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La Niña Del Capo

La Niña Del Capo

Status: Terminada
Genre:Completas / Mafia / Dominación / BDSM / Diferencia de edad
Popularitas:923.6k
Nilai: 4.9
nombre de autor: Yesenia Stefany Bello González

Stefano Messina es el nuevo Capo de la ´Ndrangueta, un cargo que nunca pensó que tendría. Para seguir siendo el jefe debe cumplir las reglas que le ha impuesto su hermano, siendo la más importante mantenerse alejado de Inés Guzmán. La dueña de sus fantasías más perversas.
¿Podrá hacerlo o caerá ante la dulzura de la única mujer que no puede tener?

NovelToon tiene autorización de Yesenia Stefany Bello González para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Declaración acelerada

Inés

Entro al departamento con una inusitada energía, a pesar de que son las seis de la mañana y la ciudad comienza a despertar a mis pies. Abro el ventanal que da a la terraza y observo el Central Park.

Hoy cumplo una semana viviendo con Stefano, y la verdad no pensé que fuera tan fácil convivir con él. Es como si hubiésemos hecho esto antes.

Suspiro mientras me quito mis zapatos. El bar estaba repleto, estuvimos atendiendo mesas hasta las cinco de la mañana, pero no pienso quejarme. Sobre todo ahora que el nuevo socio de Joseph nos subió el sueldo a cuarenta dólares la hora. Cosa que nos tiene a todos muy felices.

–¿Qué haces afuera? Cogerás un resfrío.

Me giro hacia la voz de Stefano, quien por su aspecto también viene llegando.

–Pensé que estabas durmiendo –digo mientras entro a la casa. No me había dado cuenta del frío que hace.

–Trabajo –dice.

Entro y cierro el ventanal a mi espalda y solo entonces veo las manchas de sangre en la camisa blanca de Stefano.

Me acerco a él de inmediato y tomo sus manos, que están lastimadas con cortes.

–¿Estás bien? –pregunto mientras beso sus nudillos.

–Mejor que nunca –susurra.

–¿No duele? –interrogo al ver el corte profundo en su palma.

–Ya no –murmura.

–¿Seguro? –pregunto mirando la profundidad de sus ojos color acero.

–Seguro. Iré a darme una ducha y me vendaré la herida. Sanará en unos días –dice alejando mi mano de la suya.

–Yo prepararé el desayuno –digo cuando comienza a alejarse–. Como un agradecimiento por esta semana.

–Gracias –dice antes de desaparecer en dirección a su habitación.

Abro el refrigerador para ver lo que puedo cocinar y me decido por unos panqueques con fruta.

Saco todos los ingredientes que necesito y los coloco sobre la isla. Lavo mis manos y comienzo a preparar la mezcla de panqueques. Una vez que está lista la dejo reposar mientras pico las fresas y las bananas.

Enciendo la cocina y comienzo a preparar los panqueques mientras la cafetera muele el café.

–Eres una de esas –dice la voz a mi espalda, sobresaltándome.

Estaba tan absorta en lo que estoy haciendo, que no lo escuché venir.

–¿De esas?

–Sí. Usas un plato para voltear el panqueque–. Toma la panquequera hace una maniobra con su mano y el panqueque vuela alto y se voltea antes de caer–. Así es mucho más fácil.

–¿Cómo aprendiste a hacer eso?

–Nona me enseñó. Desde pequeño me metía en la cocina y observaba todo lo que hacía. Cuando tuve la edad suficiente me enseñó a cocinar. Es una de las cosas que más me gusta hacer. Me relaja.

–Enséñame –pido.

–Tienes que tomar el mango y sacudirlo hacia arriba. Así –explica y vuelve a voltear el panqueque–. Ahora tú.

Tomo el mango y repito lo que él hizo, pero no pasa nada.

Lo miro con el ceño fruncido y él se ríe.

–Con más fuerza, cariño –ordena con ternura y yo me derrito un poco más.

Repito el movimiento y el panqueque vuela alto, pero no se voltea del todo, cae a la panquequera doblado a la mitad.

–Mierda –digo.

Stefano toma el mango y hace un movimiento más débil y el panqueque ya no está más doblado.

Baja la llama y se coloca detrás de mí.

Uso todas mis fuerzas para no recostarme en su pecho.

Toma mi mano y me hace sujetar el mango con la suya encima de la mía. El calor que emana su mano calienta mi brazo y mi pecho.

–Así –susurra y mueve la mano y ambos vemos como el panqueque se gira en el aire.

–De nuevo –pido y sin poder evitarlo me pego más a su cuerpo.

Hace el movimiento y la magia vuelve a suceder.

–Ahora tú –dice soltando mi mano.

Quiero llorar al perder su calor, pero no lo hago porque Stefano apoya su mentón en mi cabeza y ese movimiento me hace temblar de satisfacción. Me gusta tenerlo cerca de mí.

Hago la maniobra y veo como el panqueque sube y se voltea antes de caer nuevamente.

Me giro con una enorme sonrisa y me reciben sus ojos que ahora están completamente negros, como un predador antes de atacar.

Acerca su nariz a la cima de mi cabeza y respira profundamente.

–¿Me estás oliendo el cabello? –pregunto en un susurro.

–Me gusta tu olor –dice con voz ronca y profunda–. Tan dulce, tan inocente.

Me gustaría decirle que a mí también me gusta su olor, que me gusta cada parte de él, pero no lo hago.

Subo mi mano y la coloco sobre su pectoral, por encima de su camiseta. Puedo sentir como su corazón golpea contra mi palma. Late tan deprisa como lo está haciendo el mío.

