Nicolle Harrington es una chica recatada y conservadora, sumisa y dócil, o al menos para los hombres de su familia, quienes la tienen en una burbuja, pero fuera de casa es la espía más joven, despiadada y preparada de su organización. Es novia de un coronel llamado Massimo Moretti hace dos años y su amor no puede ser más bonito y perfecto; claro, él solo conoce su parte dulce y tierna.
Una enemiga de su madre regresará para cobrarse con ella mediante una traición que la aleja de su familia tras su supuesta muerte en frente de todos ellos.
Nicolle queda sin memoria durante dos años, sintiéndose perdida, y es encerrada como un animal en un infierno con recuerdos falsos, hasta que conoce a su nuevo amor, un mafioso, Aaron Rizzoli, que la ama como realmente ella es y no ese personaje que supo interpretar.
Su dilema será cuando recupere la memoria y deba elegir a uno de ellos; qué hará la pequeña Nicolle: se quedará con el amor bonito de Alessandro o elegirá la adrenalina de Aaron.
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Picnic
Nicolle logró regresar al supuesto campamento; la herida de bala se curó bastante bien y ellos ahora vivían su romance a la Liz del día y delante de todos. Massimo amaba a Nicolle y le encantaba mostrarla; su novia era única, podía tener una toga y seguía luciendo exquisita.
Massimo también tenía mucho trabajo, y más porque a la elite llegaron nuevos reclutas, entre ellas la hija de una coronel que estaba en Alemania y fue trasladada a la sede de Rusia; su nombre era Antonella, y su hija tenía un año menos que Nicolle. Se la encargaron, pero para asistente, ya que se familiarizaba más con la inteligencia y no en el área de campo.
La joven tenía ya unos meses con él y era excelente asistente; todo lo que él pedía lo tenía al día; llevaba los registros de las misiones, muy eficiente y aún más hermosa; su relación era tan amena que se podía decir que eran amigos.
Es una jovencita de un metro sesenta y siete, ojos claros y de cabello castaño. Su cuerpo es esbelto, es tan hermosa como su madre, es muy amiga de Massimo y siempre está pendiente de él, y esto tiene molesta a nuestra querida Nicolle, pero como es la dulce Niki, no la puede asesinar.
—Buenos días, por favor, con el coronel Massimo Moretti. Habla. Nicolle y la mujer de uniforme y cabello castaño la miran de arriba abajo. Nicolle tiene puesta una camisa manga larga de color blanco con estilo princesa en los hombres y abotonada hasta el cuello, una falda plisada estilo acordeón de color terracota y unas sandalias doradas.

—No creo que esté disponible, está en una reunión, muy ocupado; usted es… La voz pedante de la jovencita causa molestia en Nicolle.
—De acuerdo, muchas gracias, igual, yo lo voy a esperar —Nicolle se mete en su papel y se traga las ganas de asesinarla allí mismo.
La mujer se retira y ella le envía una nota de voz a Massimo.
—Vine a visitarte porque pedí el día de hoy para verte, pero como estás muy ocupado me iré al campamento. Adiós, Massimo. Se dio la vuelta y su teléfono comenzó a sonar; ella llegó al ascensor y tomó la llamada.
—Hola, Massimo, cómo estás —Lo saluda amable, pero sin los mimos de siempre.
—Dime que no te has ido. —Pregunta.
—Estoy en el ascensor, pero ya tu asistente me dijo que estás muy ocupado, adiós —dice, pero él no responde. En vez de eso se escuchan sonidos raros y, como si él se agitara, trató de no pensar mal y siguió bajando. No quiso seguir escuchando los sonidos entrecortados y colgó la llamada.
Nicolle se sentía mal; en serio quería verlo, pero suspiró y prefirió irse cuando el ascensor se abrió; un muy agotado y agitado coronel estaba parado frente a ella, con su mano en el pecho.
—Por qué estás así —preguntó riendo; era obvio que tomó las escaleras.
—Eh… tú… No te vas, mi angelito. —La volvió a meter al ascensor cuando ella salió y subieron de nuevo a su oficina.
—Estás hermosa, mi amor —ella hizo un pequeño puchero.
—Y tu reunión —preguntó ella.
—Hace rato terminó; quizá mi asistente se confundió —dijo ella.
