Cielo Astrada de 23 años, ha soportado el desprecio de su esposo Gabriel Romero y su familia por años, creyendo que su amor y sumisión eran la clave para mantener su matrimonio. Sin embargo, cuando Gabriel decide divorciarse para casarse con su amante y la familia de él la humilla, Cielo revela su verdadera identidad: una mujer poderosa con un pasado oculto de riquezas e influencias.
Despojándose de su rol de esposa sumisa, Cielo usa su inteligencia y recursos para construir un imperio propio, demostrando que no necesita a nadie para brillar. Mientras Gabriel y su familia enfrentan las consecuencias de su arrogancia, Cielo se convierte en un símbolo de empoderamiento y fuerza para otras mujeres
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Capítulo 16: Entre el Amor y la Culpa
Gabriel entró a la casa con pasos rápidos y firmes, pero se detuvo en seco al ver la escena que se desplegaba ante sus ojos. Cielo yacía al pie de las escaleras, inmóvil, con la cara pálida y el cuerpo retorcido en una posición antinatural. La sangre manchaba el suelo a su alrededor, una visión que lo llenó de terror. Su corazón se detuvo por un segundo, luego comenzó a latir con una fuerza desesperada.
—¡Cielo! —gritó, arrodillándose rápidamente a su lado.
Su mente se llenó de caos, incapaz de procesar la magnitud del horror que estaba viendo. No había rastro de la indiferencia o el desprecio que había mostrado hacia ella en los últimos meses. Todo lo que importaba ahora era el estado en que la encontraba, vulnerable y herida.
Con manos temblorosas, Gabriel levantó a Cielo, tratando de ser lo más cuidadoso posible, temiendo causarle más daño. Ella estaba inconsciente, su respiración era superficial y débil. En ese momento, todo el rencor, la confusión y las peleas que habían tenido parecían triviales. La única preocupación en su mente era mantenerla viva.
—¡Isabel! —rugió, buscando con la mirada a la mujer que lo había llamado minutos antes.
Isabel, que estaba en la puerta, fingiendo angustia, se acercó lentamente. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación fingida y calculada manipulación. Aunque intentaba parecer consternada, sus ojos brillaban con una satisfacción oscura.
—¡No sé qué pasó! —exclamó Isabel, su voz teñida de falsa inocencia—. Entré a buscarla, y la encontré al pie de las escaleras... ¡Yo... traté de ayudarla, pero estaba tan asustada!
Gabriel la miró por un momento, su mente no tenía espacio para procesar lo que ella decía, estaba totalmente enfocada en Cielo. Sin más palabras, se levantó con Cielo en brazos y salió de la casa, dirigiéndose al coche. Isabel lo siguió, asegurándose de estar cerca, pero no demasiado para que Gabriel no pudiera sentir la falsedad de su preocupación.
—Sube —ordenó Gabriel, su voz tensa mientras colocaba a Cielo en el asiento trasero, tratando de evitar moverla demasiado.
Isabel obedeció, subiendo al coche rápidamente. Gabriel condujo lo más rápido que pudo hacia el hospital, su mente un torbellino de pensamientos oscuros y preocupaciones. Todo lo que sabía era que no podía perder a Cielo, no después de todo lo que habían pasado, no después de todo el dolor que ella ya había soportado.
El camino al hospital fue un silencio lleno de tensión. Isabel, aunque mantenía una apariencia preocupada, ya estaba maquinando cómo podría usar esta situación a su favor. Sabía que Gabriel estaba emocionalmente frágil en ese momento, y tenía la intención de aprovecharlo.
Finalmente, llegaron al hospital. Gabriel salió del coche casi antes de que se detuviera por completo y levantó a Cielo con cuidado, llevándola rápidamente hacia la entrada de emergencias. Isabel lo siguió, fingiendo desesperación.
—¡Ayuda! —gritó Gabriel a los médicos y enfermeras que estaban cerca—. ¡Por favor, ayuden a mi esposa!
El personal médico respondió de inmediato, tomando a Cielo de los brazos de Gabriel y colocándola en una camilla. Él trató de seguirla, pero lo detuvieron, llevándola rápidamente hacia una sala de emergencias.
Gabriel se quedó allí, en la sala de espera, con las manos cubiertas de la sangre de Cielo, sintiendo que su mundo se derrumbaba. No había palabras para expresar el miedo que sentía en ese momento. La idea de perderla le resultaba insoportable.
Isabel se acercó a él lentamente, colocando una mano en su hombro con una expresión de falsa compasión.
—Gabriel, estoy aquí para ti —dijo con suavidad—. Todo estará bien, ya verás. Lo importante es que ella reciba la atención que necesita.
Gabriel no respondió, su mente estaba en otro lugar, en los recuerdos de los últimos meses, en las peleas, en las palabras crueles que había dicho y que ahora lo llenaban de arrepentimiento.
Mientras tanto, en otro lugar de la conciencia de Cielo...
Cielo se encontraba flotando en un estado onírico, donde todo era cálido y sereno. No sentía el dolor físico que había experimentado antes de perder el conocimiento. En lugar de eso, una suave sensación de paz la envolvía, como si estuviera envuelta en los brazos de un ser querido.
