Nueve Lazos De Magia

Tana se quedó oculta en aquella cueva hasta el amanecer, en donde, con algo de energía que había recuperado, mandó a unas aves para que revisaran el que una vez fue su hogar, y una vez las aves le informaron que no había nadie, Tana salió de su escondite y se dirigió a su casa.

Mientras caminaba por el pueblo, Tana miro con horror los cadáveres que estaban por todo el lugar, y si bien la mayoría pertenecían al bando enemigo, así que Tana no sentía pena alguna por ellos, el resto pertenecían a los forasteros, aquellos que habían muerto en manos de esos horribles hombres por no ser útiles, era algo realmente triste.

Al llegar a su casa, las ganas de llorar se apoderaron una vez más de la joven, quien se mordió el labio inferior hasta hacerlo sangrar, con tal de evitar llorar de nuevo, de nada servía llorar, ahora su prioridad era encontrar a Alejandro y con su ayuda rescatar a su familia.

Sin perder tiempo, Tana se dirigió a su habitación, en donde tomo su mochila para acampar, está ya estaba lista, llena de víveres y algunas cosas que le podían ser útiles, después fue al cuarto de sus padres, en donde comenzó a rebuscar entre sus cosas para encontrar alguna pista de donde comenzar a buscar a Alejandro, por lo Tana recordaba, Alejandro era un amigo de su padre, ella recuerda haberlo visto de niña en un par de ocasiones, cuando iba a visitar a su padre, pero desde hacía años el hombre no venía a visitar a su padre, pero estaba segura de que entre las cosas de su progenitor debía de haber una manera de contactarlo.

Lo primero que hizo Tana fue buscar en el teléfono de su padre, pero allí no encontró nada, así que comenzó a rebuscar entre su ropa, ya que su padre y su madre tenían la costumbre de guardar papeles entre la ropa y esperaba poder encontrar algo allí, pero entonces mientras buscaba, oyó que alguien entraba a la casa, y sin dudarlo invoco una daga de hielo, dispuesta a matar al intruso, pero antes de siquiera verlo, lo oyó.

- Tana, soy yo, Donovan, sé que estás aquí, te vi entrar – comenzó a hablar Donovan, quien al ver a la chica entrar a la casa no dudó en seguirla.

Donovan se había ocultado en una de las casas que ya habían sido atacadas, al fin y al cabo, las probabilidades de que esas personas volvieran a revisar los lugares que se supone que ya estaban vacíos eras muy pocas, sobre todo porque a aquellos a quienes perseguían huyeron al bosque, por lo que paso la noche escondido, al amanecer comenzó a recorrer el lugar, en busca de alguien que lo pudiera ayudar, aunque por seguridad se mantenía lo más oculto que pudiera, ya que si esas personas andaban cerca y lo veían, era hombre muerto, tras vagar por el pueblo unos pocos minutos, Donovan vio a Tana entrar a su casa, por lo que no dudo en seguirla.

- ¿Donovan? – se preguntó Tana, quien se dirijo hacia el hombre, quien se encontraba fuera de la habitación de los padres de la joven.

Al ver que si se trataba de Donovan, Tana desapareció la daga, y sin dudarlo saltó a sus brazos, feliz al ver que el hombre estaba bien, y es que Tana estaba segura de que los hombres de anoche lo habían matado, al fin y al cabo, Donovan tenía los ojos violetas, un color de ojos que no existe entre los de su especie, lo que la noche anterior era una condena de muerte.

- Estás vivo, creí que estabas muerto – le dice Tana, mientras unas pocas lágrimas de alivio resbalan por sus ojos, y es que es los últimos días, tanto Donovan como Marisol se habían hecho muy importante para la joven, por lo que Tana instintivamente busco a la niña, y al no verla su mirada se ensombreció.

- Tana, ¿qué está pasando? – le preguntó Donovan a la chica y por la desesperación en la voz del hombre, Tana supo que algo malo le había pasado a la niña.

