Ava Becker nunca imaginó que cumplir su sueño de ser modelo la llevaría a un mundo de luces y sombras. Dulce, hermosa y con una figura curvy que desafía los cánones de la moda, logró convertirse en la musa de Aurora Lobo, la diseñadora más influyente de Italia. Sin embargo, detrás de las pasarelas y los reflectores, Ava sigue luchando contra sus inseguridades y el eco de las voces que siempre le dijeron que no era suficiente.
Massimo Di Matteo, miembro de la mafia italiana, jamás creyó en el amor a primera vista. Rodeado de mujeres perfectamente delgadas y dispuestas a todo por tenerlo, su vida parecía marcada por el poder, el control y el deseo superficial. Hasta que la ve a ella. Una mirada basta para romper todos sus estándares y derrumbar cada una de sus certezas: Ava no es como las demás… y justamente por eso, la quiere para sí.
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A primera vista.
Massimo Di Matteo ❤️🔥
La verdad es que estuve a punto de no asistir a este nuevo lanzamiento de Aurora. Las últimas semanas han sido un verdadero caos con la naviera: retrasos en algunos cargamentos, movimientos sospechosos en un puerto del sur y la tensión constante de que los algunos quieran ampliar su influencia en rutas que no les corresponden. Eso me tiene la cabeza al límite. No recuerdo la última vez que dormí más de cinco horas seguidas, ni la última vez que toqué a una mujer. No porque me falten opciones, sino porque no tengo tiempo.
—Massimo, no me importa que estés ocupado, vas a ir al desfile de tu prima —me dijo mamá hace tres noches, con esa voz que no admite réplicas.
Y aquí estoy.
El lugar elegido por Aurora es un salón lujoso en Milán, paredes altas adornadas con espejos y lámparas de cristal que parecen estrellas congeladas en el tiempo. Las copas tintinean, las luces están bajas pero estratégicas, y el aire huele a una mezcla de perfumes caros y vino añejo.
Mis primos ya están aquí: Efraín, Emiliano y Noah, además de mi hermano Gabriele, que no se separa de ellos ni un segundo. Me acerco con una copa de whisky en la mano.
—Al fin llegaste, Massimo —dice Emiliano, levantando su copa—. Pensé que ibas a dejarnos plantados.
—Casi lo hago —respondo con una media sonrisa, dándole un trago largo al whisky—. Pero ya conoces a mamá, su insistencia vale más que cualquier agenda.
—Y bien que hizo —añade Efraín, palmeándome el hombro—. Aurora se merece que la familia esté completa esta noche.
—Además —interviene Noah, arqueando una ceja—, nunca sabes lo que puede pasar en un evento como este. Podría ser más interesante de lo que imaginas. Y mi hermana Aurora podría dejar de hablarte en décadas.
Lo miro con desdén. Noah siempre ha tenido ese tono misterioso como si supiera algo que los demás ignoramos a pesar de ser el menor de todos.
—Interesante para ti son las copas y las chicas fáciles —le digo en tono burlón.
—Y no me quejo —responde con una sonrisa pícara.
Reímos todos, incluso Gabriele, que apenas empieza a soltarse en estas reuniones. Me enorgullece verlo ya con carácter, aunque siga siendo el menor.
Pasan los minutos entre saludos a algunos socios, conocidos de la familia y algún que otro empresario que colabora con nuestra organización en la parte “lícita”. El bullicio se calma de repente cuando Aurora sube al escenario, radiante, vestida con un elegante traje negro de corte moderno. La luz la enfoca y todos aplauden.
—Familia, amigos y colegas —comienza ella, con voz firme y segura—. Esta noche es muy especial para mí. Les presento mi nueva colección, un trabajo en el que puse alma, corazón y cada gota de esfuerzo. Quiero que vean más que vestidos: quiero que vean un mensaje de amor propio, de fuerza y de belleza real. Gracias por acompañarme.
Se oyen aplausos, vítores. Yo aplaudo también, orgulloso. Aurora siempre supo lo que quería, y lo logró en tiempo récord.
Nos sentamos en nuestras mesas, estratégicamente colocadas frente a la pasarela iluminada. Los focos se encienden, la música empieza a sonar, un ritmo elegante con toques electrónicos. El presentador toma el micrófono:
—Con ustedes, la primera modelo de la noche… Ava Becker.
Levanto la vista.
Y ahí está.
Ella aparece entre las luces, caminando con paso seguro, como si la pasarela le perteneciera. Su cabello castaño claro casi rubio cae en ondas suaves, su piel clara brilla bajo los focos, y sus ojos… azules, intensos, tan profundos que me atrapan desde el primer instante. Su cuerpo es curvilíneo, lleno, provocador. No es como las modelos flacas y vacías que siempre desfilan. Ella es real. Ella es fuego.
Siento un estremecimiento recorrerme de la cabeza a los pies, una descarga que me eriza la piel bajo el traje negro que llevo puesto. Y cuando su mirada se cruza con la mía, aunque sea solo por un segundo, me quedo sin aire.
—Madonna mia… —murmuro, apenas consciente de que lo dije en voz baja.
—¿Qué dijiste? —pregunta Gabriele, inclinándose hacia mí.
—Nada —respondo rápido, sin apartar la vista de ella.
No puedo. No quiero.
El mundo alrededor se vuelve un ruido lejano: las copas, los murmullos, la música. Todo desaparece. Solo existen ella, sus pasos firmes, sus perfectas y exquisitas curvas, esa seguridad que proyecta. Siento mi corazón latir fuerte, casi salvaje, y al mismo tiempo, una tensión distinta en mi cuerpo, más abajo, más urgente. Mi miembro se alza y ruego a Dios que nadie lo note.
El desfile continúa, modelos van y vienen, pero yo apenas las registro. Mis ojos la buscan a ella en cada salida. La estrella. La inigualable. La mujer que me hizo sentir algo que creí muerto en mí: deseo mezclado con admiración y algo más vibrante.
Efraín me da un codazo, notando mi concentración.
—Parece que alguien quedó flechado —me dice con sorna.
—Cállate —le respondo sin mirarlo.
—No te culpo, es hermosa —agrega mi hermano.
Lo es. Pero más que hermosa. Es única.
Cada vez que regresa a la pasarela con un atuendo distinto, me sorprendo más. Se adueña del espacio. No es una modelo más, es el alma del desfile. Y yo… estoy perdido.
Cuando finalmente la música baja y todas las modelos salen juntas para el cierre, mis manos se cierran en puños sobre la mesa. No quiero que termine. No quiero dejar de verla.
Aurora aparece de nuevo, agradeciendo a todos con una sonrisa, mientras el público se levanta a aplaudir. Yo también lo hago, pero mis ojos siguen clavados en Ava, que sonríe radiante, mirando al público con esa mezcla de dulzura y fuerza que me desarma por completo.
Y ahí lo entiendo.
No es un desfile cualquiera. No es una modelo más. No es una noche más.
Es ella.
La quiero para mí y la voy a tener.
ésos que te enamoran y son tan románticos 🤗
Yo pienso que Bastian necesita un empujoncito, para que se decida por Aurora 🤔