De repente, frente a ella apareció una niña pequeña, de no más de cuatro o cinco años, con una sonrisa dulce y ojos llenos de amor. Cielo la miró, sintiendo una conexión profunda e inexplicable con ella. Era como si conociera a esta niña, aunque no podía recordar de dónde.
—¿Quién eres? —preguntó Cielo, su voz suave y curiosa.
La niña sonrió aún más y se acercó a ella, tomando su mano con una ternura que hizo que el corazón de Cielo se llenara de calidez.
—Soy tu hija —respondió la niña con una voz melodiosa—. Vine a decirte que no estés triste, mamá. Yo siempre te amé, incluso cuando estaba dentro de ti. No fue tu culpa lo que pasó, y quiero que sepas que siempre estaré cuidándote desde el cielo.
Cielo sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas mientras miraba a la niña. Había una pureza y un amor en esa pequeña figura que le rompía el corazón y al mismo tiempo la sanaba de una manera que nunca había experimentado.
—Lo siento tanto... —susurró Cielo, sintiendo que todo el dolor y la culpa que había llevado consigo se desbordaban en ese momento—. Lo siento tanto, mi amor.
La niña sacudió la cabeza suavemente, todavía sonriendo.
—No te preocupes, mamá —dijo—. Estoy feliz aquí, y quiero que tú también lo estés. Vive tu vida, sé fuerte, porque sé que tú puedes serlo. Y recuerda, siempre estaré contigo, cuidándote.
Cielo la abrazó, sintiendo la presencia cálida y amorosa de su hija envolverla. Por un momento, todo el dolor, la confusión y la desesperación se desvanecieron, reemplazados por una sensación de paz que nunca había conocido.
Pero lentamente, la visión comenzó a desvanecerse, y Cielo sintió cómo la realidad la llamaba de vuelta. La niña comenzó a desvanecerse, pero su sonrisa y sus palabras quedaron grabadas en el corazón de Cielo.
—Te amo, mamá —fue lo último que escuchó antes de que la oscuridad la rodeara de nuevo.
De regreso en el hospital...
Gabriel seguía esperando, su mente llena de imágenes confusas y dolorosas. El tiempo parecía pasar lentamente, cada segundo era una agonía mientras esperaba noticias de Cielo.
Finalmente, un médico salió de la sala de emergencias, su expresión era seria, con una sombra de tristeza en sus ojos. Gabriel se levantó de un salto, acercándose rápidamente.
—¿Cómo está? —preguntó, su voz llena de desesperación—. ¿Está bien?
El médico lo miró fijamente, su rostro reflejaba la gravedad de la situación.
—Señor —comenzó el médico, con un tono cauteloso—, su esposa está estable por ahora, pero me temo que tengo malas noticias. Su esposa tenía aproximadamente un mes de embarazo, y lamentablemente ha perdido al bebé debido a la caída. Hemos hecho todo lo posible, pero no pudimos salvarlo.
Las palabras del médico golpearon a Gabriel como un martillazo. Por un momento, se quedó sin aire, como si el mundo se hubiera detenido a su alrededor. Había un bebé... un hijo o hija que nunca conocería. La noticia lo dejó aturdido, incapaz de procesar la realidad de lo que acababa de escuchar.
—¿Un... bebé? —murmuró, más para sí mismo que para el doctor. Sentía un dolor agudo en el pecho, como si algo se rompiera dentro de él.
El médico asintió, observando cómo Gabriel luchaba por aceptar la verdad.
—Lo siento mucho —dijo el doctor, con una voz llena de compasión—. Entiendo que esto debe ser muy difícil para usted, pero es importante que esté fuerte para su esposa. Ella va a necesitar su apoyo cuando despierte.
Gabriel asintió lentamente, aún en estado de shock. Apenas escuchó al médico mientras este continuaba hablando, dándole más detalles sobre la condición de Cielo. La culpa, el arrepentimiento y el dolor se entrelazaban en su mente, formando un nudo imposible de deshacer.
Isabel, que había escuchado todo desde la distancia, sintió una oscura satisfacción al ver a Gabriel tan destrozado. Pero sabía que tenía que manejar la situación con cuidado. Fingió angustia y tristeza, acercándose a Gabriel para ofrecerle consuelo, aunque en su interior ya planeaba cómo usar esta tragedia en su favor.
Gabriel, por su parte, estaba tan abrumado por la noticia que apenas registró su presencia. Su mundo se había reducido a la cama del hospital donde Cielo yacía inconsciente, y el vacío en su corazón donde su hijo nunca nacería.
Mientras el médico se alejaba, Gabriel se quedó allí, con los ojos fijos en la puerta de la sala de emergencias, sintiendo que su vida había cambiado irrevocablemente en ese momento. Todo lo que quedaba ahora era un dolor sordo y una culpa insoportable, sabiendo que nunca podría enmendar lo que había sucedido.
Y en ese instante, Gabriel supo que nunca volvería a ser el mismo.
de actualizar, está buenísima 😫