 
                            Ella necesita dinero desesperadamente. Él necesita una esposa falsa para cerrar un trato millonario.
El contrato es claro: sin sentimientos, sin preguntas, sin tocarse fuera de cámaras.
Pero cuando las cámaras se apagan, las reglas empiezan a romperse.
NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Rumbo al paraíso (o al infierno)
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...CAPÍTULO 13...
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...EMMA RÍOS...
No sé si alguna vez has intentado meter toda tu vida en dos maletas, pero es una experiencia cercana a una crisis nerviosa.
Susan estaba parada frente a mí con los brazos cruzados, mirándome como si yo fuera un experimento fallido.
—Emma, no estás huyendo del país, solo vas a casarte —dijo, con ese tono suyo entre sarcasmo y agotamiento.
—Exacto, casarme, con un hombre que me da órdenes hasta por mensaje. ¿Qué esperas? —repliqué, sosteniendo un vestido que no sabía si doblar o quemar.
—Espero que cierres la maleta antes de que Leonardo baje a revisar y te dé otro de sus discursos sobre la “eficiencia”.
—Ay, sí, porque lo que más amo es que un millonario me diga cómo empacar —dije rodando los ojos.
Susan suspiró y me arrebató el vestido.
—Tranquila, futura señora Blake. Si todo sale bien, en Grecia te vas a olvidar del estrés.
—¿Y si no?
—Pues, al menos las fotos van a quedar hermosas —respondió con una sonrisa pícara.
No supe si reír o llorar.
Mientras ella cerraba las maletas, mi mente seguía atrapada en lo que me había dicho Gisela la noche anterior. Leonardo había adelantado la boda… por mí.
No sabía si eso lo hacía un idiota con corazón o un manipulador con sentimientos accidentales.
Bajamos al vestíbulo de la mansión Blake.
Ahí estaba él. Leonardo.
De pantalón negro, camisa blanca impecable, y esa expresión tan fría que parecía tallada en mármol.
Pero sus ojos… sus ojos me recorrieron como si estuvieran verificando que todo estuviera en orden. O como si buscaran algo más.
—¿Lista? —preguntó, sin sonreír.
—Lo estaría más si me hubieras dicho lo de Sofía —respondí, cruzándome de brazos.
—No era necesario complicarte.
—¿No era necesario complicarme? —repetí, imitándolo con tono burlón—. ¿Sabes qué más no era necesario? Darte las gracias por algo. Pero esta vez si te las mereces.
Gisela soltó una risita desde atrás, mientras Susan fingía revisar el celular para no intervenir.
Leonardo respiró hondo, claramente conteniéndose.
—Solo quería que tuvieras tiempo con tu hermana —dijo al fin, con voz baja.
Me tomó por sorpresa la sinceridad en sus palabras.
—Podrías habérmelo dicho.
—Y tú podrías no meterte en bares con tu ex —replicó con la misma calma asesina.
—¿Quieres que hable de la Barbie? —le respondí.
—Ya basta, niños —intervino Gisela, empujándonos hacia la puerta—. El jet espera, y si seguimos discutiendo vamos a llegar a Grecia divorciados antes de casarnos.
Susan soltó una carcajada.
—Yo pago por ver eso.
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El jet privado de los Blake era… bueno, una mansión voladora.
Asientos de cuero beige, vino espumante, y hasta una cama al fondo con cortinas de terciopelo. Me sentí como una plebeya infiltrada en una película de multimillonarios.
Me senté junto a la ventana mientras Susan y Gisela conversaban animadamente. Leonardo estaba frente a mí, revisando papeles en su laptop, con esa seriedad suya. Se veía muy concentrado.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —dije finalmente.
—Depende —contestó sin levantar la vista.
—¿Qué pasa si en Grecia decido no casarme?
Él alzó la mirada, y su ceja se arqueó apenas.
—Tendrás una demanda de veinte páginas por incumplimiento de contrato, una reputación destruida y… —cerró la laptop—, un enemigo muy poderoso.
—Qué romántico —murmuré—. Justo lo que soñé de niña.
—Y yo soñé con una esposa que no discutiera todo el tiempo, pero aquí estamos —replicó, y volvió a mirar sus papeles.
Gisela casi escupe el champán de la risa.
—Por favor, ustedes dos son el uno para el otro.
El vuelo duró unas horas, pero entre los intercambios sarcásticos y los silencios tensos, se sintió como una eternidad. Cuando aterrizamos en Grecia, se podía sentir en el aire ese olor salado del mar y los olivos.
Nos esperaba una limusina negra y, detrás, un séquito de fotógrafos y curiosos.
Susan me entregó unas gafas de sol y susurró:
—Sonríe como si lo amaras, no como si quisieras estrangularlo.
—Si supieras lo complicado que es hacer eso—respondí.
—Solo sonríe, querida.
Leonardo me ofreció su brazo. Dudé por un segundo, pero lo tomé. Su piel estaba cálida, firme, y por alguna razón, ese simple contacto me dejó sin aire.
—Tranquila, Ríos —murmuró con una sonrisa apenas perceptible—. Solo es parte del show.
—Oh, no te preocupes, querido esposo —le susurré al oído—. Sé fingir muy bien.
—Lo sé —respondió, mirándome con esa intensidad que me incomodaba.
Llegamos al hotel donde se realizaría la ceremonia: una villa blanca con vista al mar Egeo, flores en cada esquina y un aroma a jazmín que me recordó lo poco normal que era mi vida ahora.
Susan y Gisela fueron directo a revisar los preparativos. Leonardo desapareció tras un llamado de negocios, y yo quedé sola en la terraza, observando el atardecer.
Por un momento, cerré los ojos y dejé que el viento me despeinara.
Todo parecía tan irreal.
Mi hermana iba a entrar a cirugía en una semana. Yo estaba a punto de casarme en Grecia con un hombre que no amaba… o al menos, eso quería seguir creyendo.
De repente mi celular vibró en mi bolso.
Un mensaje de Sofía.
*“Em, vi las fotos del viaje 😍. Te ves hermosa. Estoy tan feliz por ti. Prométeme que serás feliz. Te quiero muchísimo ❤️”*
Tragué saliva, sintiendo que el corazón se me encogía.
—Prometido, Sofi… —susurré.
Detrás de mí, escuché pasos.
Leonardo estaba de pie, observándome.
Sin traje, relajado sin ese semblante de CEO, solo con una camisa arremangada y esa mirada que no sabía si me analizaba o me desnudaba.
—Mañana revisaremos el itinerario, hoy descansa—dijo, rompiendo el silencio.
—Perfecto, jefe —contesté sin girarme.
—Y Emma… —Su voz sonó más baja, casi un suspiro—. No te preocupes. Todo saldrá bien con tu hermana.
Giré apenas, lo suficiente para cruzar su mirada.
Por un instante, vi algo ahí: calidez, vulnerabilidad… tal vez un rastro de cariño.
—Gracias —respondí, con una sonrisa pequeña.
Él asintió y se marchó.
Yo me quedé mirando el horizonte.
qué bueno ....porque estaba pensando en varias maneras de desaparecer te sin dejar rastros 🤫😎
impotencia, dolor, decepción y amor....tan igual como Emma 🤦🏼♀️
tú gran CEO....te buscas una pendeja que te aguante tus delirios y todos felices
Escrito
😤🤦🏼♀️.... ay.....es que me lleva....
Yazz..... siento que las bilis se me revuelven del coraje !!!!! 😤😤😤😤😤