Ante la pregunta de Donovan, Tana se queda callada, y es que responder esa pregunta conllevaba revelarle lo que ella y su familia eran en realidad, y aunque una parte de la joven le decía que Donovan ya sospechaba que no eran normales, al fin y al cabo tuvo que verlos pelear la noche anterior, otra parte de ella, la que juro de niña nunca revelarle a nadie lo que ella era en realidad, la hacía dudar.

- Yo, no sé por dónde comenzar – le contesta Tana.

- Puedes empezar por decirme, ¿qué son ustedes en realidad? Y ¿quiénes eran esas personas?, se llevaron a Marisol, ellos se la llevaron necesito saber a qué me enfrento si quiero recuperarla, es por eso que te pido, por favor, que me expliques que está pasando, te lo ruego – le dice Donovan, quién luce muy serio, pero a la vez desesperado, para nada era el hombre alegre con él de hace un par de días.

- Te explicaré todo, pero antes debemos irnos, ellos volverán, estoy segura – le dice Tana, quien entiende a la perfección lo que Donovan está sintiendo.

La joven vuelve a entrar a la habitación de sus padres, para seguir buscando, Donovan sin dudarlo entra tras ella y observa cómo la chica abre el armario de sus padres, para revisar en unas cajas que estaban en el suelo.

- ¿Qué buscas? – le pregunta Donovan, quien se deja caer a su lado.

- A alguien que puede ayudarme – le dice la joven, que dentro de un álbum encuentra una foto de su padre junto a Alejandro, y detrás de la foto hay un número – bingo, lo encontré – dice la joven, quien saca su teléfono para marcar, pero Donovan la detiene.

- No marques, al menos no con tu teléfono, si tienes razón y ellos van a volver, seguro están cerca y la señal de tu teléfono los podría alertar – le dice Donovan, quién estrella el celular contra la pared, ante la acción de Donovan, Tana no pude evitar pensar que hace solo unos instantes pudo haber arruinado todo al usar el teléfono de su padre, afortunadamente no había encontrado nada allí.

- Entonces, ¿cómo podré comunicarme con Alejandro? – pregunta la joven.

- Por un teléfono público, yo te ayudaré, ahora hay que irnos, ya me explicarás todo en el camino – le dice Donovan a Tana, quien asiente y sale tras Donovan, no sin antes guardar el álbum en su mochila, así como algo de dinero que encontró buscando en los cajones de la ropa de sus padres.

La pareja tomó unos de los autos, el más viejo que encontraron, ya que era un modelo sin GPS, y se subieron en el, como Tana, Donovan llevaba la mochila que había preparado para acampar, solo le agrego algunas cosas más, ya con todo listo la pareja puso el auto en marcha y avanzaron un par de kilómetros, cuando Tana le pido detenerse.

- ¿Qué pasa? – le preguntó Donovan, pero la joven no contestó, solo bajo del auto.

Tana a lo lejos puede ver el lugar que durante toda su vida fue su hogar y cerro los ojos recordando todos los buenos momentos que paso allí, y después coloco sus manos en el suelo, en donde por el asfalto, grandes líneas de fuego avanzaron hacia el pueblo, el cual comenzó a incendiarse por completo.

“Si algo llega a pasar, y alguno logra escapar, deben de destruir nuestro hogar, no debe quedar nada, porque cualquier cosa podría ayudar a nuestros enemigos a encontrar al resto y no podemos permitirlo” esa era algo que a Tana siempre le enseñaron y que en su ingenuidad, pensó que nunca tendría que llevarlo a cabo.

Tana hizo un hechizo para que el fuego no se expandiera más allá del pueblo, y para que este no se extinguiera hasta que todo el pueblo se viera consumido.

- Ahora si podemos irnos – le dice Tana a Donovan, a lo que el hombre solo asiente, sea lo que sea que fuera el secreto de Tana, era algo grande y Donovan era consciente de que se estaba metiendo en algo que seguramente lo sobrepasaría.