En un mundo donde los ángeles guían a la humanidad sin ser vistos, Seraph cumple su misión desde el Cielo: proteger, orientar y sostener la esperanza de los humanos. Pero todo cambia cuando sus pasos lo cruzan con Cameron, una joven que, sin comprender por qué, siente su presencia y su luz.
Juntos, emprenderán un viaje que desafiará las leyes celestiales: construyendo una Red de Esperanza, enseñando a los humanos a sostener su propia luz y enfrentando fuerzas ancestrales de oscuridad que amenazan con destruirla.
Entre milagros, pérdidas y decisiones imposibles, Cameron y Seraph descubrirán que la verdadera fuerza no está solo en el Cielo, sino en la capacidad humana de amar, resistir y transformar la oscuridad en luz.
Una historia épica de amor, sacrificio y esperanza, donde el destino de los ángeles y los humanos se entrelaza de manera inesperada.
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La caricia invisible.
Al llegar hasta donde se encontraba Cameron, la chica trabajaba en silencio, los papeles estaban esparcidos sobre la mesa, y en el margen de cada página se reflejaban pedazos de su tristeza.
Desde la ventana, la ciudad se mantenía ajena al peso que llevaba en el pecho.
El recuerdo de Linda seguía vivo en cada trazo, en cada pensamiento.
Una lágrima resbaló por su mejilla, lenta y pura, como si descendiera desde un lugar mucho más alto que la pena humana.
Seraph la observaba desde el umbral invisible que separa el mundo de los hombres del de los ángeles.
Había jurado mantenerse a distancia.
Había prometido no volver a interferir.
Pero aquella lágrima rompió todas las promesas.
Avanzó sin pensarlo.
Sus pasos eran apenas un susurro en el aire.
Cuando su mano se alzó para rozar el rostro de Cameron, una corriente de luz tembló entre ambos mundos.
No era una caricia… era una oración silenciosa, un intento desesperado de consolarla sin quebrar el orden divino.
Cameron se estremeció.
El aire se volvió más cálido, más suave.
Un escalofrío le recorrió la piel, pero no de miedo, sino de presencia.
Sintió que alguien estaba con ella… alguien que no podía ver, pero cuyo amor se filtraba como un rayo en la oscuridad.
—Todo estará bien… —susurró Seraph con voz de viento—. No estás sola.
Cameron no escuchó las palabras, pero su corazón sí.
Una calma inexplicable la envolvió, y por primera vez en meses, respiró sin dolor.
El tiempo se desdibujó.
Cuando levantó la vista, el sol apenas comenzaba a pintar de tonos naranjas los edificios lejanos.
Seraph, atónito, comprendió que había pasado toda la tarde a su lado.
La acompañó hasta su casa, invisible, caminando unos pasos detrás, como un guardián enamorado.
Antes de entrar, Cameron se detuvo en la puerta.
Levantó la mirada hacia el cielo y sonrió.
Una sonrisa pequeña, dulce, llena de gratitud hacia algo que no comprendía del todo.
Aquella expresión atravesó a Seraph como una lanza de luz.
Era la sonrisa más humana… y la más divina que jamás había visto.
La vio entrar y emprendió el vuelo de regreso junto a Lester, fue entonces que al pasar por el al parque, lo encontró allí: Jhon, sentado en el mismo banco de siempre, a punto de marcharse.
A su lado, el nuevo ángel que el Cielo había asignado para cuidarlo lo observaba con paciencia.
Por un instante, las miradas invisibles de ambos seres se cruzaron:
el custodio que había fallado y el que ahora ocupaba su lugar.
El aire se volvió tenso, casi sagrado.
El nuevo ángel alzó la vista hacia la sombra donde Seraph flotaba, y su mirada —aunque sin palabras— fue un juicio silencioso.
Ningún ángel abandona su misión antes de cumplirla.
Seraph contuvo la respiración.
Sintió en su pecho una mezcla insoportable de culpa, deseo y pérdida.
Sabía que debía regresar de inmediato con Lester antes de que el Cielo notara su ausencia…
pero el eco de la sonrisa de Cameron aún ardía en su mente.
El nuevo Ángel caminó junto a Jhon mientras miraba a Seraph alejarse.
La noche había caído, había abandonado a Lester pero era imposible dejar a Cameron en un momento de vulnerabilidad, guiado por su corazón, se repetía cada vez que el remordimiento lo asaltaba.
“Solo un instante más…”.
“Solo un instante más antes de perderla para siempre.”
Y con ese pensamiento, Seraph se mantuvo junto a ella hasta caer las noche, el cielo iluminaba el firmamento, Seraph se elevó una vez más hacia la aurora,
con el corazón dividido entre el deber y el amor que jamás debió conocer.
Regresando hasta la mansión Brekman en donde se encontraba Lester, su nueva asignación, sin saber que al llegar se llevaría la peor sorpresa de todas.
gracias Autora