El Emperador Alfa Y Su Lindo Omega

Carlos desde muy pequeño aprendió a sobrevivir en las calles de Santiago de Chile, ya que creció en un orfanato que para nada lo trataban bien. Lo maltrataban, pero lo que ocasionó que se escapara de aquella institución, fue que casi abusan de él sexualmente. Si ya abusaban físicamente porque lo maltrataban, pero sexualmente ya fue lo último para un niño de apenas 10 años.

Es así como pasó casi toda su niñez en las calles buscando comida en la basura, y pidiendo limosna, un día vió que estaban pegándole a un niño de casi 12 años dos años mayor que él y éste sin pensarlo lo ayudó, pero estos niños no se dieron cuenta de que a unos metros de ellos estaban siendo observados por un hombre que halló potencial en aquel menor que sin pensarlo defendió a un desconocido.

Se llevó ambos niños a su residencia, a su hogar para criarlo como suyo. Aquel hombre le enseñó todo.

A medida que estos niños iban creciendo también iban metiéndose más aquella organización de su padre adoptivo y de corazón.

Sin dudarlo le enseñó todo cómo manejar la droga, como distribuirla, como negociar, literalmente todo.

Aquel viejo desconfiaba de Raúl (Raúl es el niño que salvó Carlos el día que le estaban pegando).

Aquel anciano le enseñaba sus secretos solamente a Carlos, ya que Raúl a él no le daba mucha confianza, sí lo quiso mucho de pequeño, pero a medida que va creciendo iba viendo la envidia de ese tipo, y a él ya no le gustaba por ende solamente lo esencial aprendía Raúl y lo más importante lo aprendía Carlos.

Un día aquel viejo amanece muerto en su habitación por un ataque cardíaco, por ende a los 15 años Carlos quedaba como único heredero y capo de esa organización que se llamaba los Gatos Negros.

Obviamente, esto ocasionó mucha rabia en Raúl, ya que él era el mayor y por derecho tendría que haberle tocado a él, no a Carlos.

Aquel anciano no alcanzó a advertirle del corazón negro que tenía Raúl, y esto le costará a Carlos la vida más adelante.

¡A los 20 años de Carlos ya era todo un experto y era temido por todos, porque no se tentaba el corazón de acabar con la vida de un traidor, obviamente tenía una regla; ¡no mujeres, no niños!

¡La organización estaba consciente la regla de oro! No tocar ni a las mujeres, ni a los niños, si alguien faltaba esa regla simplemente lo mataban, ya que para Carlos la mujeres y los niños eran seres inocentes y no tenían nada que ver con lo que hacían el marido o el padre de aquellas personas.

Pero para Raúl es en una regla tonta, ya que el tráfico de humanos, tanto como trata de blancas, y como extracción de órganos, era un negocio rotundo literalmente cuando trató de decirle eso a Carlos este se volvió loco y lo golpeó hasta casi matarlo, ya que esa era su regla de oro y él era el jefe entonces no tenía por qué decidir por algo tan malo cómo trata de blancas y tráfico dé niños.

Carlos está consciente que es que no es ninguna Paloma Blanca, tiene sus manos manchadas con sangre, pero ¿a lastimar o hacer esas cosas a inocentes? Eso no estaba en su código.

---¡¿Qué carajos te pasa Carlos?!- Grita Raúl. --- ¡Solo te estoy dando ideas para que nuestra organización sea más grande! No es para que reacciones así, maldita sea.

---¡¿Qué me pasa, estúpido?!--- Grita Carlos. --- ¡Te dije, maldita sea, te dije que a las mujeres y a los niños no se les toca! Estoy consciente que soy un asesino, que no tengo mis manos limpias, ya que las tengo manchadas de sangre de muchos hombres, pero de ahí a meterme con gente inocente, eso sí que no. Así que te advierto, Raúl, vuelves a insinuar algo así y pondré una bala en tu cabeza y no me vas a tentar el pulso con tal de salvar la vida de esas personas. ¿Me entendiste o no me entendiste?-- Dice Carlos apuntándolo con el dedo, el rostro enrojecido de cólera.

Obviamente, esto lo llenó te odio a Raúl y así pasaron cinco años más. El negocio cada vez seguía más próspero y seguían creciendo, pero Raúl ya tenía la sentencia para su amigo. ¡Ja! "amigo", si es que ese traidor se puede llamar así.

Cuando llegó el momento de una entrega, Raúl traicionó a Carlos pegándole un balazo en pecho. Estaba cargando la pistola para acabar de matarlo, pero antes de que el alma salga del cuerpo de Carlos él levantó el arma propia. Tenía una única oportunidad. Apuntó la cabeza, matando en ese mismo instante al que alguna vez nombró amigo.

Es así como murió Carlos.

... O Eso pensaba él.

Abrió sus ojos, se encontró en una habitación que él no conocía. Estaba rodeado de lujos y a lado de él dormía un... hombre. Tenía rasgos femeninos, muy guapo, pero que asustaron al pobre confundido de Carlos.

Le encantaba a las mujeres por montón, entonces ver a un hombre en su habitación, en su cama, lo aterró.

Antes de decir cualquier estupidez los recuerdos vinieron a su cabeza. El joven guapo que duerme a lado de él es su esposo, que él es un emperador, en un Alfa.

"¿Un hombre lobo?" Piensa, el aire le falta, no no lo puede creer. La cabeza le da vueltas de pensar que está metido en una de esas estúpidas novelas que el traidor de su amigo leía en sus tiempos libres.

Lo que recuerda es que el idiota que ahora es su cuerpo traicionó de una manera tan vil a su pobre Omega, dejándolo embarazado. Claro que este no sabía que su Omega estaba embarazado, pero no existía motivo para humillarlo y botarlo del castillo como que si fuera una basura.

Todo por una Omega con el corazón tan negro como su alma.

Su corazón se apretó con culpa. Él no había hecho absolutamente nada, no él como tal, no obstante se haya atrapado en el cuerpo de quien obró con avaricia y maldad. Le dedicó una mirada al Omega recostado a lado suyo, cabello rizado cubría parte de su rostro, pero aun así se diferenciaban esas suaves facciones. ---Tú eres mi esposo--- Murmuró, la yema de sus dedos delineó la mandíbula del joven, temiendo de no despertarlo con su tacto. ---Haré las cosas bien contigo.

Continuará...

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