia y a su hogar, se giró hacia Edgar, lista para embarcarse en su aventura. El viaje prometía ser largo y emocionante, pero el amor y la lealtad de sus seres queridos la acompañarían en cada paso del camino.

Mientras que Dorian tiene una mezcla de alivió con tristeza, sin embargo eso era lo mejor. La ubicación de la princesa era desconocida para los demás, un grupo confiable viaja en aquella expedición que era por seguridad.

— debemos aprovechar a que Miranda no tiene poder político para hacerle daño a Solara.— comentó Diana, que le tomaba la mano a dorian.— ademas, somos los únicos que sabemos que se ha ido del palacio, los demás pensaran que esta en su clases.

Era un hermoso atardecer, los rayos naturales del sol era lo más hermosos que el cielo puede pintar antes de presentar la noche.

— así es... No me perdonaría si algo le pasará. Pero teniendola aquí o en el país sería fácil de ubicar para Miranda. Por suerte, Edgar será su guardia... Gracias por ayudarme, Diana. No sabría nada si nunca hubieras llegado ese día en el que nos conocimos...

Diana ríe con toda sinceridad. Él la abraza y juntos forman un solo vínculo sentimental.

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— y haré mucho más para usted, majestad.