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LA NOCHE DE LAS BRUJAS

LA NOCHE DE LAS BRUJAS

Status: En proceso
Genre:Vampiro / Equilibrio De Poder / Demonios / Brujas
Popularitas:1.7k
Nilai: 5
nombre de autor: lili saon

Ivelle es una estudiante de segundo año en la Academia de la Flor Dorada, una institución prestigiosa donde muchos estudiantes estudian los Elementos, habilidades mágicas ancestrales que han sido transmitidas a través de generaciones. Hasta ahora, su vida en la academia ha sido normal y sin complicaciones, centrada en sus estudios y en fortalecer sus habilidades mágicas. Todo cambia con la llegada de un grupo de estudiantes nuevos. La presencia de estos nuevos estudiantes desencadena una serie de eventos que sacuden la tranquilidad de la academia y alteran la vida de Ivelle de maneras inesperadas.

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CAPITULO SEIS

Ivelle caminaba entre los arbustos, alejándose de la festividad donde se encontraban sus amigos. Se sentía un poco cansada y necesitaba un momento de tranquilidad. Conocía bien el lugar, así que no le preocupaba estar sola. La festividad estaba a punto de terminar y había disfrutado mucho, pero una preocupación la inquietaba: no había visto a su hermano en días y eso le causaba gran preocupación. Adentrándose más en el bosque, Ivelle escuchó voces que no reconocía. Eran murmullos en un idioma desconocido para ella, un dialecto que parecía llenar el aire con un susurro misterioso. Se ocultó detrás de un árbol y observó con cautela. Frente a ella, había un grupo de jóvenes estudiantes de la Academia Oscura, hablando entre ellos en ese extraño dialecto. Entre ellos destacaba una chica con el cabello tan rojo como la sangre y unos ojos del mismo color. Vestía ropas oscuras que se mezclaban con la sombra del bosque, haciendo que su piel pálida y sus características sobresalieran aún más en la penumbra del lugar. Parecía ser el centro de atención del grupo, con una expresión seria y una actitud que denotaba autoridad.

Ivelle se mantuvo quieta, observando con curiosidad y cautela. No entendía lo que decían, pero la presencia de estos estudiantes de la Academia Oscura en ese lugar apartado del festival la intrigaba. Decidió quedarse un poco más, intentando entender lo que sucedía antes de decidir si debía intervenir o regresar con sus amigos. Ella sintió como alguien la veía por lo que rápidamente salió corriendo de ese lugar, sin importarle que sus pasos fueran escuchados. Para nadie era un secreto que Ivelle no conocía la discreción. Sus pensamientos se entrelazaban en una maraña confusa mientras caminaban, las preguntas sin respuesta zumbaban en su mente. Después de lo que la profesora Mirta había dicho sobre esos estudiantes hace unos meses en la clase de historia mágica, había despertado un lado esquivo hacia ellos.

De pronto, un rugido de lobo resonó en la oscuridad, haciendo que Ivelle se detuviera en seco, el miedo reflejado en sus ojos. Miró detrás de ella, pero no parecía haber nada. Trató de calmarse, pensando que tal vez era producto de su imaginación. Los arbustos seguían agitándose y el rugido se hizo más cercano, más amenazante. De repente, Ivelle sintió cómo algo pesado saltaba sobre ella. Era un hombre lobo, con una apariencia horripilante. Sus largas orejas se movían de un lado a otro, mientras sus colmillos intentaban morderla. Con todas sus fuerzas, Ivelle intentó alejar al lobo, pero nada parecía funcionar. Desesperada, sus manos se envolvieron en llamas y el fuego comenzó a consumir al hombre lobo. Los aullidos de la criatura se volvieron gritos humanos y en pocos segundos, el lobo quedó reducido a cenizas, revelando la figura de un estudiante de otra escuela. ¿Había matado a alguien? Ivelle miró sus manos, que seguían en llamas; lentamente, el fuego se desvaneció.

