Mia es una joven que tiene muchos planes y sueños junto a su novio. Siente que todo se le viene encima cuando La familia de el la rechaza cuando se enteran que es huérfana, lo peor es cuando se entera que su novio siempre estuvo comprometido con otra.Con todo en contra ella logrará volverse una mujer sobresaliente pero algo no estaba en sus planes que una noche conoce a un hombre que la desestabilizaria en todos los sentidos, Será capaz Mía de darse otra oportunidad con el tío del que ella creyó un día era el amor de su vida?
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Celos
—No es tu cuñado porque no somos novios —le digo, viéndola seria.
—Para mí lo es —responde riéndose.
—Me voy, necesito descansar —digo, cortante.
—Siii... des-can-sar. Nosotros también vamos a des-can-sar —responde con sarcasmo.
No digo nada más y abordamos la limusina; William dio órdenes de llevarnos. Primero me dejan a mí y me despido de ellos, ya que Karla se irá con Miguel.
Entro al departamento, subo al baño, me ducho y me acuesto. No quiero, ni debo, acostumbrarme a su compañía.
Karla me avisa que ya llegaron al depa de Miguel. Les aviso a sus padres y me dicen que él también ya lo hizo. Me piden que me cuide.
Miro la hora: ya es muy tarde. Me acomodo para dormir.
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La alarma me despierta al día siguiente. Me arreglo y salgo rumbo a la empresa, tengo una cita con William.
Cuando llego, me indican por dónde ir y me dirijo a la sala de juntas. William está en la silla principal. Todos me miran cuando entro. Saludo y me siento, escuchando lo que dice.
Es la reunión con las tres empresas seleccionadas. Nos dan una presentación para organizar el trabajo de forma más eficiente.
William habla tan profesionalmente... Dice las cosas con una seguridad que hace suspirar a más de una mujer en la sala. Algunas lo miran con admiración. La verdad, no sé qué cara tengo en este momento.
—Ahora iremos a ver el área donde se construirá el primer proyecto. Quien guste acompañarnos, puede hacerlo —dice, levantándose.
Todos se ponen de pie y salimos siguiéndolo.
Llegamos a una enorme área verde. Hay pancartas y personas con carteles. La seguridad despeja la zona para que podamos observar con tranquilidad.
—¿Tú eres Mía, verdad? Hola, soy de una de las empresas seleccionadas —me dice un señor, acercándose.
—Sí, mucho gusto —le respondo, devolviendo el gesto.
—Eres de lo mejor. No sé qué es mejor: el señor William o tú —comenta, y le sonrío por compromiso.
—Señor Luis, creo que esto es importante, y la señorita Mía vino a ver el terreno, no a escucharlo —dice Eliot, con tono molesto.
—Señor Eliot, yo puedo hablar —respondo al pasar a su lado. ¿Quién se cree?
Camino hacia el frente, observando cómo William habla con otra de las seleccionadas. Ella se le ríe de manera descarada y se le acerca demasiado. Él solo mira los planos y asiente a lo que le dice.
Cuando se enfocan exclusivamente en su conversación, algunos de los que venimos empiezan a retirarse.
—Hay que dejarlos solos —escucho que murmuran unos que vinieron a revisar posibles problemas en la obra.
Camino hacia mi carro cuando me avisan que surgió un problema en la construcción del orfanato, que ya estaba casi listo.
Manejo hasta allá. Me están esperando. Me explican el problema y me concentro de lleno. No respondo llamadas ni mensajes; tomo mi trabajo en serio y no pienso irme hasta que esto se solucione.
Encuentro el origen del problema y les explico cómo resolverlo. Les gusta mi propuesta y me lo hacen saber.
Tomo mis cosas y regreso a mi departamento. No he comido nada y ya es tarde.
Me cambio de ropa, saco algunos ingredientes del refrigerador y empiezo a cocinar. Tocan la puerta. Pienso que es Karla, pero cuando abro, es William. Lleva la camisa con los primeros botones desabrochados y el saco colgado en el brazo.
—¿Puedo? —pregunta.
Me hago a un lado para que entre. Cierro la puerta y regreso a la cocina.
Él se acerca, observando lo que hago.
—¿Ya comiste? —le pregunto.
—No —responde.
Sirvo dos platos, saco dos copas y coloco la comida en la mesa. Nos sentamos y comemos en silencio.
—¿Dónde estabas? —me pregunta mientras sirvo vino en las copas.
—En uno de mis proyectos.
—El orfanato —afirma, haciéndome mirarlo. Se me olvida que él está informado de todo en esa área.
—Sí. ¿Y tú? ¿Terminaste tu trabajo?
—Sí.
No menciono por qué no vino ayer. Él también tiene sus asuntos.
Terminamos de comer. Levanto los platos. Su celular no deja de sonar, pero hace algo para silenciarlo.
Lavo los platos y me seco las manos con el trapo de cocina. Cuando me doy vuelta, lo tengo de frente. Me besa, presionándome contra el lavabo. Sus manos suben a la pinza que sujeta mi cabello; la quita y lo deja caer suelto.
Nos besamos con intensidad. Él desabrocha los botones de su camisa y se la quita. Es la primera vez que lo veo así, sin ropa. Tiene los pectorales duros, definidos, y un tatuaje que cubre todo su brazo. Paso mis dedos por los trazos. Me levanta, haciéndome rodearlo con las piernas.
Se sienta en el sillón, conmigo sobre él. Los besos no cesan. Paso las manos por su abdomen, deleitándome con la suavidad de su piel.
Desliza las tiras de mi blusa y besa mis hombros. Me arqueo hacia atrás y él me sujeta, sin dejar de besarme el cuello.
Nuestras bocas vuelven a unirse. Mete sus manos dentro de las mangas de mis shorts, acariciando mis piernas con calma.
—¿Qué hablabas con Luis? —me pregunta, mirándome serio.
—William... sin escenas de celos. Eso es para personas que tienen una relación seria —le susurro.
—¿Dime que no te molestó verme con la otra seleccionada? —insiste.
—No —le respondo, bajándome de sus piernas.
—Eres una gran mentirosa —dice, poniéndome contra el sofá. Se me viene encima, besándome con más fuerza.