Tío: Un Amor de Otra Vida

— ¡¿No?! — dijo Sofía, sorprendida.

— Hermana, sabes que al tío Rafael no le gusta mucho que lo molesten. Para con eso — dijo Verónica, tirando de Sofía por el brazo.

— ¡Suéltame! — Sofía tiró del brazo bruscamente y, sorprendiendo a todos, subió las escaleras corriendo — ¡Tío Rafael, tienes que escucharme!

No solía correr tanto, cuando estaba arriba tropezó con sus propios pies y cayó… la caída parecía en cámara lenta y lentamente fue cayendo encima de Rafael, con su rostro golpeando el de él en casi un beso.

Instintivamente él la sujetó por la cintura y ella, con los ojos muy abiertos, tardó algún tiempo en percibir lo que había sucedido. Sus pestañas temblaban, casi tocando las pestañas de Rafael.

— Ti… ¡Tío! — dijo ella, mientras él la sujetaba por la cintura.

La silla de ruedas fue hacia atrás de repente, haciéndola gritar de susto y él la jaló rápidamente a su regazo y trabó la silla.

Sofía se levantó de un salto, con las manos en el rostro, toda avergonzada.

— ¡Tío, no fue mi intención! ¡Ay Dios mío! ¿Cómo voy a explicar esto? Yo solo quería conversar, no es exactamente lo que parece… ¿No es así, verdad?

— Sofía, ¿te estás tirando en el regazo del tío Rafael? Vaya, ¡qué patética eres! ¡Ni siquiera un discapacitado te miraría! Date tu valor — gritó Verónica, dejando caer su máscara.

Rafael entrecerró los ojos al dirigir una mirada fría hacia ella.

Magda dijo:

— Verónica, no sabía que eras tan grosera con tu hermana.

Hasta Lucas la miró, pensativo:

“¿Será que Verónica es en realidad quien sufre la persecución de Sofía?”

— N-no es bien así… solo me puse nerviosa. Quedé muy sorprendida con el comportamiento de mi hermana, discúlpenme por ella… — Verónica se arrodilló, con los ojos llorosos, ella siempre lloraba cuando quería manipular a las personas — Tío Rafael, discúlpeme por el comportamiento de mi hermana. Ella no tiene muchos modales, pero juro que tiene un buen corazón.

Rafael bufó, ignorando a Verónica, giró la silla de ruedas y fue alejándose.

Sofía se sintió derrotada. Ella fue tan determinada a conversar con Rafael y estropeó todo rápidamente.

Ella bajó la cabeza y dijo:

— Entonces no tengo nada más que hacer aquí. Me voy.

Triste, fue bajando las escaleras cuando oyó el motor de la silla de ruedas parar.

— ¿Por qué te vas? ¿No dijiste que querías conversar conmigo? — dijo Rafael, haciendo que Sofía se paralizara — Pero no vamos a mi cuarto. Vamos al escritorio.

— ¡Sí! ¡Sí! — Sofía saltó, volviendo a subir las escaleras y corriendo hasta Rafael.

Él la miró brevemente y dijo:

— No necesitas correr. Vas a acabar lastimándote.

— ¡Sí, tío Rafael! — dijo ella alegremente.

Lucas observó la escena con las cejas unidas y subió las escaleras detrás de ellos.

— ¡Lucas! ¡Hijo! — lo llamó Magda — ¿Y el desayuno que mandé preparar? ¿No vas a comer?

— Pídele a Verónica que te acompañe, madre. De repente me quedé sin hambre.

Él corrió, alcanzando a Sofía y Rafael.

— ¡Sofía! ¡Sofía! — la llamó — ¿Quieres reclamar sobre mí a mi tío? ¿Es eso?

Él intentó tomarla del brazo, pero esta vez ella tiró rápidamente, no dándole chances a él.

— ¿Por qué todo tiene que ser siempre sobre ti, eh Lucas? — preguntó ella — ¡Ya dije que no tiene nada que ver contigo! ¡Déjame en paz!

— ¿Me estás pidiendo que te deje en paz? — preguntó Lucas, con el rostro retorcido.

— ¡Lo estoy! ¿Y qué?

Él apuntó hacia ella y dijo:

— ¡No te olvides que eres tú quien anda corriendo detrás de mí! ¡Si sigues comportándote así, no me voy a casar contigo!

— ¡Ja ja ja! — Sofía simuló una risa — ¡No sabes cómo oír eso me hace feliz! ¡Imagínate lo horrible que sería mi vida casada con alguien tan podrido como tú!

Lucas de repente la empujó, haciendo que su espalda golpeara la pared.

— ¡Repite lo que dijiste! — dijo él furioso, apretando su hombro.

— ¡Jamás me casaría contigo! — respondió Sofía, mirándolo fijamente.

Lucas golpeó la pared al lado de ella, haciéndola encogerse. En la vida pasada nunca lo vio tan furioso así.

— Déjala en paz — dijo Rafael, con la voz baja y sombría.

— Pero tío… tú sabes, todo el mundo sabe que Sofía anda siempre siguiéndome como un perrito y ahora me está tratando así? ¡Ella merece una lección!

