Bajo la lluvia es una historia de romance y pasión que surge de un encuentro inesperado. Mariana, marcada por un pasado complicado, conoce a Samuel, un hombre enigmático que despierta en ella emociones olvidadas. Sin embargo, cuando su exnovio reaparece, el amor se ve amenazado por los fantasmas del pasado. Entre secretos, deseo y decisiones, ambos deberán enfrentar lo que realmente significa arriesgarse por amor.
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cap:11
Mariana no pudo dormir esa noche. Había dejado la casa de Samuel con el corazón roto, sin entender cómo todo había llegado a este punto. Sus palabras seguían retumbando en su mente: "No sé si quiero hablar ahora." La indiferencia de Samuel, el dolor en su voz, todo eso la había dejado completamente perdida. ¿Qué más podía hacer para salvar algo que ya parecía roto?
Se levantó temprano, decidida a no seguir atormentándose. Necesitaba poner algo de distancia entre ella y todo lo que había sucedido. Pero mientras caminaba por la ciudad, su mente se desviaba inevitablemente hacia Pablo. Había algo oscuro en él, algo que la había atrapado desde el principio. Aunque su intuición le decía que debía alejarse de él, el dolor y la rabia que sentía la impulsaban a buscar una solución. Y Pablo era la única persona que parecía comprenderla en este momento.
Decidió llamarlo. Necesitaba respuestas, necesitaba saber si había alguna posibilidad de recuperar lo que había perdido, y tal vez, en el fondo, también buscaba consuelo. Al principio, pensó que sería una mala idea, pero el deseo de enfrentarse a la verdad la superó.
Cuando el teléfono comenzó a sonar, su estómago dio un vuelco. Finalmente, Pablo respondió con su voz suave, casi demasiado tranquila.
—¿Mariana? ¿Qué pasa? No esperaba que me llamaras.
Mariana respiró hondo, sentada en un banco del parque.
—Necesito verte. Tenemos que hablar.
Pablo no respondió de inmediato, pero Mariana pudo escuchar cómo su respiración se hacía más profunda. Sabía que él lo estaba pensando. Al final, dijo:
—Te espero en mi apartamento esta tarde.
El encuentro se dio en un pequeño café en el centro de la ciudad, donde Pablo esperaba en una mesa apartada. Mariana lo observó mientras se acercaba, su rostro impasible, su presencia intimidante como siempre.
—¿Qué pasa, Mariana? —preguntó, mirando su rostro con una sonrisa que no alcanzaba a llegar a sus ojos.
—Quiero saber qué quieres de mí. —Mariana no pudo evitar ser directa. El cansancio, la tristeza, y la rabia se reflejaban en su mirada. La situación no podía seguir de esa manera, y ella necesitaba respuestas claras.
Pablo la observó por un largo momento, como si analizara sus palabras. Luego, se recostó en su silla y respondió con calma, como si todo fuera un juego.
—Lo que quiero no es tan difícil de entender. Todo esto siempre ha sido una cuestión de control, de demostrar que, en algún momento, tú me perteneciste. Samuel no lo entiende, pero yo sí. Y te he dado todo el tiempo y espacio que necesitabas. Ahora, es momento de que tú decidas de qué lado estás.
Mariana lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de furia y tristeza. ¿Así que eso era lo que pensaba? Que todo lo que había entre ellos había sido parte de un juego de poder y control. La furia comenzó a consumirla, pero también se dio cuenta de algo importante. Pablo no era la persona que decía ser. Había algo aún más oscuro detrás de su fachada seductora.
—¿Y si te dijera que ya no quiero nada contigo? ¿Y si te dijera que estoy cansada de tus manipulaciones, Pablo?
Por un segundo, los ojos de Pablo se estrecharon. El desafío en la voz de Mariana lo sorprendió, pero no se dejó intimidar.
—Eso lo has dicho antes, pero sigues aquí, ¿verdad? Sigues buscando respuestas. Y eso me dice que todavía tienes algo de mí dentro.
Mariana sintió un nudo en la garganta. ¿Cómo podía ser tan seguro de todo? ¿Cómo podía ser tan… malvado?
—No sigas, Pablo. No soy tu juguete. No voy a seguir permitiendo que sigas jugando conmigo y con Samuel.
Pablo se inclinó hacia adelante, su mirada ahora feroz.
—¿No lo entiendes? No es un juego, Mariana. Es venganza.
Las palabras le llegaron como un golpe directo. Mariana se quedó sin aliento, incapaz de procesarlas.
—Venganza… ¿de qué hablas? —susurró, sintiendo cómo la incredulidad se apoderaba de ella.
—De todo lo que sucedió entre nosotros. Todo lo que compartimos. Todo lo que perdí por tu culpa. Y ahora, quiero que sientas lo mismo. —Pablo se levantó de su silla y caminó hacia ella, su voz suave pero llena de veneno. —Así que sí, lo que ves aquí es venganza. Y tú eres la pieza final en mi plan.
Mariana lo miró, el horror reflejado en sus ojos. Sabía que Pablo no era alguien fácil de enfrentar, pero ahora entendía el alcance de su maldad. No solo la había manipulado, sino que todo había sido parte de un juego macabro de venganza.
—¡Eres un monstruo! —gritó, levantándose de la silla.
Pablo la observó con una sonrisa fría y, antes de que pudiera reaccionar, él ya había dado un paso atrás.
—No es tan simple, Mariana. No entiendes todo lo que ha pasado. Tú y yo hemos tenido un vínculo que ni tú ni Samuel entenderán jamás. Y eso es lo que más me duele: que pienses que puedes romperlo así, tan fácilmente.
Mariana se quedó quieta, sin saber qué hacer, pero con una sensación de vacío profundo. ¿Qué podía hacer ahora? ¿Cómo podía enfrentarse a Pablo, a su venganza, a todo lo que había sucedido? Ella no era una víctima, pero ¿quién podría luchar contra alguien que lo había planeado todo desde el principio?
Pablo la miró una vez más antes de alejarse, dejando caer una última bomba:
—Solo recuerda, Mariana, que la venganza siempre llega. Y tú solo eres otra pieza que se moverá según mis reglas.
Mariana se quedó paralizada, mirando cómo se alejaba. Las palabras de Pablo aún resonaban en su mente, y comprendió que, ahora, las reglas del juego habían cambiado. Todo lo que pensaba que sabía sobre él, sobre Samuel, y sobre ella misma, estaba a punto de volverse aún más oscuro.
Lo peor de todo era que ahora, sin saberlo, Pablo tenía el control. Y Mariana no sabía si podría detenerlo antes de que su venganza se hiciera realidad.