—Es muy hermosa y al parecer no le caigo bien, y menos mi estilo de vestir —habla con tono mimado.
—No debe importarte eso, tú eres elegante y hermosa y si no le gusta, pues que mal por ella —Nicolle lo besa y luego salen del ascensor tomado de la mano. La jovencita los observa y Nicolle le regala una mirada irónica.
—Me das un beso, mi amor —dice Nicolle con un puchero y Massimo la complace. La jovencita se retuerce de rabia mirándolos desde lejos.
—Qué sucede, mi bebé quiere que la mime hoy —dice tan cursi como siempre es con ella.
—Si tu bebé quiere que su príncipe la mime —sonríe colocándose colorada y observa de nuevo a la envidiosa que los observa.
La oficina se cierra después de que ambos estén dentro y ella lo abraza más fuerte.
—Ven, mi pequeño angelito la carga y se sientan en el sofá; Nicolle parece una bebé en sus brazos; él roza su nariz con la de ella y ella sonríe como a él tanto le gusta.
—Y dígame qué desea la princesa, porque me vino a visitar mi dulce ángel —sus ojitos tiernos lo miran a través de sus hermosas pestañas negras y espesas.
—En unos días me iré de nuevo y quiero disfrutar de mi amado novio tanto como pueda —Massimo frunce el ceño ante lo que ella dice y suspira pesado.
—Odio que te vayas; preferiría tenerte aquí a mi lado o en casa esperando por mí; allí nadie te dañaría jamás —ella le sonríe.
—Cuando nos casemos no dejarás que baile cierto —él sonríe negando.
—Lo harás para mí, bailarás siempre que lo desees para tu esposo; si quieres te organizo un gran evento para que te luzcas como la reina que eres —dice y ella lo besa.
—Te estás juntando mucho con mi familia; se te han pegado sus manías —él niega riendo.
—Yo los entiendo, de verdad, te has visto, eres hermosa, pareces una copa frágil, el más mínimo ruido te rompería y no voy a dejar que eso ocurra. Te amo —Nicolle lo besa; allí se quedan caricias inocentes y besos deseosos; así es el amor de ellos dos.
—Vamos, hoy toca paseo al aire libre, a mi niña le encanta eso. Ella suelta una risita mimada y salen rumbo a un hermoso sendero de flores. Es un campo primaveral, las mariposas se pasan en la mano de Nicolle y él prepara un pícnic improvisado con algunas cosas que compró en el camino.
—De qué te ríes, pequeña —levanta una ceja Massimo.
—De todo lo que trajiste es un pícnic en serio: cojines y bancos acolchados; la idea es acostarse en el suelo y sentir la grama —dice y él se acerca y la besa.
—La realeza no se sienta en el suelo, y menos tú; eres tan delicada que no entiendes que debo cuidarte; por suerte me conociste. La risa de ella inunda el lugar.
—Eres un exagerado —suspira ella con dramatismo.
—No me quiero imaginar si llego a quedar embarazada —dice y si su cara se enrojece al instante y él se acerca para besar sus mejillas, le encanta ponerla así.
—Si eso ocurriera, créeme que pido un año libre, porque necesitarás que te tenga en mis brazos veinticuatro, siete vigiladas; además, deberá ser por cesárea para que no sufras, aunque también se sufre y si se te coloca algo para el dolor —habla tan rápido y sin parar que ella se carcajea.
—Hey, Para, Solo fue un comentario, estás muy ofuscado, ven, señor obsesivo.
—Yo diría, señor enamorado, —Besos y risas, así es el amor de ellos. Bonito, a pesar de que él es un militar, es tan dulce con ella, y es que la cree frágil, un animalito al que hay que cuidar.
Le da fruta y yogur en la boca mientras ella se mancha toda, haciéndolos reír a ambos…
—Ves, señorita, soy una mujer; aún eres una pequeña bebita.
—Bobo, eres tú el que me está manchando toda. Le tira una fruta en la cara y corre, pero la alcanza y la gira hasta hacerla caer al suelo. Las risas de Nicolle no paran.
—Amor, te dije que te detuvieras; te llevo a la clínica.
—No seas exagerado, bobo, no me pasó nada; es solo arena si sabes verdad —le dice ella riendo. Nicolle lo ama, pero él trata como si fuera una impedida.