Una noche. Un secreto. Una obsesión que lo cambiará todo.
Stefania solo buscaba escapar.
Damián solo buscaba control.
Pero cuando sus mundos chocan en Atenas, el deseo los arrastra a una noche tan intensa que marca a fuego sus almas.
Ella huye antes de que él descubra quién es.
Él la busca sin saber cómo encontrarla.
Lo que ninguno imagina es que un lazo invisible ya los ata para siempre:
un hijo concebido entre la oscuridad y la pasión.
Cuando la verdad salga a la luz, deberán enfrentarse a sus familias, a sus demonios…
y a una obsesión que ni el tiempo ni la distancia han podido destruir.
La Obsesión del Jefe de la Mafia.
Un romance oscuro donde amar es peligroso…
pero pertenecer es inevitable.
NovelToon tiene autorización de Yesenia Stefany Bello González para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Amor a primera vista
Stefania Messina
Veo la tira blanca en mi hombro y arrugo mi ceño. No quiero marcas blancas en mi bronceado. Me quito la parte de arriba del bikini mientras espero que papá nunca se entere de esto.
Papá definitivamente me mataría si me descubre tomando sol en topless.
Suspiro antes de volver a recostarme y dejar que el calor del sol en mi espalda vuelva a adormecerme.
Siento que estas vacaciones se tratan de eso, de descansar y desconectar mi cerebro de todo lo que está pasando en mi familia. Es agotador tener que sonreír y fingir que estás bien para no arruinar sus días, pero la verdad, no me siento bien. Creo que hace mucho tiempo no me siento feliz.
Creí que ver a mis hermanos felices ayudaría a sentirme mejor, pero solo ha aumentado la amargura que me está consumiendo lentamente.
Pensé que esto sería más fácil. Pensé que el juego de la vida lo sería. Cuando era niña soñaba con enamorarme de un hombre tan bueno y tan guapo como mi papá. Soñaba con la vida que mi mamá tiene; vivir rodeada de mis hijos y con un marido que adore el suelo por el que camino, pero cuando crecí me di cuenta que lo que mi mamá tiene no es tan fácil de conseguir.
Al menos no lo ha sido para mí.
Supongo que el juego de la vida se les dio mucho mejor a mis hermanos, quienes hoy están muy felices juntos a sus parejas e hijos.
Todos tienen lo que yo siempre he soñado y supongo que tengo que aceptarlo.
Aceptarlo y aprender a vivir la vida que me tocó.
Arrugo el ceño antes de voltearme con los pechos al cielo. Debería doler menos, pero este dolor no deja de crecer. Ni siquiera he podido descansar de él en mis vacaciones.
Sacudo mi cabeza, cierro mis ojos y me obligo a pensar en nada más que el calor bañando mis pechos.
Vivir el presente es lo que tendrá que bastar por ahora.
–Pensé que vería este espectáculo en mi cama, pero imagino que esto es mejor a nada.
Abro mis ojos y me recibe la sonrisa de uno de los hombres con los que bailé anoche.
–Toma imágenes mentales y desaparece, guapo. Estás arruinando mi bronceado.
El calor vuelve a bañar mis pechos y maldigo cuando el idiota se sienta a mi lado.
–Soy Damián –se presenta.
–Y yo Afrodita –miento.
–Te queda –dice después de unos segundos.
Me siento sobre mi tumbona y lo miro directo a los ojos. Pese a estar sentada sobre una superficie a unos veinte centímetros sobre él, de alguna forma y gracias a su altura, nuestros ojos están casi al mismo nivel.
–¿Me estás siguiendo?
Sus ojos color whiskey iluminados por el sol chispean con diversión.
–¿Qué tan enojada estarías si te dijera que sí?
Medito su pregunta mientras pienso que este hombre merece un premio, porque en ningún momento sus ojos se han desviado a mis pechos. O es gay o tiene mucho control sobre su cuerpo, porque definitivamente mis pechos son merecedores de todo tipo de atención.
–¿Enojada? No ¿Preocupada? Tampoco –respondo con sinceridad. Papá me entrenó bien y podría defenderme sin problemas–. ¿Triste? Un poco, ya que si es cierto, ¿te das cuenta de lo patético que te hace ver?
Damián sonríe perezosamente. –Auch, que manera de lastimar mi ego.
Miro su torso desnudo y pongo mis ojos en blanco. –No hay forma de lastimar tu ego. ¿Qué quieres, musculitos? –pregunto mientras miro todos esos músculos brillar bajo la luz del sol.
Es una imagen tentadora, pero imagino que ya no caigo tan fácil como antes.
–Conocerte.
–¿Por qué?
Sus ojos dorados bajan a mis pechos concienzudamente, logrando que mi piel se sienta demasiado caliente sobre mi cuerpo gracias al hambre que veo en sus ojos.
–Porque me gusta lo que veo.
Miro su polla empujando su bañador y sonrío. –Si follar es lo que quieres tengo un tiempo ahora –digo y me obligo a mirar mi celular y bostezar–, pero a las seis tengo una reserva en un restaurante.
Vuelve a sonreír antes de incorporarse. Sujeta mi barbilla y me obliga a levantar mi rostro.
–Empecemos con una cena –propone–. Nos vemos en el restaurante.
–No sabes dónde cenaré.
Vuelve a sonreír. –Eso es lo que tú crees, nena. Nos vemos a las seis –dice antes de caminar hacia la costanera.