–Creo que necesito una ducha –susurra.

–Recién te diste una.

–Sí –dice–. ¿Qué estás haciendo conmigo?

–¿Qué?

Toma mi mentón en su mano y me obliga a mirarlo.

–Tienes que detenerte, Inés, no soy de hierro.

Ignorando sus palabras acerco mi nariz al nacimiento de su cuello y respiro profundamente. Huele a cuero, a madera y a él. Ese olor masculino y especiado que logra que todos los vellos de mi cuerpo se ericen.

–Por favor –pido aunque no sé qué es lo que estoy pidiendo. Lo único que sé es que necesito más cercanía.

Subo mi mano y enredo mis dedos en su cabello que todavía está húmedo por la ducha. Tiro con delicadeza de él y Stefano gruñe y me gira, haciendo que mi espalda choque con la puerta del refrigerador.

–Eres una niña. Mi niña –susurra con dolor.

–No soy una niña, pero me gusta ser algo tuyo –devuelvo de inmediato, sin preocuparme en qué pueda pensar de mí–. Me gusta ser tu niña.

–Mía –murmura mientras sus labios recorren mi frente. Besa mis ojos, los cuales se cerraron por su cercanía–. Mía –repite. Sus labios recorren mi mejilla, mi nariz y la línea de mi barbilla, haciéndome gemir por el calor que siento recorrer todo mi cuerpo, calentando lugares que no sabía que tenía–. Mi dulce niña –susurra antes de que sus labios toquen los míos.

Siento como todo mi cuerpo se derrite y se funde con el suyo cuando enreda sus dedos en mi cabello y me obliga a abrirme para él. Su lengua se enreda con la mía y me enseña lo que es el verdadero placer.

–Mmmm –gimo al sentir su sabor y su calor.

–Tan dulce –masculla en mis labios antes de morder y tirar de ellos–. Lo que le haría a esta boca –susurra entre jadeos.

–Haz lo que quieras conmigo –pido–, pero por favor no te alejes.

Gruñe antes de volver a besarme. Me pierdo rápidamente en su forma de besar. He besado antes, pero nunca sentí lo que estoy sintiendo en este momento. Calor, deseo, miedo y una enorme necesidad por tenerlo más cerca.

¿Cómo es posible que pueda sentir tanto con un beso?

Quizá es porque se trata de él. De Stefano, el hombre que siempre he amado.

Es verdad. Lo amo desde que tenía dieciséis años. Pensé que era un capricho, pero ahora sé que no lo es.

Su lengua se retuerce contra la mía y no puedo evitar gemir al sentir ese movimiento en mi centro, que palpita con fuerza.

Toma mi pierna y la sube a su cadera. Sollozo al sentir la evidencia de su deseo presionando contra el vértice de mis piernas.

–Sí –susurro en sus labios. Enredo mis dedos en su cabello y luego paso mis uñas por su mandíbula, acercándolo más a mí–. Te amo –susurro antes de volver a besarlo, pero de inmediato sé que cometí un error.

Stefano se tensa y antes de darme cuenta se aleja de mi cuerpo.

–¿Qué? –pregunta en un susurro.

–Que te amo –digo.

Pasa la mano por su cara antes de hablar: –Esto fue un error.

–¿Un error? –pregunto con miedo.

–No puedes amarme, Inés –masculla con los ojos entornados con miedo y algo más que no puedo identificar–. Estás confundida.

Me cruzo de brazos, sintiéndome triste y furiosa a la vez.

–Sé lo que siento.

–No. No lo sabes. Eres una niña –devuelve con furia–. No quiero que vuelvas a repetir algo así nunca más.

El olor a quemado me da la excusa para darle la espalda. Apago la cocina y seco las lágrimas que comenzaron a caer por mis mejillas.

–Ahí tienes tu desayuno –susurro sin mirarlo–. Buscaré un lugar dónde quedarme.

–Nessy –me llama con el nombre que usan las personas que me aman y eso es lo que me rompe.

Tomo mi bolso y mis zapatos, y salgo del departamento ignorando sus intentos de hablar conmigo.

Estoy comportándome como la niña que él piensa que soy, pero no puedo hacer algo distinto.

Hoy mi corazón ha sido lastimado y necesito tiempo y espacio para pensar qué es lo que haré.

1
Anonymous
jajaja jajajaja
Anonymous
mmmmm ja no lo puede evitar esta enamorado
Anonymous
mmmm está atado de manos por el poder
Anonymous
el teme perder su puesto de jefe
Anonymous
con tal de estar cerca, claro yo también me lo imagine
Anonymous
jajajaja se fue a bajar la calentura
Anonymous
mucho acercamiento
Anonymous
no logra olvidar a de ser muy duro
Anonymous
jajaja
Anonymous
y cómo no si nunca a trabajado es una princesa
Anonymous
enamorado esta
Anonymous
sin querer
Anonymous
qué bárbara tan rápido ya la encontró
Anonymous
como dice Ines, jaja si supieran
Anonymous
este capo esta lukis
Yise
🤣🤣🤣🤣🤣🤣A mamona lo has matado y sepultado, para sacarlo de su tumba y volverlo a sepultar 🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣Pobre cosita feaa🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣la ereccion se le fue a la suela de los zapatos 🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣
Yise
Dios mio 🤣🤣🤣🤣🤣el lobo feroz esta por romper sus atadurasss🤤🤤🤤🤤
DAINADIE ZAMOR
Magnífico
Mayra Esther Lam
Excelente
Mayra Esther Lam
Bueno
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