El Amor Es...

Lorena.

Algo estaba sucediendo, no podía con certeza que cosa era, pero estaba convencida de que algo no andaba muy bien. Preocupada me vi en la necesidad de llamar a Sebastián, por eso y también porque mi hijo no paraba de preguntar por él. Dylan se había apegado muchísimo a Sebastián, y eso no era del todo bueno.

— Lorena, ¿Estás bien?

— Hola Sebastián, sí, estoy bien, mejor dicho estamos bien. Te llamo porque me he sentido muy inquieta, el regreso repentino de Alejandro al país, y no sé. ¿Pasa algo con los Mendiola? ¿No hay ningún problema o cosa que yo deba saber? Me preocupa mucho que estén en problemas por mi culpa.

— Veo que has estado sobrepensando demasiado, lo que debes hacer es calmarte, todo está bien aquí, no pasa nada con los Mendiola, así que tranquilízate.

— Sebastián, tú no eres bueno diciendo mentiras. Yo sé que algo pasa y no quiero estar en la oscuridad, si se trata de esa gente yo quiero saberlo.

Lo escuché suspirar y algo dentro de mí se sintió agobiado, desde que escuché esa llamada de Alejandro, había estado muy preocupada, no podía quedarme tan tranquila solo esperando que él resolviera todo, los Mendiola en realidad eran mi asunto, uno que yo tenía que enfrentar con valentía.

— Quiero regresar al país, ya no me voy a esconder más, voy a enfrentar la situación yo misma, así le pondré punto final a todo este lío.

— ¿De qué estás hablando Lorena?

— De lo que oíste. Por favor, ayúdame a regresar, tengo que poner a quien sea en su lugar, esos Mendiola no se van a salir con la suya.

Estaba decidida, no tenía miedo, ya no.

— Lorena, no puedes regresar así nada mas, es peligroso. Deja que yo me encargue de todo, yo te protegeré.

— No Sebastián, ya es suficiente, no puedo permitir que tú y el señor Alejandro se sigan involucrando más en esto. Yo soy la responsable de todo, y debo enfrentar las consecuencias yo misma.

Después de una larga discusión, logré convencer a Sebastián de que me ayudara a volver al país. No sabía qué me esperaba allí, pero estaba dispuesta a afrontarlo. Una cosa si tenía clara, no podía arriesgar a mi hijo, Sebastián se encargó de contratar a alguien que lo cuidara mientras yo estaba de viaje. Me despedí de Dylan, prometiendo que volvería pronto, y partí rumbo al país.

Al llegar, comprobé de que las cosas no serían tan fáciles como pensaba. Los Mendiola tenían mucho poder e influencia, no iba a ser fácil enfrentarlos. Pero sabía que tenía que hacerlo, por mi y por mi hijo.

Con la ayuda de Sebastián, fui descubriendo la verdad detrás de los Mendiola. Resulta que Sebastián ya los había investigado antes, esa familia estaba involucrada en actividades ilegales desde hacía años, y habían estado utilizando un conglomerado como fachada para lavar dinero sucio.

Pero no me iba a dejar intimidar, estaba determinada a poner fin a toda esa persecución, y hacerles pagar todo el daño que me habían hecho. Iba a exponer todo lo que me hicieron ante la justicia.

La batalla sería difícil y arriesgada, pero al final si lograbamos derrotar a los Mendiola y poner fin a sus actividades delictivas, yo me sentiría totalmente libre, y podría quedarme en mi país con mi hijo sin temor. A través de todo esto, descubrí mi propia fuerza y valentía, y aprendí que no hay nada que no pueda enfrentar si tengo determinación y coraje.

Alejandro.

— Álvaro me contó algunas cosas, me dijo que tú lo buscaste y que le pediste apoyo, ahora que estoy aquí, quisiera escuchar de ti mismo todo.

— Antes quiero agradecerte por tomarte el tiempo para escucharme, sé que tienes muchas cosas que hacer, y aprecio mucho que me dediques de tu tiempo.

— No hay anda que agradecer. Este tema me interesa también, así que habla de una vez por favor.

Felipe me narró los hechos, según, había un hombre que trabajo hace tiempo para mi papá. Él lo encontro, y este le contó cosas que lo pusieron a pensar.

— Le pedí a Álvaro que hiciera pruebas de paternidad, tengo la sospecha de que ese niño que tú madre le entrego a Rafael soy yo. Y si no lo soy, entonces ellos le dieron a Rafael un niño cualquiera.

Miré a Álvaro y él entendió.

