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"¿Qué pasa cuando la fachada de galán encantador se transforma en un infierno de maltrato y abuso? Karina Sotomayor, una joven hermosa y fuerte, creció en un hogar tóxico donde el machismo y el maltrato doméstico eran la norma. Su padre, un hombre controlador y abusivo, le exige que se case con Juan Diego Morales, un hombre adinerado y atractivo que parece ser el príncipe encantador perfecto. Pero detrás de su fachada de galán, Juan Diego es un lobo vestido de oveja que hará de la vida de Karina un verdadero infierno.
Después de años de maltrato y sufrimiento, Karina encuentra la oportunidad de escapar y huir de su pasado. Con la ayuda de un desconocido que se convierte en su ángel guardián y salvavidas, Karina comienza un nuevo capítulo en su vida. Acompáñame en este viaje de dolor, resiliencia y nuevas oportunidades donde nuestra protagonista renacerá como el ave fénix.
¿Será capaz Karina de superar su pasado y encontrar el amor y la felicidad que merece?...
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Las artimañas del lobo...
— Detente, cielo, no estoy lista, tengo miedo, finalmente soltó el nudo que tenía en su garganta.
Juan Diego posó sus labios en su boca y la beso posesivo como si con eso pudiera calmar sus miedos.
Él siguió rozando su miembro en su intimidad y cuando ella menos lo esperaba, él se hundió en ella, al principio fue impedido por su barrera entonces hizo otro intento con más fuerza causándole un gran dolor.
Karina emitió un grito acompañado de sus lágrimas. — ¡De,ten,te duele! Por favor!
El hombre estaba demasiado excitado para parar. —Tranquila cariño es normal, ya pasará, ya veras. — El intensificó sus movimientos causándole un dolor punzante a la pelinegra, ella lloro y suplico para que él se detuviera pero el solo la callaba con sus besos, posesivos.
La noche que debió haber sido maravillosa y dejar un recuerdo bonito en la mente de la joven de 18 años, se convirtió en un recuerdo amargo y doloroso.
Los minutos de tortura, terminaron, el cuerpo de Karina estaba marcado y adolorido, sentía sus piernas temblar, acompañado de dolor en su bajo vientre y ardor en su lastimada intimidad.
— "Cariño, ve a ducharte, eso te relajará. Nuestra noche apenas comienza". —dijo Juan Diego.
— "¡No quiero hacerlo otra vez!, te dije que me dolía que pararas y no me escuchaste, ni siquiera puedo pararme". —gritó Karina entre lágrimas, sentada en el frío mármol de la cocina, abrazada a sí misma.
Juan Diego se sintió ofendido por la actitud rebelde de su joven esposa. Su mirada se oscureció y dejó ver algo de su verdadera personalidad.
— "¿Estás rechazando a tu esposo en tu luna de miel?, esto es insólito, Karina. De haber sabido que esta sería tu actitud después de estar casados, mejor hubiéramos terminado antes". —dijo Juan Diego.
"Por primera vez estoy de acuerdo contigo, hubiéramos terminado antes. Pensé que serías un caballero, pero dejaste ver muy pronto tu lado animal". —respondió Karina.
A Juan Diego lo enojó sobremanera la actitud desafiante de Karina.
— "¡Ya basta, Karina! Esto es normal. Deja tu puto drama. No eres la primera ni la última mujer en perder la virginidad. A todas les duele.
— Lo que pasa es que eres demasiado débil, demasiado niña para dejarte amar. Pero si me dejas, te enseñaré cómo se hace cada cosa. ¡No seas egoísta conmigo!. Yo fui muy paciente contigo. Tengo mis necesidades.
— Si te parece que soy un animal por cuidarte y querer amarte, entonces sí, deberíamos terminar lo que acabamos de empezar. Eso sí, ten presente que después de esto, nadie te tomará en serio. Una mujer que ya no es pura no es considerada por ningún hombre inteligente para ser su esposa, y menos si ya es divorciada. ¿Quieres actuar como una repudiada?".
"¡Cariño, yo te amo!. Solo déjame demostrártelo. No quiero perderte a tan poco de tenerte. ¡Por Dios, Karina, eres una delicia de mujer!. Lo que pasó es normal. Es más, para que veas que no soy un animal, te cargaré y te ayudaré a bañar. Luego dejaré que descanses, te tomarás unos analgésicos y mañana estarás como nueva". —dijo Juan Diego, utilizando sus estrategias de manipulación.
Sus estrategias eran claras: primero la culpaba, luego se victimizaba y después le daba migajas de cariño para tenerla en sus manos.
