Ella siempre supo que no encajaba en esa mansión. No era querida, no era esperada, y cada día se lo recordaban. Criada entre lujos que no le pertenecían, sobrevivió a las humillaciones de su madre y a la indiferencia de su hermanastra. Pero nada la preparó para el día en que su madre decidió venderla… como si fuera una propiedad más. Él no creía en el amor. Sólo en el control, el poder y los acuerdos. Hasta que la compró. Por capricho. Por venganza. O tal vez por algo que ni él mismo entendía. Ahora ella pertenece a él. Y él… jamás permitirá que escape.
NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
La sustituta
Capítulo 6
Desde aquella conversación en el estudio, el silencio se volvió norma entre ellos.
Thalía y Adrián vivían bajo el mismo techo, comían en la misma mesa, respiraban el mismo aire, pero era como si no existieran el uno para el otro. Ni una palabra, ni una mirada. Solo el sonido de los pasos por los pasillos y el eco de una convivencia forzada.
Adrián había vuelto a su rutina anterior. Llegaba tarde, a veces no llegaba en absoluto. Mujeres diferentes, perfumes diferentes, carcajadas apagadas detrás de puertas cerradas.
Thalía ya no reaccionaba. Se limitaba a preparar el desayuno para Amelia, a leer en el jardín, a cuidar las flores como si su mundo dependiera de ellas.
Hasta que un jueves por la tarde, el timbre sonó.
La puerta fue abierta por el personal de servicio y Thalía escuchó una voz femenina, segura, ligeramente burlona.
—¿Adrián está en casa? Dile que llegó su perdición favorita.
Thalía salió del comedor justo a tiempo para ver a una mujer alta, de cabello rojo caoba, curvas marcadas y vestido ajustado, entregarle su abrigo al mayordomo. Sonreía como si el mundo entero le perteneciera.
—¿Tú debes ser su prometida? —preguntó al verla. Ni un atisbo de incomodidad—. Samantha. Un placer.
—Thalía —respondió, con tono neutro.
—Oh, sí. Escuché de ti… aunque no mucho. —Le guiñó un ojo con descaro—. Supongo que no hay mucho que decir.
Thalía no respondió. Se limitó a mirarla. Samantha era el tipo de mujer que sabía su poder. Y sabía usarlo. Cada palabra suya era una daga disfrazada de dulzura.
—¿Y Adrián? —insistió, como si nada.
—En su estudio.
—Perfecto. —Samantha caminó con paso decidido—. Espero que no te moleste que lo distraiga un ratito.
Thalía no se movió. No protestó. No dijo nada. Pero algo dentro de ella, algo que llevaba semanas enterrando, se revolvió.
Pasó el resto de la tarde en la habitación de Amelia, ayudándola con un dibujo para el jardín de niños. Pero en cuanto la niña se durmió, bajó a la cocina por un vaso de agua… y ahí estaba Samantha, sentada en la encimera, bebiendo vino como si viviera allí.
—¿No duermes? —preguntó, sin volverse.
—Vine por agua —respondió Thalía, impasible.
Samantha la miró por encima del hombro.
—No sé cómo lo haces. Yo ya lo habría ahorcado. O me habría ido.
—No puedo hacer ninguna de las dos cosas.
—Vaya. Eso suena a prisión.
Thalía no contestó.
Samantha bajó de la encimera y se acercó con su copa en la mano.
—Mira, no te voy a mentir. Adrián no cambia. Nunca lo hace. Te va a desgastar. A absorber. Te va a hacer sentir invisible hasta que te creas que lo eres.
Thalía la miró, finalmente, con los ojos llenos de determinación.
—Y tú, ¿por qué sigues viniendo?
—Porque yo no quiero nada de él. Solo lo que puede darme. Tú sí esperas algo. Aunque digas que no.
—No espero nada —repitió Thalía, con la voz firme.
Samantha sonrió, como quien no cree una palabra.
—Entonces ya estás del otro lado.
Se fue poco después, dejando la copa en la encimera y el perfume impregnado en el aire. Adrián no bajó en ningún momento.
Thalía lavó la copa. La secó. La guardó. Y mientras lo hacía, pensaba en lo que Samantha le había dicho.
“Te va a hacer sentir invisible hasta que te creas que lo eres.”
Pero no. Thalía no se iba a desvanecer.
Y tampoco iba a seguir fingiendo que eso era una vida.
...****************...
