Dulce Venganza

Era domingo en la noche, Michel estaba recostada en el sofá, los celos y la frustración la estaban consumiendo, y en un intento por ahogar esos sentimientos, había tomado una botella de vino. Al tercer vaso, los pensamientos se volvieron más oscuros y el peso de su manipulación la asfixia.

De repente, tocan a la puerta, interrumpiendo el torbellino de emociones. Se levanta y camina hacia la puerta, al abrirla se encontraba Daniel en el umbral.

- ¿Daniel? - dijo Michel con la voz ligeramente quebrada y la copa de vino en una de sus manos temblorosa.

- ¿Puedo entrar? Michel, necesito hablar contigo - respondió Daniel, su voz también reflejando una mezcla de emociones.

- ¿Qué ocurre? ¿Todo bien con tu noviecita?

Daniel suspiro. Se sentó en el sofá.

- Michel, vine porque... me siento culpable, todo este plan... Luna no merece esto. Ella es una persona maravillosa y lo que estamos haciendo está mal. No sé si puedo seguir adelante con esto.

Michel puso la copa en la mesa y se acercó a Daniel, se sentó a su lado y empezó a acariciarlo.

- Daniel, tú sabes que esto es lo mejor para todos. Tu madre sabía lo que hacía. Es solo una etapa, después podremos estar juntos como siempre lo planeamos.

Michel lo besa apasionadamente. Daniel se deja llevar, pero la culpa vuelve a surgir y se separa de Michel.

- No, Michel - respondió Daniel, su voz más firme - No es solo una etapa, estoy empezando a sentir algo por ella, no puedo seguir manipulando la de esta manera.

Michel se quedó en silencio, sintiendo cómo su mundo se desmoronaba, el plan se estaba desmoronando, y todo lo que había trabajado estaba en riesgo.

Se levantó y se empezó a desvestir poco a poco, dejando que los ojos de Daniel la recorrieran, Michel tenía un hermoso cuerpo que podría enloquecer a cualquiera.

- Daniel, por favor... - le susurro al oído - sé que me amas, que estás confundido. Déjame darte una noche que te hará recordar porque hacemos esto.

Daniel no puso resistir más sus bajos instintos y cedió a la lujuria y la pasión que le ofrecía Michel esa noche.

Mientras que Daniel se dejaba arrastrar por sus bajos instintos, Luna, estaba en el aeropuerto para recibir a Julieta, que viajo para ayudarla a preparar la boda.

- ¡¡Julieta!! - grito Luna, mientras hacía señales con las manos.

Julieta al verla corrió a su encuentro y se dieron un gran abrazo.

- ¡¡Luna!! Que alegría verte de nuevo. Y bueno aquí estoy para ayudarte en lo que necesites.

- Gracias, de verdad, eres lo único que tengo, eres mi hermana.

Las dos chicas salieron del aeropuerto, rumbo a un restaurante para cenar y pasar una noche de chicas hablando y poniéndose al día.

Luna le contaba a Julieta todo lo había pasado en esos pocos meses. Desde que había llegado.

- De verdad estás muy enamorada.

- ¿Se me nota tanto? - dijo con una gran sonrisa.

-Si, muchísimo - dice soltando una carcajada.

De repente la sonrisa de Luna desapareció.

-¿Qué pasa? ¿Recordaste a tu mamá? - le pregunto Julieta.

- Si, desearían que estuviera aquí. - dijo con la cabeza baja.

- Ella siempre está contigo. - dijo Julieta y la abrazo.