— Bueno Felipe, referente a las muestras, tengo los resultados, y ellos arrojaron que no hay ningún tipo de consanguinidad entre tú y Gastón Mendiola. Lo que significa que él no es tu padre biológico.

— ¿Qué? ¿Estás seguro de eso?

— Verifique la prueba un par de veces, no es tu padre. Pero hay algo más, ¿Recuerdas que te dije que le haría pruebas a Alejandro? Bueno, compare las muestras tuyas con las de Alejandro y estas me arrojaron que entre ustedes dos si hay un alto grado de consanguinidad, según el grado, ustedes dos son hermanos, y por las fechas de su nacimiento y la edad, solo me deja saber que son mellizos. Y aquí es donde se pone interesante el asunto. Si ustedes dos son mellizos y tú no tienes sangre Mendiola, significa que ambos son hijos del señor Montalver.

La cara de Felipe era indescifrable, la noticia lo tenía en shock.

— ¿Quieres decir que no soy un Mendiola sino un Montalver? Significa que Gastón mintió, que todos estos años he vivido con esas personas que ni siquiera sin mis padres, que me han destruido la vida por nada. No puede ser.

Felipe estaba agobiado, y por supuesto que no era para menos, todo esto era demasiado para él.

— Entiendo que lo que acabas de descubrir es demasiado, pero hay que ver el lado bueno de las cosas. Sabiendo que ese hombre no es tu padre y que solo te ha engañado desde el principio, no debes mostrar piedad ni fluctuar cuando lo enfrentes, él tiene que pagar por lo que ha hecho.

— Yo necesito estar solo, esto es demasiado para mí, tenía la sospecha de que tal vez Leonora no fuera mí madre. Pero darme cuenta de esto, la verdad es que no sé que pensar o sentir. Disculpa Alejandro, yo tengo que salir de aquí.

Felipe se retiró, y vi a Álvaro hacerme señas de que lo detuviera y le dijera lo de mi enfermedad, pero no quise, Felipe necesitaba tiempo.

— Debiste decirle todo.

— Hay que darle espacio, esto no es fácil, no lo está siendo para mí. ¿Te das cuenta en la situación en que estoy? Dependo de él para vivir, si se niega muero, y si accede a darme su hígado, me quedaré en deuda con él para siempre, de hecho, ya estoy en deuda con él, es mi hermano y ha sufrido demasiado a manos de ese hombre, ahora que sabemos la verdad, debí protegerlo y velar por si bienestar y su felicidad. ¿Quién lo iba a decir? Dylan, ese niño que me ha robado el corazón, en realidad es mi sobrino, por eso fue tan fácil quererlo, dicen que la sangre llama.

Dije eso y me sentí devastado, porque había otra realidad.

— También significa que Lorena es mi cuñada, pues es la mujer que mi hermano ama y la madre de su hijo. Lo que hace imposible que yo la pretenda, o que sienta algo por ella.

— Alejandro, tú ya sientes algo por ella. Tú estás enamorado de esa chica, y ahora con esto, la vas a tener muy difícil. ¿Qué piensas hacer referente a esa situación?

— No lo sé Álvaro, pero lo que es cierto, es que ella se ha convertido en un imposible para mí.

Felipe.

Me sentí devastado, salí de esa habitación y fui a las caballerizas, Alejandro tenía unos animales muy hermosos, se notaba cuanto empeño y trabajo dedicaba a este lugar. Mi cabeza era un lío, y sentí una furia que me sobrepasaba, Gastón Mendiola, maldito bastardo. Todos los recuerdos empezaron a invadir mi mente, lo duro y cruel que fue conmigo, sus amenazas, los castigos, todo lo que me hizo hacer, el miedo que le tuve.

Recordaba la actitud de mi madre, ella jamás se metió en nada de lo que Gastón hizo conmigo, siempre de su lado, jamás compasión por su hijo, claro, es que yo no soy su hijo, de ninguno de los dos, aun así se dedicaron a destruir mi vida. Pero esto no se iba a quedar así, ellos me la iban a pagar.

Pensé en Paola Fuentes, la esposa que ellos eligieron para mí, esa arpía desgraciada, siempre confabulada con ellos para hacer mi vida miserable, me quedaba el consuelo de que jamás la toqué, nunca pude acostarme con ella, y alguna vez que lo intente, no pude tener una erección, es que mi cuerpo lo sabía. Todo mi ser la detestaba por frívola y banal.

Caminando por el lugar, visualice algo lejos a Sebastián, hablaba por teléfono con alguien y se veía algo inquieto, sabía que no me soportaba, así que ni me le acerqué, no sé si Alejandro sabía, pero Sebastián era alguien de cuidado, y era mejor no meterse con el.