Ivelle se levantó rápidamente del suelo. Chasqueo los dedos lo que la envolvió en una corriente azul y en cuestión de segundos ella se encontraba en el bosque que la llevaba a su casa, pero justo cuando estaba por entrar, sintió que era arrastrada con gran velocidad. Su cabeza chocó fuertemente contra un árbol y la nieve que colgaba de él cayó al suelo. Había cerrado los ojos por el impacto y comenzó a abrirlos lentamente. Cuando lo hizo, tragó duro. El chico con el que había chocado días atrás estaba frente a ella, con una cara llena de enojo. Sus ojos brillaban con intensidad. Ivelle intentó retroceder, pero los pies le deslizaban por el suelo cuando el chico la tomó del cuello y comenzó a elevarla.

—¡Déjame ir! —gritó Ivelle, tratando de liberarse.

El chico la miró con furia y apretó más su agarre. La expresión en su rostro era amenazante y llenaba a Ivelle de miedo.

— Mataste a mi compañera —dijo él, soltando un gruñido—. Pagarás por eso, maldita campesina. —La voz del chico estaba llena de rabia y dolor. Ivelle estaba aturdida por lo que había ocurrido y por las palabras del chico.

— No... no lo hice a propósito —dijo Ivelle, luchando por encontrar las palabras adecuadas—. Fue un accidente. Ella me atacó. Tenía que defenderme. No iba a dejar que ningún lobo me devorara a su antojo.

El chico apretó aún más su agarre, haciendo que Ivelle se sintiera cada vez más débil y desesperada. Ella conectó su mirada con los ojos furiosos del chico. Intentó soltarse, pero nada sucedió. Se sentía indefensa en ese momento. De repente, el chico fue alejado brutalmente de ella, haciéndola caer al suelo. Ivelle tocó su cuello, que tenía marcas de la mano del estudiante de la Academia Oscura.

Cuando levantó la vista, se dio cuenta de que la persona que la había ayudado era su hermano. Él tenía una mirada neutral mientras observaba al chico en el suelo, con la misma seriedad que lo caracterizaba. El tiempo pareció detenerse y Ivelle no sabía si era producto de su imaginación o si su hermano realmente había detenido el tiempo. Él era estudiante de la Guardia del Tiempo, así que no le sorprendería que eso hubiera ocurrido.

Pero cuando el chico se levantó, se dio cuenta de que estaban en otro lugar. Era como si hubieran sido transportados a una habitación desconocida. El chico de cabello verde sonrió con malicia, y Ivelle miró a su hermano, quien tenía las manos detrás de la espalda. Ella se levantó rápidamente y tomó el brazo de su hermano para intentar alejarlo de la situación, pero él se mantuvo estático.

— Hermano, vámonos de aquí —dijo Ivelle, con urgencia en su voz.

Su hermano no respondió de inmediato. Siguió mirando al chico con una expresión enigmática. Finalmente, después de unos segundos que parecieron una eternidad, él asintió ligeramente y se volvió hacia Ivelle.

— No voy a permitir que nadie te lastime nunca. Y si tengo que matar a quien lo intente, no lo dudaré ni un segundo. — Las palabras de su hermano resonaron con determinación en los oídos de Ivelle. Ella lo miró con sorpresa y preocupación, sintiendo la intensidad de su promesa. —Te juro por mi vida, Ivelle, y te prometo que mientras yo esté vivo, nadie nunca te lastimara.

— Hermano, no... no quiero que hagas eso —respondió Ivelle, tratando de contener su miedo y preocupación—. No deberíamos resolver las cosas así.