Juan Diego la cargó, la llevó hasta la habitación y la ayudó a bañarse. Su forma tierna de bañarla le dio calidez al corazón de Karina, y luego la culpa la invadió por la actitud que había tomado minutos antes. Quizás su esposo tenía razón; ella era muy joven, no tenía experiencia en el sexo y quizás por eso actuó de ese modo egoísta.
Juan Diego la secó y la llevó a la cama, la ayudó a sentarse mientras le buscaba un cambio de ropa. Al tener la ropa, la ayudó a cambiarse, y al desnudarla para ayudarla a cambiarse, sus ganas de volverla a tomar surgieron, pero era lo bastante inteligente para saber que debía controlarse para no espantar a su presa.
Karina analizaba las acciones de Juan Diego en silencio; él la ayudó a vestirse de manera pausada, fingiendo una comprensión y ternura que no poseía.
— Cielo, perdóname por mi actitud de hace un rato. Tienes razón, soy muy inexperta para entender cómo se hace esto. ¿Podemos intentarlo otra vez? Te prometo que pondré de mi parte para que...
Juan Diego la interrumpió, alejándose de ella y avivando las inseguridades de Karina.
— No, cariño, así no. Me ofendiste al tratarme de animal. No te tocaré más, al menos hasta que sienta que tú me deseas tanto como yo y que quieres demostrarme cuánto me amas. Quizás deba enseñarte cómo se hace.
A Karina se le contrajo el pecho y se llenó de temor al pensar que podría perderlo.
— Pero cielo, yo quiero, ahora quiero demostrarte cuánto te amo.
— No, cariño, así no funciona. Esto lo estás haciendo porque sabes que te equivocaste, pero ya me ofendiste, y que ahora quieras entregarte solo para quedar bien conmigo, no borra de mi mente tus ofensas. Te dejo para que descanses; nos vemos mañana.
Una vez más, el lobo daba en el blanco, ya había logrado que Karina lo viera como la víctima y ella quedó como la victimaria.
— ¿Cielo, a dónde vas?
Juan Diego sonrió con sorna antes de girar y responder, haciéndose el ofendido y poniendo cara de agraviado.
— Necesito respirar; todo esto me acaba de hacer replantearme en que punto está nuestra relación, desde el inicio he sido yo quien lo he dado todo por nosotros y tú siempre me pagas con acciones como la de hoy. Nos vemos mañana te dejaré para que reflexiones
El se marchó dejándola consumida en sus propios miedos e inseguridades. Karina se acostó, pues no tenía fuerzas para ir tras él. Sus ojos se llenaron de lágrimas; se sentía perdida en ese matrimonio que, a tan solo unas horas de haber iniciado, ya parecía tener un final inminente. Cada minuto que pasaba sin Juan Diego era para ella como el anuncio de que su matrimonio se había ido a pique. Entre el dolor físico y el emocional, ella no distinguía qué dolía más.
Sobre el mediodía del día siguiente, Juan Diego regresó como si nada hubiera ocurrido. Su rostro serio e imperturbable no mostraba ninguna emoción.
— Cielo, llegaste —dijo Karina acercándose a él con su voz quebrada.
Juan Diego arqueó una ceja al verla desaliñada y con grandes ojeras.
— ¿Es esta la forma de recibir a tu esposo? —preguntó—. ¿Con ese aspecto tan deplorable?
El magnate hizo una mueca de fastidio.
— Disculpa, mi cielo. Es que pasé la noche... Bueno, ya no importa. Ve a ponerte guapa. Recuerda usar algo discreto. Iremos a un lugar donde aprenderás a comportarte como una verdadera mujer.
— ¿A qué te refieres? —preguntó ella sin entender.
— Recuerdas lo que te dije anoche —respondió Juan Diego.
— Dijiste tantas cosas que no sé a cuál te refieres —respondió Karina con timidez.
— ¿Quieres aprender a cortarte como una mujer se debe portar con su esposo? —preguntó Juan Diego.
Karina asintió sin titubear.
— Entonces ve a ponerte bella. Ponte una lencería bonita —dijo Juan Diego.
Karina tembló nerviosa, pero le hizo caso a su esposo. Juan Diego la llevó a una zona prestigiosa de la isla. Entraron a un colorido apartamento.
— Hola, Juandi —saludó una guapa morena—. Está muy linda tu esposa.
La morena tocó el rostro de Karina de una forma que a ella la incomodó.
— Cariño, ella es Sabrina. Esta noche nos ayudará a que tú aprendas cómo comportarte como una mujer casada —dijo Juan Diego.
Karina entró tomada de la mano de su esposo.
— Bien, Karina. Verás, no es algo tan difícil. Lo principal es que sepas qué le gusta a tu esposo para que lo puedas complacer y ser la esposa que él se merece —dijo Sabrina con tranquilidad.
La forma en que Sabrina habló hizo que Karina sintiera una punzada de inseguridad y nervios constantes...