Estar casada con el amor de tu vida suena como un sueño hecho realidad; incluso si sólo eres un reemplazo de su gran amor.
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Capítulo 4
Mientras conducía a casa, era como estar en piloto automático.
Llegué a casa, el lugar en el que había compartido dos años de mí vida con Daven, observé el lugar, nuestra sala; habitación, y nuestras fotos... Tomé todo y lo arrojé fuera de la casa.
Todo, desde lo más valioso hasta lo más barato.
Mí esposo no me creyó, me pidió el divorcio y besó a otra mujer delante de mí.
Me sentía vacía; ya no lloraba, algo murió dentro de mí ese día.
Me desconecte por completo, durante tres días seguidos. No usé el teléfono, computadora, tampoco vi la televisión. No quería ver noticias de mí esposo con otra mujer.
Al tercer día, fui citada en la corte. Me levanté y, apesar de mí dolor, decidí arreglarme, porque no iba a dejar que ellos vieran mí estado patético.
Usé un vestido tubo de color negro, era largo hasta los tobillos. Tacones negros. Me maquillé y solté mí cabello, al ser de color blanco, me hace ver más llamativa debido a la ropa oscura.
Decidí usar negro, ya que mí amor estaba de luto.
Llegué al juzgado, caminando hacia mí lugar asignado, seguida por mí abogado.
Pude ver cómo mis ahora ex-suegros hablaban y bromeaban con Marizza, tal y como solían hacerlo conmigo. Ella levantó la vista y quedó desconcertada por mí apariencia, pero rápidamente se recuperó, adoptando su aire de superioridad.
—Oh, parece que hiciste un esfuerzo, pero no sirve de nada, porque Daven...
Crucé junto a ella, ignorando su presencia. Ella se irritó cuando la dejé con la palabra en la boca.
Pasé junto a Blake y trató de hablarme, pero tampoco lo reconocí.
Finalmente, llegué dónde Daven, él me observó con la boca abierta y la confusión en su mirada fue visible para mí.
—Evangeline...
Trató de acercarse a mí, pero mí abogado lo detuvo.
—Vuelva a su lugar, señor Worwick. –Su órden no dejaba lugar para quejas, finalmente, Daven asintió y fue a su lugar–.
El juez llegó y comenzó con el caso pero, siendo honesta, no estaba escuchando nada de lo que decía. No fue hasta que mí abogado me habló, en voz baja.
—Si seguimos así, podremos hacer que te dé la mitad de todo lo que tiene. –Me informó y lo observé–. –No quiero nada, abogado. –Él me observó estupefacto–.
—¿De qué hablas? Estuviste casada con él por dos años, te corresponde. –Insistió y volví a negar–. –Sólo quiero que Daven Worwick desaparezca de mí vida, para siempre.
—¡Pero, señora!
—Te estoy pagando, así que haz lo que te digo.
Él suspiró y asintió, caminó hacia el juez y le susurró mí deseo. El juez me observó un momento y asintió.
—La señora Windsor no quiere nada del señor Worwick. –Escuché jadeos en la sala, pero no volteé. Ví cómo Daven se puso de pié, tratando de acercarse a mí, pero los policías lo detuvieron–. –¿Está usted segura, señora Windsor? –Cuestionó el juez y asentí–.
—Bien, oficialmente están divorciados.
Ambos nos acercamos a firmar unos últimos documentos, firmé primero porque lo único que quería era salir de ese lugar.
Daven me observó, pero no le devolví la mirada.
Al terminar, salí del juzgado.
—Evangeline... –Lo escuché llamarme, pero fue interrumpido por un chillido de emoción, era Marizza, quien se arrojó a sus brazos besándolo y él no la apartó.
—Por fin podemos estar juntos, mí amor. –Exclamó ella, con fingida emoción porque yo sabía que se estaba burlando de mí–.
Subí a mí auto y fui a la empresa, la misma a la que no he ido desde hace tres días. Al llegar, vi a James, quien me observó con simpatía.