Su hermano se acercó al chico y lo tomó del cuello, apretando con fuerza, pero el chico parecía no verse afectado, incluso parecía disfrutarlo. En la mano libre de su hermano, apareció un cuchillo. Ivelle abrió los ojos de par en par. No podía permitir que su hermano Vante matara a alguien por su culpa. No podría soportar el peso de la culpa. Juntó sus manos y una ráfaga de viento fuerte llegó al lugar. Envolvió a su hermano con el aire y lo separó del chico. En un instante, Ivelle chasqueó los dedos y ambos desaparecieron, apareciendo dentro de su casa en cuestión de segundos. Vante frunció el ceño y miró a su hermana con profundo enojo, pero se esforzó por controlarse. No dijo nada, solo la abrazó con fuerza mientras ella temblaba de miedo. Aquella experiencia había sido única y aterradora para Ivelle. Nunca pensó vivir algo así, mucho menos matar a una persona, aunque fuera en defensa propia.

— ¿Por qué él te atacó? — preguntó Vante con una mezcla de sorpresa y preocupación.

Ivelle se apartó de él y lo miró con tristeza.

— Porque yo... yo maté a uno de sus compañeros — respondió con voz temblorosa—. Pero no fue intencional. Estaba transformado y me atacó. Tenía miedo y no quería morir. Mamá siempre me dijo que era ellos o yo, y preferí pensar en mí misma.

Vante la miró con atención, procesando sus palabras mientras el ceño fruncido se suavizaba lentamente.

— No, no es tu culpa. Deberías ir a la cama.

—¿A dónde irás tú?

— No iré a ningún lado. Me quedaré aquí.

—Está bien. Gracias por ayudarme hoy… pensé que… olvidalo. Buenas noches, hermano mayor.

Unos días después, Ivelle despertó con el cabello enredado y unas profundas ojeras bajo sus ojos. Con un suspiro de molestia, se levantó de la cama y comenzó su rutina matutina en busca de un peine. Sin embargo, cada día era una batalla con su rebelde melena, y esta mañana no fue diferente. Pasó el peine por su cabello, pero en lugar de domarlo, solo logró empeorar la situación. Ahora parecía una nube esponjosa coronando su cabeza. Suspirando de frustración, escuchó la voz de su madre llamándola desde abajo para el desayuno.

— ¡Ivelle, el desayuno está listo! — gritó su madre desde la cocina.

Ivelle soltó un suspiro pesado y tomó una liga para amarrarse el cabello. Con habilidad adquirida por años de lidiar con su cabello rebelde, se hizo una coleta alta y dejó caer un lazo en su cabello para darle un toque de estilo. Luego se cambió de ropa, optando por una falda negra que combinaba con una camisa y sus botas de cuero.

Mientras bajaba las escaleras hacia la cocina, su madre, con una sonrisa cálida, le sirvió un plato con huevos revueltos y algas marinas que Ivelle odiaba porque sabía horrible.

— Madre, eso se ve horrible. No pienso comerlo.

— Siéntate ya, Victoria.

Ivelle se sentó en la mesa del desayuno. Como era de costumbre, su hermano no estaba presente. Su madre la llamó, y unos minutos después, Marcos, el patriarca de la casa, entró por la puerta. Ivelle se levantó para saludarlo con un beso y un abrazo, pero su padre la esquivó bruscamente, provocando que ella sonriera tímidamente. Se sentó nuevamente en la mesa y escuchó a su padre hablar sobre sus hijos. Cuando le tocó hablar de ella, Ivelle bajó la mirada a su plato de comida. Su padre le dijo que debía esforzarse más para parecerse a sus hermanos, lo que la hizo sentirse mal. Ella hacía todo lo posible para mantener a su padre orgulloso, pero parecía que todos sus intentos eran en vano. Nada de lo que hacía funcionaba. Asintió antes de levantarse de la mesa, ignorando los llamados de su madre, y salió de la casa.

