LA FAMILIA OLVIDADA DEL CEO

Julio Mars había pasado horas frente a las pantallas, sus dedos aún con la tensión de haber frenado el ataque cibernético contra el consorcio.

Respiró hondo, victorioso, aunque su rostro mantenía la misma severidad de siempre.

Hace segundos, Isaías le llevó un desayuno caliente, se permitió ir a su oficina y disfrutar de la comida.

Abrió el paquete de comida y apenas tomo un sorbo de café, la puerta de su oficina se abrió despacio.

Julio levantó la vista, esperando a Isaías o a un empleado… pero se sorprendió al ver a su hijo en el umbral "¿Aron?" preguntó, incrédulo, mientras dejaba la tasa de café sobre la mesa "Hijo, ¿qué haces aquí? ¿Tú no deberías estar en el kínder?"

El niño no parecía intimidado "Hola papá" dijo ingresando a la oficina, dejo la mochila en el mueble y fue hasta su padre, quien miraba cada uno de sus pasos.

Julio lo levanto y lo hizo sentar en su regazo con mucha ternura. Acomodó el plato frente a ambos y, casi instintivamente, comenzó a darle de su comida, mientras volvió a decir "Aun no me has respondido mi pequeño"

Aron aceptaba los bocados con naturalidad, como si aquello fuera lo más normal del mundo, con los ojos brillantes de emoción respondió "Papá… hoy mamá está regresando"

Julio se atragantó con la saliva, si no hubiera estado sentado, habría terminado en el suelo.

Sus ojos se abrieron desmesuradamente y la voz le tembló apenas "¿Qué… qué dijiste? ¿Dalila? ¿Tu mamá regresa hoy?"

"Sí, mamá. Vuelve hoy, la extrañe tanto" respondió el pequeño con absoluta seguridad, masticando tranquilo.

Julio lo miró fijo, con el corazón golpeando en su pecho. No estaba preparado, no sabía qué decir, qué hacer, todo su control, el mismo que mantenía frente a juntas directivas y adversarios, se desmoronaba.

"¿Cu-cuándo te lo dijo?" balbuceó, nervioso.

Mientras su hijo comía como si nada, a diferencia de él que hasta el hambre se le quito.

Aron respondió con simpleza sin imaginar la tormenta que sufría su padre "Ayer en la noche me llamó. Tú estabas con mis tíos, papá"

Julio apretó la mandíbula, sintió un peso helado recorriéndole la espalda, tragó saliva, tratando de mantener la compostura.

"Está bien, hijo… esperaremos aquí" dijo al fin, con una calma que era más apariencia que realidad.

"¿Sabes algo, papá?" añadió Aron, bajando la voz "he pensado mucho y me gustaría vivir los tres juntos"

Julio suspiró y acarició el cabello del niño "Yo también hijo, deja que papá hable con mamá. No te preocupes"

El pequeño sonrió apenas, con ese brillo de picardía que llevaba en la sangre "Está bien papá, también quiero un hermanito"

Julio quedó sin palabras, si con las justas puede cuidarlo a él, no se imagina su vida con otro, aun mas sabiendo como es de travieso.

Después que padre e hijo comieron, Julio dejo bajo cuidado de su secretaria Ana a su hijo para ir a la reunión con el equipo de marketing.

Aron se sentó en una silla frente al escritorio de Ana, sacó el iPad de su mochila y encendió un juego, sus ojitos brillaban con concentración mientras movía piezas en la pantalla.

La reunión termino Julio y Marcos salieron conversando en voz baja sobre lo tratado, aunque el gesto serio de Julio indicaba que la reunión había sido pesada.

A unos metros, estaba Aron, sentado con las piernas cruzadas en el sillón, completamente concentrado en el iPad.

Marcos, al verlo tan absorto, no pudo resistir la tentación, siempre había tenido un extraño gusto por las bromas, especialmente con los más chicos.

Miró de reojo a Julio, esbozó una sonrisa traviesa y comenzó a caminar despacio, se abalanzó hacia al niño con un “¡Bú!” fuerte.

Pero lo que Marcos no esperaba era la reacción de su sobrino: Aron saltó del sillón con reflejos dignos de llevar la sangre de una sargento y, sin pensarlo dos veces, le soltó un puñetazo directo en la nariz de su tío.

"¡Auch!" gritó Marcos, llevándose la mano a la cara "¡Pero qué demonios…!"

Aron lo miró con una sonrisa pícara y dijo con voz clara, orgulloso "Jajaja, tío, te equivocaste. Mamá me enseñó a estar alerta siempre"

Julio, que había presenciado toda la escena, no pudo contenerse, una carcajada profunda y sincera salió de su pecho, resonando en el pasillo. Sus hombros se sacudían mientras trataba de recuperar la compostura, pero no lo lograba.

Mientras que Marcos estaba rojo de rabia y vergüenza "¡Julio, haz algo! ¡Ese mocoso me golpeó!" se quejaba, casi haciendo un berrinche infantil.