— Lucas Fontes, no voy a repetir… — dijo Rafael, ahora su voz parecía aún más peligrosa.

Un poco resentido, Lucas acabó quitando el brazo que impedía a Sofía entrar en el escritorio y rápidamente ella entró, huyendo de él.

Rafael entró y golpeó la puerta en la cara de Lucas, antes de que él entrara detrás.

Ahora estaban a solas, solo él y Sofía. Él la miró, que estaba masajeando los hombros doloridos, donde Lucas apretó. Sofía parecía distante con la mirada melancólica.

Ella renació hace pocos días, aunque intentara disimular, cada palabra, cada acusación, cada humillación de personas que ella amó, esas cosas aún le lastimaban.

Ella aún se preguntaba cómo Lucas podría ser tan cruel así. Ella siempre hizo de todo para agradarlo, actuaba como una tonta enamorada cuando estaba al lado de él y aun así, él intentaba lastimarla siempre que tenía oportunidad.

— ¿Necesitas un tiempo? — preguntó Rafael.

Saliendo de sus pensamientos, Sofía tragó los pensamientos negativos y suspiró, sonriendo enseguida.

— ¡No, tío! ¡Ahora todo estará mejor!

— Entonces dime, ¿de qué quieres conversar? Pensé que no me querías cerca.

Rafael dijo, recordando que ella le dijo que nunca más la buscara.

— ¡No! Te equivocaste. Yo nunca me acerqué no fue porque no lo quería cerca. Es que las personas me decían… bien mi familia me decía… en fin, eso no tiene importancia.

Ella intentó esconder el hecho de que las personas siempre la aconsejaban a nunca acercarse al tío de Lucas, decían que él era cruel y traicionero. Que solo consiguió heredar parte de la Fontes Asociados por medio de artimañas y chantajes, ya que era el hijo de una relación extramatrimonial.

Ni el apellido Fontes le fue dado y él usaba el apellido Castro, el apellido de su madre, la amante.

Todos en la empresa vivían repitiendo esos chismes y solo dirigían la palabra a Rafael con lo básico.

Sofía siempre lo vio solo, dejado de lado y hasta el momento ella también lo dejó solo, pero ahora, con los recuerdos de la vida pasada, ella pensó que eso era muy cruel. Y él no merecía oír las cosas horribles que las personas decían sobre él.

— Tío Rafael, a partir de ahora, quiero verte siempre. Por favor, acépteme como su asistente o hasta como cuidadora. ¡Quiero que me considere como su aliada para lo que necesite!

Rafael frunció la ceja, sorprendido con el cambio en el comportamiento de Sofía.

Él preguntó si ella estaba comportándose así por causa de la noche en el hotel.

— ¿Por acaso está intentando compensarme por alguna cosa? ¡Si es eso no necesitas! Podemos dejar eso en el pasado — preguntó él, pensando que tal vez ella se esté sintiendo culpable por haber invadido el cuarto de él aquella noche.

— ¿En el pasado? ¿Tú también te acuerdas? — preguntó Sofía, asombrada y acercándose a él.

Rafael quedó un poco sin palabras, ella parecía realmente creer que él no recordaba nada. Pero, ¿por qué ella pensaría que él no recordaría?

— ¿De qué exactamente yo no debería acordarme, Sofía?

— De mi vida pasada — dijo ella, con la mirada perdida.

Rafael tomó la mano de ella y lentamente la jaló, haciéndola sentarse en su regazo.

Ella miró bien en el rostro de él y quedó perdida en sus trazos.

Antes ella tenía miedo de mirar mucho para él, pero ahora, sin miedo ella podía observar. Él tenía una belleza de quitar el aliento. Ojos azules penetrantes, cabellos rubios, levemente ondulados, nariz recta y el mentón cuadrado. Los labios levemente carnosos, y barba arreglada.

Su perfume era extrañamente familiar y el calor de su cuerpo también.

Él tenía un aire más maduro, trazos fuertes, diferente de Lucas que era bonito, pero con trazos más suaves.

— Tío Rafael, ¿usted es paralizado totalmente de la cintura para abajo? — ella pregunta e inmediatamente coloca la mano en la boca, callándose.

Ella oyó tantas veces a las colegas de la empresa comentaren sobre eso que de repente esa pregunta vino.

Rafael quitó los mechones de cabellos que caían en su frente y colocó detrás de su oreja, diciendo enseguida:

— No totalmente, pero estás segura ahora.

Sofía quedó inmediatamente roja, y tapó el rostro con las manos.

— ¡Ay, Dios mío! ¡Por qué hice esa pregunta!

Ella intentó levantarse, pero él la prendió por la cintura y quitó la mano de ella que tapaba su rostro.

— Estás siendo tan maltratada que debes estar con fiebre.

— ¿Qué? — ella preguntó y sus ojos fueron acompañando la mano de él, que se acercaba de la frente de ella.

— Tus mejillas están rojas y estás hablando cosas extrañas desde que llegaste aquí — dijo él, midiendo la temperatura de ella — Sí, está un poco caliente.

Él dijo y Sofía saltó del regazo de él, librándose y alejándose.

— ¡Yo no estoy con fiebre! — dijo ella, arreglando las ropas — Solo quedé un poco… un poco agitada.