Lejos de la casa, Ivelle chasqueó los dedos, haciendo que apareciera en un lugar solitario: un parque donde estaba lloviendo torrencialmente. Este era el lugar al que siempre iba cuando se sentía triste. Estaba ubicado en la ciudad, donde vivían personas que se consideraban normales. Ivelle caminó bajo la lluvia, sintiendo las gotas caer sobre su piel. Se dirigió a un banco solitario y se sentó, abrazándose a sí misma mientras miraba el suelo mojado.

— ¿Por qué tengo que esforzarme tanto para ser aceptada? — se preguntó en voz baja, sintiendo un nudo en la garganta. — Hago todo lo que puedo, pero nunca es suficiente.

Las lágrimas se mezclaron con la lluvia en su rostro mientras reflexionaba sobre sus sentimientos de inadecuación. Era doloroso escuchar constantemente que debía esforzarse más para ser como sus hermanos. A veces, se preguntaba si realmente pertenecía a su propia familia. Ivelle se quedó en el parque durante un tiempo, dejando que la lluvia lavará su tristeza y pensando en cómo podría enfrentar la situación en casa. A veces, estar sola en ese parque le brindaba la claridad que necesitaba para entender sus emociones y encontrar la fuerza para seguir adelante.

— No pensé ver a una chica llorar bajo la lluvia. Es como las películas que hacen las personas donde la chica se pone a reflexionar sobre sus amores fallidos bajo la luna llena y las gotas de lluvia, solo que esta vez sin luna llena.

Ivelle se sobresaltó al escuchar la voz detrás de ella. Giró lentamente para encontrarse con un joven de aspecto misterioso, cubierto por completo bajo su paraguas negro. Sus palabras la tomaron por sorpresa, y por un momento, olvidó su tristeza.

— ¿Quién eres tú? —preguntó Ivelle, su curiosidad despertando mientras observaba al desconocido.

— Soy solo un observador del drama humano —respondió con un tono enigmático—. Pero parece que tú eres la protagonista en este drama, ¿no crees?

— Siempre soy protagonista, nunca observadora.

—Interesante perspectiva. Pero a veces, observar puede revelar más verdades que ser el protagonista. ¿Quién dice que la lluvia no está aquí para ayudarte a lavar tus preocupaciones? Tal vez solo necesitas un poco de perspectiva desde afuera del escenario para entenderlo.

— No puedo dejar el escenario cuando soy la protagonista. El guión cambiará por completo.

— Entiendo. A veces, el guión de nuestras vidas toma giros inesperados, y nos vemos obligados a improvisar sobre la marcha. Pero incluso en medio de ese caos, siempre hay espacio para encontrar nuevas formas de interpretar nuestro papel. Tal vez esta lluvia sea una señal de que es hora de reinventar tu papel en la historia. Por cierto, mi nombre es Kai— levantó su mano hacia ella. — ¿Cual es tu nombre?

Ivelle observó la mano extendida del desconocido con cierta vacilación, sintiendo una mezcla de curiosidad y cautela. Durante unos segundos, su mente se debatió entre aceptar o rechazar el gesto, evaluando los riesgos y las posibilidades. Finalmente, dejando de lado sus dudas y confiando en su instinto, decidió aceptar la mano del desconocido. Con un movimiento firme pero amable, entrelazó sus dedos con los del otro, sintiendo una conexión momentánea que desafiaba la brecha entre dos extraños.

— Soy Ivelle. Un placer conocerte, Kai.

— El placer es mío, Ivelle. ¿Te gustaría dar un paseo bajo la lluvia?

—¿Un paseo bajo la lluvia? ¿En serio? — Ivelle se inclinó hacia atrás para mirarlo, una sonrisa fugaz asomándose en sus labios.

—Bueno, sí. ¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo? — respondió el joven —. El agua no muerde, ¿sabes?

— ¡Ay, por favor! —exclamó Ivelle en tono juguetón, aunque en el fondo estaba encantada con la situación.

— Prosigamos con la caminata bajo la lluvia.

