Grettel es una mujer pobre, que se enamora de un hombre rico, al que conoció desde niños.
Ese amor desencadena una serie de maltratos, odio y situaciones en las que de pronto te obligan a decir, ¡ella o yo, tienes qué decidir!
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Hermano mala leche
Doña Martha no quería dejar a Grettel porque le resultaba una mina de oro, la madre de Grettel, antes de morir le dejó una cantidad de dinero más o menos aceptable a cambio de que ella se hiciera cargo de su hija en caso de que le pasara algo malo. Como si ya presintiera lo que le pasaría.
Al morir esta, (una semana después de dar a luz), ella se hizo cargo de la niña, no con muchas ganas, pero sí por el dinero que representaba. La tenía con ella desde que era una bebita recién nacida.
Claro, la calidad de vida que esta señora le daba a la niña era muy mala. Sin embargo, Grettel no decía nada porque no tenía a dónde más ir.
Por eso tenía ese carácter, porque así podía defenderse de todos.
Grettel solo tenía por amigos a Axel, y a una mujer que vivía en el mismo edificio que ella pero un piso más arriba, sentía que él le iluminaba sus días.
Axel siempre se había portado muy bien con ella, incluso hasta la estaba enseñando a leer y escribir. Esto hacía que la niña se fuera enamorando de él poco a poco. A pesar de que Grettel tenía 8 años, sentía que estaba muy enamorada de él.
Y tal vez, Axel sentía lo mismo por ella.
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Grettel, ¿cómo estás? Mira, te traje un lonche.
Axel, muchas gracias por el lonche. ¡Qué bueno que me lo trajiste porque tengo mucha hambre!
¿Acaso doña Martha no te dio de comer?
No, me dijo que si no vendía todas las empanadas no iba a comer. Así que tuve que salir de mi casa solo con las empanadas y nada en el estómago.
Axel vio como Grettel se comía todo el lonche vorazmente. Sentía una infinita ternura de verla sola, tan desvalida.
Doña Martha no le daba nada de amor, al contrario, se la pasaba regañándola todo el tiempo y haciéndole la vida miserable.
No la mandaba a la escuela porque según ella, no tenía dinero. Sin embargo, gastaba para comer solo ella y a Gretel le daba solamente las sobras.
La amiga que vivía en el mismo edificio que ella, la ayudaba muchas veces con consejos. A veces hasta le daba de comer porque siempre la veía con mucha hambre.
Esta chica vivía con una tía, que era cantante. Ahí en ese lugar iban muchos hombres, a tomar, y a disfrutar con las chicas malas que abarrotaban el lugar.
El dueño era un tipo mal encarado que la obligaba a trabajar horas extras sin pagarle un peso más que su sueldo, qué, además, era mísero.
Pero era lo que había y ni modo.
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Rafael vio a su hermano sacar unos tacos que Carmina, la sirvienta, había preparado minutos antes para la familia, aprovechando un descuido de esta.
Ándale, ya te vi. Le voy a decir a mamá, le dijo a su hermano.
Sí, ve con el chisme, pareces niñita, le contestó Axel molesto.
¡Mamá!, Rafael llegó corriendo al comedor donde estaban sus padres... Axel se está robando los tacos.
Pero, ¿cómo?, dijo Lorenzo.
Inmediatamente, se levantó de su silla y fue a la cocina.
Ahí solo estaba Carmina, dando el último toque antes de servir.
¿Dónde está Axel?, preguntó Lorenzo.
No ha venido por aquí, señor, dijo Carmina.
Rafael intervino, no mientas, Carmina, Axel se estaba robando los tacos, yo lo vi.
Señor, yo le aseguro que los tacos están completos, tal y como los dejé.
Lorenzo y Rafael observaron los tacos. En efecto, estaban completamente ordenados, no faltaba ni uno.
Está bien vamos a la mesa.
En cuanto se fueron... Axel, ya siéntate a la mesa, aquí te voy a dejar los tacos para que se los lleves a tu amiga.
Gracias, Carmina, te debo una.
¿Una?, muchas, jajaja.
Está bien, apúntamelas en el hielo.
A qué muchachito este. Se dijo Carmina.
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Tiempo después... Axel se encontraba con Grettel en su banca favorita del parque, un poco apartada de las miradas burlonas.
Grettel, te traje estos tacos, están riquísimos. Ah, y un refresco.
Gracias, Axel... dijo Grettel, completamente agradecida con él.
No me las des, yo te los traje con todo mi amor.
A Grettel se le iluminó la cara con esa afirmación de Axel.
De amistad, claro, corrigió él.
Sí, claro.
Grettel se comió todos los tacos, además de que se sentía muy a gusto con Axel.
Él se portaba muy tierno con ella y la trataba con toda delicadeza.
Eres una niña muy hermosa, Grettel. Me siento muy feliz cuando estoy contigo.
¿De verdad, Axel?
Claro que sí, te lo digo con todo mi corazón.
¿Y tus papás qué piensan de mí?, preguntó Gretel un poco nerviosa.
Eso es lo de menos, tú no te preocupes por nada. Siempre podrás contar conmigo.
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Cuando Grettel regresó a su casa, Martha la estaba esperando de no muy buen humor.
¿Me puedes decir por qué llegas a esta hora y de dónde vienes?...
No se sulfure, doña Martha, vengo de vender las empanadas. Aquí está el dinero.
Muy bien, niña, así ya no digo nada. Espero que hayas comido porque no hay nada.
No se preocupe, doña Martha, no tengo hambre.
Pues qué bueno que no tengas hambre, ahora vete a tu cuarto, ya no te quiero ver aquí.
Está bien, doña Martha, ya me voy. No me interesa ver caras largas.
Grettel se fue a su cuarto, estaba harta de escuchar quejas todos los días de Martha.
Pero, la verdad, eso no le importaba, porque detrás de todo esto estaba Axel, que la trataba como una verdadera reina.