Pero Julio, todavía divertido, lo ignoró por completo, puso una mano en el hombro de su hijo y lo guió hacia su oficina "Vamos, campeón, ven conmigo"

Marcos quedó en el pasillo, resoplando con la nariz adolorida y el ego aún más herido "¡Esto no se va a quedar así!" gruñó entre dientes, mientras empleados que pasaban por allí disimulaban sus sonrisas para no hacerlo enfurecer más.

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Era cerca del mediodía y Dalila no aparecía, los pequeños pasos de Aron resonaban en el piso de madera mientras iba de un lado a otro, incapaz de quedarse quieto.

Su corazón latía con fuerza, cada minuto que pasaba lo acercaba más al momento de volver a ver a su madre.

Julio lo observaba desde su escritorio, con una mezcla de ternura y desconcierto "Hijo, si sigues caminando así, vas a hacer un hueco en el piso" bromeó, aunque sabía que la ansiedad de su hijo era inevitable.

Aron lo miró de reojo, pero no contestó. Seguía con ese andar nervioso, ajustándose las correas de la mochila a cada rato.

Julio se apoyó en el respaldo de su silla, suspirando. Por dentro, también estaba inquieto el regreso de Dalila lo tenía atrapado en un torbellino de emociones.

"Tranquilo, hijo. Tu mamá vendrá pronto" dijo en voz baja, tratando de transmitir seguridad "¿Por qué no mejor vamos a comer?" propuso para distraer al niño.

El niño se detuvo de golpe, se giró hacia su padre y preguntó con seriedad impropia para su edad "No podemos salir papá… ¿y si mamá llega y no nos encuentra?"

Julio se levantó, se acercó y lo alzó en brazos "Nos encontrará, Aron. Esperemos media hora mas y si no llega, nos vamos a comer y la llamamos"

El pequeño lo miró en silencio, como evaluando esas palabras, luego asintió "Está bien papá"

Mientras tanto, a varios kilómetros de allí, Dalila Rosales se encontraba en la base militar, la misión había sido un éxito.

Los superiores le rendían homenaje a ella y a su equipo, reconociendo su valentía en nombre de la patria, además su ascenso a oficial del ejército.

De pie entre sus compañeros, Dalila sonreía, pero en el fondo su corazón estaba dividido en dos.

Una parte vibraba de orgullo por lo logrado… la otra sufría en silencio, anhelando tener entre sus brazos al pequeño que la esperaba desde el amanecer.

El comandante se acercó para felicitarla, al mismo tiempo ordenándole ir al compartir organizado, porque si le hacían una invitación formal, ella no asiste. La única manera que hallaron es darle la orden.

Dalila con gran pesar asintió, luego se alejo un poco para llamar a su hijo, la llamada no tardó en ser contestada.

La voz de su hijo llegó al otro lado con un entusiasmo que la desarmó por completo "¡Mamá! ¿Ya vienes? Papá y yo estamos en su oficina esperándote"

Dalila cerró los ojos. Por un instante, quiso dejar todo atrás, subir al primer vehículo y correr hasta él "Mi amor…" dijo con voz suave, tratando de sonar tranquila "Hoy no podré ir, cariño. El coronel organizo un compartir que no puedo faltar. Te prometo que mañana, a primera hora, estaré contigo"

Hubo unos segundos de silencio, Aron, al otro lado de la línea, apretó con fuerza su Mano "Está bien, mamá. Lo entiendo, seguro están orgullosos de ti, dile al general que no se aproveche, sino se las verá con papá" respondió con reproche, lo que hizo sonreír a su madre.

"Está bien mi amor, pero no le diré eso a mí superior. Le diré que le envías saludos, cuídate. Te amo, mi bebe" dijo una sonrisa, su niño es un pillín y todos los que lo conocían lo saben.

"Yo también te amo mamá. Dile al general que lo quiero… vuelve pronto mama" respondió Aron con un puchero, tendría que hablar seriamente con el general, no podía aprovecharse de su madre.

La llamada terminó, Dalila bajó el teléfono, el viento soplaba fuerte sobre la explanada de la base militar.

Julio había escuchado todo, aunque su hijo no lo dio a notar ante su madre, su tristeza era notoria. Se aferro al cuello de su padre "Pensé que hoy estaríamos juntos" susurro.

Julio suspiro "Hijo, no debes preocuparte. Lo importante es que tu mamá esta sana y salva, ya mañana la veremos" dijo Julio para calmar a su pequeño.

Aron levanto la cabeza y miro a su padre a los ojos "Esta bien, papá, pero debes saber comportarte. Tienes que ser un esposo amoroso con mamá, si no, se irá de nuevo"

Julio sonrió "Deja esas preocupaciones a tu padre. Ahora, ¿Qué te parece si vamos a almorzar y luego por un helado?"

El ánimo de Aron mejoró de inmediato "¡Siiiii! Eres el mejor papá" grito alzando los brazos en señal de victoria y dejo besos llenos de baba en la mejilla de su padre.

Aron no era muy expresivo con personas ajenas, pero con sus padres en un algodón de azúcar.

Julio tampoco acostumbraba recibir a esas muestras de cariño, sin embargo, desde que su hijo las prodigaba, le encantaban "Vamos pues" dijo saliendo con el pequeño en brazos de la oficina.