Kai la miró con una sonrisa traviesa antes de tomar su mano y llevarla hacia afuera, ignorando su protesta juguetona. El sonido constante de la lluvia acompañaba sus pasos mientras Kai e Ivelle deambulaban por las calles empapadas. Las risas y las conversaciones fluían entre ellos, rompiendo el silencio melancólico que envolvía la ciudad. Kai, con su sonrisa traviesa, hacía que cada momento bajo la lluvia fuera una aventura. A pesar del cielo gris y la persistente lluvia, encontraron una especie de magia en la sencillez de aquel paseo improvisado, convirtiendo un día ordinario en una experiencia inolvidable. Ivelle no pensó que se divertiría con un extraño.

Kai inclinó ligeramente su cuerpo en una reverencia, con una sonrisa en los labios mientras miraba a Ivelle.

— Espero volver a encontrarte, señorita —dijo con un tono ligeramente juguetón, como si estuviera dejando la puerta abierta para futuros encuentros.

Ivelle le devolvió la sonrisa, sintiendo una mezcla de emociones dentro de ella.

— Yo también espero verte de nuevo, Kai. Gracias por esta tarde. Ha sido especial.

Kai asintió con un gesto amable y se alejó bajo la lluvia, dejando a Ivelle mirándolo con una mezcla de gratitud y curiosidad. Observó a su alrededor; las calles estaban casi desiertas, pero aún se veían algunas personas dispersas. Decidió buscar un lugar tranquilo para chasquear los dedos y regresar a casa. Sin embargo, al llegar, se encontró con una sorpresa: la casa estaba vacía, a excepción de una nota en su habitación que indicaba que todos se encontraban en casa de la abuela. Ivelle frunció el ceño con perplejidad.

Fue a su habitación, donde encontró a su perro durmiendo profundamente con una rata dormitando sobre él. Ivelle decidió cambiarse rápidamente. Optó por unos pantalones cómodos, unas botas de cuero y una capa larga que le cubriera hasta los muslos. Luego, tomó a Simon, su rata, y la puso en su bolso antes de llamar a Dan, su perro, para salir de la casa.

El clima ya no era tan frío como antes, lo que permitía sacar a Dan con más frecuencia. Después de una caminata prolongada, llegaron a un callejón bordeado por casas de aspecto antiguo y encantador. Dan, apurado en busca de un lugar donde dormir, abrió una puerta y se adentró en la vivienda. Cuando Ivelle lo siguió, se encontró con un bullicio de personas que se movían velozmente, llevando consigo diversos objetos y cumpliendo tareas aparentemente urgentes. El ambiente estaba cargado de una energía frenética y efervescente, como si cada persona estuviera inmersa en una misión importante.

— ¡Ivelle, ve por tu hermana y dile que haga algo! — Ivelle frunció el ceño, confundida. Miró a su madre quien tenía el cabello recogido en una cola alta, un vestido de lana. Ella se encontraba arreglando la mesa, apresurada. No entendia que sucedia —. ¡Ivelle, te estoy hablando! ¡Ve ya mismo! Necesitamos ayuda. Tu hermano llegará pronto. ¡Dile a tu hermana que ayude con los paquetes que se encuentran en la cocina!

—Iré… iré…iré en seguida… pero, ¿qué está sucediendo?

— ¿Acaso lo olvidaste?

— ¿Olvidar que?

— El cumpleaños de tu hermano.

— Oh. Carajo, lo olvidé por completo.

—¿Qué clase de lenguaje es ese, señorita?

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Alexaider Pineda
me encanta este inicio ,tienes un gran talento
dana hernandez
Solo con este texto, empiezo a amar el libro 😍
Lourdes Castañeda
hola, podrías tradicirnos el francés, para saber que dice, muchas gracias y está muy buena la historia.
Rimur***
Retiro lo dicho anteriormente, ya no entendi nada.
Rimur***
No hablo francés pero creo que de momento entiendo lo que dice.
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