Me quedo mirando los músculos de su espalda y su trasero como la boba que soy. Damián gira su rostro y me ve comiéndomelo con los ojos. Vuelve a darme una de esas sonrisas que iluminan sus ojos dorados antes de continuar su camino.
Me dejo caer a la tumbona y niego con mi cabeza.
Que idiota tan guapo.
Pero soy más inteligente que antes y no caeré por un cuerpazo como lo hice docena de veces. Busco más y sé que no lo encontraré en un hombre que se ve como un maldito modelo de pasarela.
No todos tienen la suerte que tiene mi hermana.
Tomo mi celular y cancelo mi reserva en el restaurante. Hoy cenaré una comida rápida en cualquier local de comida que encuentre camino a mi hotel.
Eso le enseñará a ese presumido.
******
Miro los locales de artesanía y sonrío cuando veo un broche para el cabello en forma de un adorable conejo.
–¿Cuánto? –le pregunto al vendedor.
–Cinco euros –responde sin dejar de mirar su celular.
Rebusco en mi bolso por dinero. Mi sobrinita Olivia lo amará.
–Mierda –maldigo–. No tengo efectivo. ¿Aceptas tarjeta?
–Por una baratija como esa, no –responde groseramente.
Tomo el broche. –Pues me llevo la baratija –devuelvo molesta–. Espero que no te moleste, imbécil.
Salgo disparada, pero el vendedor se levanta y me alcanza.
–Ninguna pija con dinero como tú me va a robar –sisea enseñando sus dientes de oro.
–Quise pagarte, imbécil –siseo de vuelta y muevo mi brazo con brusquedad para que me suelte, pero no lo hace–. Deberías trabajar en tus modales. Tus habilidades de vendedor apestan.
–Mira, pija insolente –empieza, pero algo lo hace palidecer.
–¿Algún problema?
Me giro y por supuesto ahí está el imbécil del club al que fui a bailar.
–No, señor –responde el vendedor, asustado, y me suelta–. Solo un malentendido.
Damián pasa su brazo sobre mis hombros, como si fuéramos una pareja.
–¿Qué malentendido? –pregunta con una calma aterradora.
–Yo…–titubea el imbécil mientras pierde su bronceado con cada segundo qué pasa.
–¿Estás bien? –le pregunto preocupada por su semblante blanquecino–. Parece que estás a punto de desmayarte.
–Yo…–vuelve a enmudecer mientras sus ojos van de mí a Damián, sin detenerse–. Lo siento, señor. No volverá a pasar.
–Claro que no –responde el galancete a mi lado–. No volverás a tener otra oportunidad –dice antes de tirar de mí y caminar a mi lado–. No todos los vendedores en mi ciudad son así.
–¿Tu ciudad? –pregunto mientras giro mi cabeza y veo a un hombre adulto llorar–. ¿Qué le pasa?
–Nada aún –responde–. Entonces, ¿a qué restaurante vamos a comer?
Me detengo bruscamente y me separo de él. –Mira, si no fui lo suficientemente clara, no estoy interesada.
Sonríe. –Claro que lo estás.
Pongo los ojos en blanco y sigo caminando sin darle una mirada. Trabajo que me cuesta mucho, ya que el idiota está como para comérselo con pan.
–Me deseas.
–Sí, tanto –murmuro mientras miro un precioso vestido blanco tejido–. ¿Cuánto? –le pregunto a una jovencita.
–Doscientos euros –responde–. Está hecho a mano.
–Es precioso –digo–. ¿Recibes tarjeta de crédito?
La muchacha se apresura en asentir. –Está cartera va a juego.
Miro la hermosa cartera tejida con hilo blanco y mis ojos se transforman en dos corazones gigantes.
Amor a primera vista por una cartera.
Si tan solo mi vida amorosa fuera tan fácil.
–Lo llevamos –responde Damián y le pasa un montón de billetes de cien euros, que la muchacha recibe con ojos enamorados.
Algunas caemos por carteras y otras por dinero.
La muchacha me entrega el vestido y mi cartera en una bolsa de papel y sonriente la recibo. La saco, le tomo fotos y se la envío a mi cuñado. Le escribo rápidamente un mensaje: Inspiración para tu próxima colección.
Hay algo realmente hermoso en el diseño tejido, quizá Mauro pueda sacar algunas ideas.
Me responde el mensaje con un guiño.
Dejo mi celular y observo la mirada posesiva de Damián y arrugo el ceño.
–Oh, ¿la compraste para ti? –pregunto mientras pienso en una alternativa que me permita mantener la cartera.
–Es tuya –resuelve después de unos segundos.
–Te pagaré –juro–, pero debo ir al hotel a buscar unos euros, solo tengo mi tarjeta. ¿Aceptas transferencia?
Sus ojos vuelven a chispear con diversión. –Creo que debo acompañarte a tu hotel, para asegurarme de que me devuelvas mi dinero, pero primero deberíamos comer.
Muerdo mi labio inferior cuando debo confesar. –Anulé la reserva que tenía.
Damián pone los ojos en blanco. –Por supuesto que lo hiciste –dice tomando mi mano–, pero conozco un lugar que te encantará.
Antes de poder negarme está tirando de mí hacia la playa nuevamente.
A HUEVO!!!
vamos Stefy no seas egoísta y dale a Damian de tu comida y veras como se vuelve loco con su sabor...