Emma es una mujer que ha sufrido el infierno en carne viva gran parte de su vida a manos de una organización que explotaba niños, pero un día fue rescatada por un héroe. Este héroe no es como lo demás, es el líder de los Yakuza, un hombre terriblemente peligroso, pero que sin embargo, a Emma no le importa, lo ama y hará lo que sea por él, incluso si eso implica ir al infierno otra vez.
Renji es un hombre que no acepta un no como respuesta y no le tiembla la mano para impartir su castigo a los demás. Es un asesino frío y letal, que no se deja endulzar por nadie, mucho menos por una mujer.
Lo que no sabe es que todos caen ante el tipo correcto de dulce.
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Derechos de padre
Renji
Emma se arrodilla frente a Dylan, quien comienza a toser. Su pecho tiene un extraño sonido.
–Necesita ver a un doctor –digo al verlo pálido.
–Está bien –devuelve Emma en un siseo.
–Está enfermo.
–Es solo tos –dice Dylan, mirándome nervioso–. ¿Eres mi papi?
Mi corazón se aprieta dentro de mi pecho cuando veo a mi hijo. Mi hijo. Aun no puedo creerlo.
–El señor Yamaguchi tiene que irse, cariño –dice Emma y quiero gritarle que no me iré, pero cientos de recuerdos de mi padre borracho deciden colarse ahora.
No. No dejaré que mi hijo me vea así.
–Nos vemos en la oficina –digo y es una advertencia–. No trates de huir de mí, Emma, porque te encontraré –agrego y salgo de su pequeño departamento.
Una vez que estoy en la calle me siento en la berma y miro a mi alrededor. El departamento es pequeño, pero al menos es un lugar seguro. Mi hijo ha pasado necesidades. No puedo creer que mi hijo, mi propio hijo, ha sufrido porque no ha tenido el juguete que ha querido cuando yo tengo cientos de millones de dólares en el banco.
Cubro mi rostro con mis manos cuando recuerdo su pijama. Le quedaba por lo menos dos tallas más grande e imagino que es una forma que tiene Emma de ahorrar dinero. Tenía arremangada sus mangas y la basta de su pantalón se arrastraba por el suelo.
Mi propio hijo ha tenido que pasar necesidades.
Mi hijo y su madre.
Maldita sea. Golpeo mi cabeza tratando de entender cómo fue qué pasó esto. Ayer era un hombre sin preocupaciones y hoy tengo un hijo que cuidar.
Cuando vi mi foto de niño lo supe, claro que lo supe. Dylan es igual a mí. Es como si alguien lo hubiese creado usando la plantilla que usaron en mi creación.
Un hijo. Mi hijo.
Trato de convencerme de que no le hubiese dicho a Emma que se haga un aborto, pero la verdad no puedo estar seguro. Tengo miedo ahora, y lo hubiese tenido en ese entonces.
Tanto miedo.
No quiero arruinarle la vida a mi hijo como mis padres lo hicieron conmigo, pero ya llevo mucha desventaja. En nuestro primer encuentro fui muy duro con él y hoy me vio borracho y haciendo un escándalo.
–Maldita sea, empecé mal, hijo mío, pero juro que mejoraré.
Me levanto y miro hacia el departamento y ahí está ella en la ventana, viéndome como si fuera algo salido de sus pesadillas, y probablemente lo soy, porque no pienso quedarme de brazos cruzados. Recuperaré a mi hijo, así tenga que pasar por sobre ella o sobre cualquier persona.
*****
Mi celular suena y cuando veo el nombre de Conor en la pantalla, hago una mueca. Cuando sepa la verdad me matará.
–Hola.
–Tenemos un problema. Revisa la foto que te envié al celular.
Alejo el celular y abro la aplicación de mensajería. Miro la foto tratando de entender por qué me enviaría una foto de Emma con distintos colores de cabello.