Thalía había aceptado la invitación de Joshua con cierta duda. No porque desconfiara de él, sino porque algo en su interior le gritaba que no debía hacer nada que comprometiera más su situación. Pero había algo en la forma en que Joshua la miraba… como si aún quedara algo de aquella adolescente que soñaba con escapar del encierro de su casa, con alguien que la valorara.
Eligieron una cafetería discreta, a unas calles del centro. Nada ostentoso, solo cálido. Como las palabras de Joshua.
—Te ves… diferente —dijo él, al verla cruzar la puerta. No como un cumplido barato, sino como una observación genuina—. Más fuerte, pero también más cansada.
Thalía se sentó frente a él y sonrió con algo de melancolía.
—La vida ha sido intensa, últimamente.
—Lo sé. Vi la noticia de tu compromiso. Pensé que era una broma al principio. Tú… casarte con Adrián Muñoz. El tipo más ricos.
Ella bajó la mirada.
—No fue mi decisión. Fue un trato.
—¿Un trato?
—Complicado. —Thalía no quiso entrar en detalles. Solo suspiró—. Digamos que mi madre y su padre tenían intereses en común.
Joshua frunció el ceño.
—¿Y tú? ¿Qué tienes que ver con eso?
—Mi apellido. Mi obediencia. —Lo miró directo a los ojos—. Y mi silencio.
Él tragó saliva, dolido.
—¿Eres feliz?
Thalía dudó.
—No lo sé. Pero estoy sobreviviendo.
Joshua le tomó la mano. Un gesto suave, casi reverente.
—Tú no naciste para sobrevivir. Tú naciste para vivir, Thalía. Para brillar. Para ser libre. No te resignes.
Thalía sintió cómo se le apretaba el pecho. Las palabras de Joshua eran un bálsamo y, al mismo tiempo, un puñal. Porque sabía que él seguía sintiendo algo por ella. Y ella… no sabía si tenía espacio en su corazón para sentir algo más.
Fue entonces cuando, al otro lado del ventanal de la cafetería, apareció Bianca.
La sonrisa en su rostro desapareció en cuanto sus ojos se posaron en la escena. Thalía. De la mano de un chico. Hablando, sonriendo. ¿Coqueteando?
Bianca entró en la cafetería como si le perteneciera.
—Qué conmovedor —dijo con un veneno tan dulce que dolía—. La futura señora Muñoz teniendo una cita romántica una semana antes de su boda.
Thalía se quedó inmóvil. Joshua soltó su mano de inmediato, incómodo.
—No es lo que parece —murmuró Thalía, poniéndose de pie.
—¿No? —Bianca se cruzó de brazos—. Entonces explícame, hermanita, ¿qué hacías aquí tan a gusto con tu amigo mientras Adrián te espera en casa como un idiota?
—Adrián no espera por nadie —respondió Thalía, firme—. Y tú no eres nadie para venir a darme lecciones de fidelidad.
—Yo soy la que debió casarse con él —soltó Bianca, sin filtros—. ¡Esa boda es mía! ¡No tuya! Tú solo fuiste la sustituta conveniente. Una sombra barata.
Thalía sintió cómo se le erizaba la piel, pero no se dejó intimidar.
—Entonces tal vez deberías hablar con tu madre. Ella fue quien me puso ahí.
Bianca rió, pero no era una risa real. Era una bomba a punto de estallar.
—Disfruta tus días de gloria, Thalía. Porque cuando yo hable, y todo salga a la luz… no vas a tener dónde esconderte.
Y sin más, se giró y salió como una tempestad, dejando atrás la tensión como un huracán que arrasa todo.
Joshua miró a Thalía, confundido.
—¿Qué demonios fue eso?
—Mi hermana. —Suspiró, cansada—. Mi peor enemiga… al parecer.
—Thalía… esto es demasiado.
—Lo sé.
—Si necesitas irte. Escapar. Correr. Solo dímelo. Yo te ayudo.
Ella lo miró con ternura, pero negó con la cabeza.
—No puedo irme… aún.
Joshua asintió, sin entender del todo, pero sin insistir. Porque aunque no lo dijera, sabía que Thalía estaba atada a algo mucho más grande. Algo que iba más allá del amor, de la boda.
Tiago ya eres grande para dejarte envolver como niño creo q los padres q te dio la vida te han enseñado valores ojalá no te corrompas con esa persona q dice ser tu padre , Thalía y Joshua hicieron mal al no decirte la verdad por cuidar tu ntegidad , ahora quien sabe lo. Q te espera al lado de este demonio