Mia es una joven que tiene muchos planes y sueños junto a su novio. Siente que todo se le viene encima cuando La familia de el la rechaza cuando se enteran que es huérfana, lo peor es cuando se entera que su novio siempre estuvo comprometido con otra.Con todo en contra ella logrará volverse una mujer sobresaliente pero algo no estaba en sus planes que una noche conoce a un hombre que la desestabilizaria en todos los sentidos, Será capaz Mía de darse otra oportunidad con el tío del que ella creyó un día era el amor de su vida?
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El orfanato
Me levanta el timbre y bajo rápido al ver a Karla con sus padres.
Pasan y les digo que se sienten mientras subo a medio arreglarme.
Cuando bajo, me felicitan abrazándome.
—Tu carro es uno de los mejores —me dice el padre de mi amiga.
—Sí, eso dijo el muchacho. Qué bueno que era verdad, creí que solo quería vendérmelo —les digo, y ellos se ríen.
—Te vemos de muy buen ánimo.
—Está hermoso tu depa —dice la señora, mirando todo a su alrededor.
—Ya vi que festejaste sola —comenta mi amiga, y no entiendo nada… hasta que los tres miran el vaso de whisky que ahora es whisky con agua, lo poco que queda en el vaso. Pero eso no es lo peor… Lo peor es el abrigo enorme, negro, de hombre, que ya está en el sillón y no han notado.
Me río nerviosa y eso hace que mi amiga levante una ceja con desconfianza.
—La cocina me encanta —dice mi amiga, y los lleva a recorrer el lugar mientras yo agarro el abrigo, lo doblo y lo llevo al cuarto.
Bajo a ofrecerles algo de tomar y ordenamos comida. Me felicitan antes de irse, los despido y me dicen lo orgullosos que están.
—Mañana vengo para que me cuentes sobre el vaso de whisky… y el abrigo de hombre que vi en tu sillón —me dice mi amiga al oído al despedirnos.
Se van y cierro. Me cambio, lista para salir a una de las construcciones. Paso primero por paquetería por lo que me envió Pati.
Me dirijo a la obra que ya casi terminan y va quedando muy bien. Pongo los planos sobre una mesa, explicándoles cómo debe proseguir el trabajo.
—Casi queda este orfanato —me dice uno de los trabajadores, y asiento.
—Está quedando más bonito que el que está al sur de la ciudad. Parece que ese solo lo hicieron por cumplir.
—Los que construyeron eso nunca tuvieron tantito amor por los niños sin hogar que vivirán ahí —les digo, molesta.
—La empresa Arqui-Techando está trabajando en una nueva construcción. Según, harán un nuevo puente, derrumbarán el antiguo —escucho que comentan.
Termino de indicar lo que deben hacer. Llega otro arquitecto, el que supervisa que todo siga conforme al plano.
—Sabía de usted, pero no les creí que se ensuciara para venir —me dice, y solo logra molestarme.
—¿Por qué no tendría que venir? No puedo decir que yo dirigí esto si no vengo a ver cómo va todo.
—Lo sé, pero son muy pocas las arquitectas que hacen eso. No se ensucian viniendo a lugares así… solo cuando el proyecto se abre al público.
—No me compare con los demás. Así como hay arquitectas que no se ensucian, también hay arquitectos que tampoco lo hacen —le digo, y él asiente dándome la mano. Los saludo y regreso a mi carro.
Veo que llega un auto de Arqui-Tech. Lo sé porque dice a qué empresa pertenece. Prácticamente, Arqui-Tech es el dueño de esta ciudad: solo ellos pueden decir qué se hace y qué no. Pero al ser esta una construcción mandada hacer desde otro lugar —algo que ya se había planeado desde hace tiempo—, solo supervisan que todo esté en regla.
Ya es tarde y paso al orfanato donde me crie. Al llegar, la hermana superior —quien prácticamente me crió— me saluda feliz. Le doy un cheque para que puedan comprar comida y ropa.
—Mensualmente les traeré un cheque mientras esté aquí. Y cuando no, se los enviaré, como he estado haciendo —le digo.
—Agradezco esto. Siempre dijiste que llegarías lejos… y no te olvidas de nosotros.
—Jamás podría olvidar el lugar que me sostuvo hasta que pude salir por mí sola.
Me despido de ella y salgo, regresando a mi departamento.
Llego a bañarme y, como nunca lo había hecho, apago las luces. Me pongo mi bata, pongo una película, preparo palomitas y con una sábana sobre las piernas, me siento en el sofá viendo películas.
Tocan el timbre. Es Karla.
—No aguanté hasta mañana. Cuéntame, ¿quién es el galán?
—Solo es alguien que conocí por ahí. Hacía frío y me prestó su abrigo.
—Haré como que te creo… ¿y ya tuviste? —dice sentándose.
—¿Qué? —le respondo, sentándome también.
—Relaciones —dice riendo—. Cuéntame cómo es. ¿Es mejor que Mario? ¿Es mejor que tu amigo con derechos? ¡Dime!
Suspiro y asiento.
—Enuméralos. ¿Quién ha sido mejor?
—Él, Mario… y mi amigo.
—¡Ja! ¡Lo sabía, lo sabía! ¿Y está guapo?
—Sí… pero no es nada serio —le digo, y ella se acomoda en el sillón.
—¿Dónde lo conociste? —pregunta, y se levanta de golpe—. ¡No me digas que fue el que te dejó eso en el cuello!
—Ya cambiemos de tema.
—Sí fue él… una mujer cambia mucho cuando tiene sexo —me dice, muy segura.
—¿Tú cómo sabes? —le pregunto, y ella se tapa la boca.
—Miguel y yo… ayer que no estabas en tu departamento. No fuimos al club. Nos fuimos a su depa… y pasó.
—¿Y se protegieron? —le pregunto, y ella me ve con cara de sorprendida.
—No nos acordamos… ya sabes, por eso de la emoción —me dice. Y la entiendo, porque aquella vez, yo tampoco me acordé.
—Fuera de eso, me alegro por ti. Siempre dijiste que sería con alguien a quien amaras.
—Sí, pero estuvo bien. Al principio dolió… pero poco a poco dejó de doler.
Recuerdo cómo fue mi primera vez con Mario, y justo cuando el timbre suena me levanto.
Abro… y cuando veo quién es, lo único que pienso es:
Mi amiga no debe verlo.