—Evangeline...
—Por favor, dale ésto al director cuando lo veas. –Le entregué mí carta de renuncia y, sin decir nada más, me fui–.
Mientras conducía, no pude evitar recordar la primera vez que conocí a Daven. Él tenía dieciséis años y yo once, fue amor a primera vista; por mí parte.
Ese día estaba jugando con Blake cuando Daven llegó, tan pronto como lo vi; me quedé hipnotizada.
Él fue mí primer amor de la infancia, lo amaba demasiado, incluso cuando supe que él estaba enamorado de Marizza.
Trataba de pasar tiempo en la casa de Blake todos los días, sólo para poder ver a su hermano. Estuve así por muchos años y llegué a resignarme pensando que Daven nunca me vería como algo más que «La amiga de su hermano menor» así fue, hasta que cumplí diecinueve años de edad.
Para ese entonces, todos estábamos en la iglesia, esperando a que comience la boda. Si, yo estuve ahí. Daven se veía perfecto en el altar, esperando a su futura esposa. Estaba nervioso, pero también muy emocionado.
—Debería pagar a matones para que retengan a Marizza así no viene a la boda y Daven se enamora de mí. –Bromeé en voz baja a Blake, él se rió y negó–. –Incluso así Daven no te querría. –Bromeó, dándome un empujón juguetón–.
Los minutos pasaban y Marizza no llegaba, la sonrisa de Daven se iba convirtiendo muy lentamente un rostro inexpresivo. Los murmullos comenzaron a llenar el lugar y la tensión era palpable.
—Por favor, tomemos un descanso. –Dijó Daven, mientras se iba a un lugar apartado. Blake, sus padres y yo intercambiamos miradas preocupadas y lo seguimos–.
Al llegar, lo vimos con el rostro enterrado en sus manos.
—Una hora tarde... Ella no vendrá. –Informó, mientras las lágrimas llenaban su rostro–.
Incluso si no quería que se casara con otra, no me gustaba verlo sufrir así.
—Daven... –Me acerqué, abrazándolo–. Podemos esperar un poco más, sólo se retrasó. –Intenté convencerlo, pero él negó–.
—Entonces... ¿Qué haremos ahora? La gente está esperando una boda. –Comunicó Blake, mientras observaba a las personas que esperaban pacientemente–.
—Evangeline. –Daven me llamó y lo observé–. Me amas, ¿Cierto?
La preguntae tomó por sorpresa, si, no era ningún secreto que estaba enamorada de él.
—Sí...
—Entonces cásate conmigo. –Pidió y me quedé en shock–. –Daven, así no es como funciona... –Intentamos hacerlo entrar en razón, pero él no quiso escucharnos. Quizás haya sido por despecho, pero él realmente quería llevar a cabo esa boda–. El vestido que Marizza iba a usar está ahí, sólo pontelo y di que sí. –Sin más que decir, regresó al altar pero ya no esperaba a Marizza, me esperaba a mí–.
A pesar de mis dudas iniciales, accedí. Me puse el vestido que era de Marizza, me quedaba grande porque ciertamente no tenía mucho con que llenarlo.
Pero, no importaba, por fin iba a casarme con el amor de mí vida. Era una oportunidad entregada por los dioses, no iba a desaprovecharla.
Así fue como nos casamos.
Tenía miedo, no quería que él me viera como un reemplazo hasta que Marizza volviera, yo no era eso.
Y, para mí sorpresa, era como si él hubiera borrado por completo a Marizza de su vida. Me trataba bien, hacíamos el amor de forma constante y nunca, nunca mencionó el nombre de su ex.
Confiaba plenamente en él y creí que él confiaba en mí, que equivocada estaba.
¿Cómo pude si quiera pensar que un matrimonio que comenzó de ese modo, acabaría bien? Debí haber estado cegada por mí amor por él.
Ahora veo todo con claridad; sólo fui un reemplazo momentáneo, algo sin valor. Nuestro amor nunca existió.