–¿Quieres abrir una peluquería? –pregunto tratando de entender–. Me gusta Emma con su cabello tal cual está –digo y me doy cuenta de que estoy hablando en serio, Emma es una mujer hermosa.
–Esas fotos son del FBI.
–¿FBI? –pregunto–. ¿Nowak? –cuestiono furioso.
Sé que el imbécil está muerto, pero si hay alguien ahí afuera intentando dañar a Emma, lo mataré, no me importa de quién se trate.
–No –dice y suspira cansado–. Emma está siendo buscada por su papá.
–Emma no tiene padres.
–No lo sabemos, no con seguridad. Emma no recordaba nada de su vida antes de Nowak. El FBI hizo una imagen de cómo creen que se vería la niña que desapareció hace dieciocho años. Su padre al parecer la está buscando desde hace casi dos décadas.
–Sus padres la vendieron –mascullo molesto–. No entregaremos a Emma, y mucho menos a Dylan, a esas personas que se atrevieron a vender a su propia hija.
–Según lo que averigüé fue la mamá de Emma quién la vendió cuando su marido estaba trabajando en Estados Unidos. Era adicta.
–¿Era?
–Se mató a los pocos años de haber entregado a Emma, la culpa imagino. Su verdadero nombre es Rosa Zepeda Quinteros, panameña.
–No sabemos si se trata de ella –discuto.
–La historia calza, Renji. Es un padre que ha pasado toda su vida buscando a su hija, merece encontrarla. Si Emma fuera mi hija y me hubiese sido arrebatada, créeme que no descansaría hasta encontrarla. Sé que nunca me rendiría.
Me siento en el sofá y miro hacia la ciudad. –No quiero a un extraño cerca de Dylan, Conor. No le diremos nada hasta averiguar si es verdad lo que dice y si podemos confiar en él.
–Es su abuelo.
–No me importa –mascullo–. No expondré a Dylan con un extraño que no conocemos.
–No es tu decisión. Tendré que hablar con Emma. Viajaré hoy mismo –dice y corta antes de poderle decir que todo lo que involucre a Dylan es mi puto asunto.
Tomo mi celular, sintiéndome furioso y llamo a mi abogado.
Es hora de reclamar mis derechos como padre. No dejaré que Emma ni Conor expongan a mi hijo.
No dejaré que viva lo que yo viví.
*****
–¿Tendré que demandarla? –le pregunto a uno de mis abogados.
Asiente y me pasa una carpeta con la demanda dentro.
–Tenemos que exigir la prueba de ADN.
–Sé que es mi hijo, no tengo dudas de eso –digo molesto.
–Es un requisito que tenemos que cumplir antes de poder exigir que tus derechos como padre sean exigibles.
¿Demandar a Emma?
Leo la demanda rápidamente, y asiento.
–Hablaré con la madre y tomaré una decisión.
–Como quiera, señor –dice el abogado–. Espero su llamada –agrega antes de salir de mi departamento.
Me levanto y camino hasta los enormes ventanales que cubren toda la pared. El edificio del Empire State se ve a los lejos. Ya está oscureciendo, pero es en la noche cuando esta ciudad se disfruta más, gracias al espectáculo de luces que ofrece.
Tengo que comprarle a Dylan un set de legos del Empire State. O mejor le compraré una impresora 3D para que podamos imprimir todas las piezas que queramos. Podríamos pasar horas armando edificios y torres sobre este piso de madera, el mismo piso de madera dónde sangré cada vez que mis padres me castigaron.
Juntos podríamos cambiar malos recuerdos por buenos, pero, ¿Emma lo dejará pasar tiempo conmigo?
Miro la demanda en mi mano y tomo una decisión. Ella elegirá si hacemos esto por las buenas o por las malas, pero tendrá que entender que Dylan es mi hijo y que tengo todo el derecho del mundo a pasar tiempo con él, así tenga que demandarla.
Imagino que pronto sabré qué camino tomar.
pudiste alargarle más pero así está perfecta espero sigas escribiendo