Daniel, un joven curioso, intenta robar un libro misterioso, pero todo sale mal y, en lugar de escapar, es transportado a Nova, un mundo maldito cubierto por agua. La única forma de regresar a su mundo es salvar Nova de la maldición, pero no será fácil. Enfrentará a poderosos enemigos y luchará por sobrevivir, mientras descubre secretos sobre el mundo y su propia tripulación. Con un futuro incierto, Daniel deberá encontrar una manera de romper la maldición y regresar a su hogar, antes de que sea demasiado tarde.
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El límite de la ruta de la niebla
La niebla aún se cernía pesada sobre el barco mientras la tripulación recuperaba el aliento tras la emboscada. La cubierta estaba salpicada de sangre y astillas, y el aire cargado de tensión. Kora, con su característico gesto de desdén, permanecía de pie en el centro, su espada aún goteando. Observaba el horizonte perdido entre la niebla como si esperara que algo más ocurriera.
—Esto fue un engaño —murmuró, rompiendo el tenso silencio.
Dolía, que estaba limpiando la hoja de su espada, levantó la vista.
—¿Qué quieres decir? Los vencimos, huyeron.
Kora giró lentamente hacia ella, sus ojos brillando con una mezcla de furia y certeza.
—¿De verdad crees que esa escoria atacaría sin un plan? No estaban aquí para ganar, estaban aquí para distraernos.
Uriel frunció el ceño, acercándose al grupo con cautela.
—¿Distracción para qué?
Kora señaló hacia la niebla.
—Para ganar tiempo. Se están dirigiendo al límite de la Ruta de la Niebla. Si llegan antes que nosotros, podrán cruzar hacia la Gran Ruta, y allí será imposible alcanzarlos.
La gravedad de sus palabras cayó como una losa sobre la tripulación. La Gran Ruta, conocida entre los navegantes como un vasto océano donde la magia y la lógica no tenían cabida, era un lugar del que pocos regresaban. Si los ex tripulantes de Naou lograban cruzar, encontrar a Josh sería como buscar una aguja en un pajar embrujado.
—¡Entonces cambiemos de rumbo de inmediato! —ordenó Daniel, con un tono que intentaba sonar autoritario, aunque su nerviosismo era palpable.
—Más te vale que sepas cómo llevarnos allí a tiempo, capitán —dijo Kora con sarcasmo mientras pasaba junto a él hacia el timón.
Daniel asintió, pero en su interior sabía que esta mentira no podría sostenerse mucho más. Si no lograba usar el aura nuevamente, si no lograba convencerlos de que era Steven, sería descubierto.
Cambio de Rumbo
Dolía y Uriel rápidamente ajustaron las velas mientras Doria consultaba el mapa con prisa. La tripulación trabajaba con una sincronía casi perfecta, pero había una sombra de duda en el ambiente. Kora tomó el timón con firmeza, guiando el barco hacia el nuevo rumbo.
—Si calculamos bien, podríamos interceptarlos antes de que crucen —dijo Doria, su voz llena de determinación—. Pero necesitaríamos más velocidad.
—Este barco puede dar más, pero necesitamos que el viento nos favorezca —respondió Dolía mientras revisaba las cuerdas.
Daniel observaba desde la proa, su mente dividida entre el peligro inminente y su propia incapacidad. Sentía la presión de las expectativas, de ser alguien que no era. Había logrado usar el aura por un instante en la batalla anterior, pero no entendía cómo lo había hecho. Cerró los ojos y trató de concentrarse, recordando las palabras de Dolía: "El aura no es algo que se piensa, es algo que se siente."
Respiró hondo, tratando de conectar con esa energía que parecía tan esquiva. Pero la presión del momento, el miedo al fracaso, lo mantenían bloqueado.
La Sospecha de Doria
Desde la popa, Doria lo observaba en silencio. Había algo diferente en Steven desde que regresó. Sus movimientos, su manera de hablar, incluso su forma de mirar el horizonte. Todo parecía... forzado.
El Steven que ella conocía era arrogante, confiado, y nunca habría mostrado dudas en medio de una situación crítica. Pero este Steven titubeaba, y había algo en su mirada, algo vulnerable, que la inquietaba.
Mientras Dolía pasaba junto a ella, Doria la detuvo.
—¿Has notado algo extraño en el capitán? —preguntó en voz baja.
Dolía frunció el ceño, pero negó con la cabeza.
—Steven ha pasado por mucho. Tal vez solo necesita tiempo para volver a ser el de antes.
Doria no respondió. Sabía que Dolía era demasiado leal al capitán para admitir lo que también debía haber notado. Pero ella, que lo conocía mejor que nadie, estaba segura de una cosa: ese no era el verdadero Steven.
El Límite de la Niebla
Horas después, la niebla comenzó a disiparse ligeramente, y el horizonte se abrió ante ellos, revelando un mar que parecía brillar con un tenue resplandor dorado.
—Estamos cerca del límite de la Ruta de la Niebla —anunció Uriel desde el puesto de observación—. ¡Allí están!
A lo lejos, la silueta de otro barco se distinguía en la penumbra. Era una embarcación más pequeña, pero rápida, y ya estaba cerca del borde donde comenzaba la Gran Ruta.
—¡Maldita sea! —gruñó Kora, girando el timón para aumentar la velocidad—. No vamos a llegar a tiempo si seguimos así.
—Capitán, ¿alguna idea? —preguntó Dolía, girándose hacia Daniel.
Todas las miradas se posaron en él, esperando que tomara una decisión.
Daniel tragó saliva. Este era el momento en que debía demostrar que era Steven, pero no tenía un plan. En un intento desesperado, cerró los ojos y trató de convocar el aura nuevamente. Su mente se llenó de imágenes de la batalla anterior, del momento en que sintió esa energía fluir por su cuerpo.
—Concéntrate, concéntrate... —se repetía.
De repente, una tenue luz comenzó a emanar de su cuerpo, como si su aura respondiera a su llamado. La tripulación contuvo la respiración mientras la luz se intensificaba, envolviendo a Daniel como una armadura etérea.
—¡El aura! —susurró Dolía, con asombro en su voz.
Pero algo andaba mal. La luz era inestable, parpadeando como una llama a punto de extinguirse. Daniel sentía que no tenía control, que el aura podía desvanecerse en cualquier momento.
Doria lo observaba fijamente, sus sospechas confirmadas. Ese no era Steven. El verdadero Steven habría dominado el aura sin esfuerzo, sin esta lucha interna que Daniel claramente enfrentaba.
—Steven... —susurró, apenas audible.
La Decisión Final
El barco enemigo estaba a punto de cruzar el límite. Kora, furioso, golpeó la barandilla con el puño.
—¡Si no hacemos algo ahora, los perderemos!
Daniel abrió los ojos, su aura todavía parpadeante. Sabía que este era el momento de arriesgarse.
—Lancen las balistas —ordenó, señalando las enormes armas en la cubierta—. Apunten al casco, no a las velas. Tenemos que detenerlos, no destruirlos.
Dolía y Uriel asintieron, moviéndose rápidamente para cargar las balistas. Kora gruñó, pero obedeció, ajustando el ángulo de disparo.
—¡Fuego! —gritó Daniel.
Las enormes flechas salieron disparadas, cortando el aire con un silbido. Dos de ellas impactaron en el casco del barco enemigo, causando que este tambaleara y perdiera velocidad.
—¡Bien hecho! —gritó Dolía, mientras el barco de Steven se acercaba rápidamente.
El enemigo intentó contraatacar, pero la tripulación de Daniel estaba preparada. Kora lideró un ataque directo, saltando al barco contrario con un rugido de batalla, seguido de cerca por Uriel y Doria.
Daniel observaba desde la cubierta, tratando de mantener la calma mientras su aura finalmente se desvanecía. Sabía que había ganado algo de tiempo, pero también sabía que su mentira estaba a punto de salir a la luz.
El Enfrentamiento con la Verdad
Cuando la batalla terminó y los enemigos fueron sometidos, Doria se acercó a Daniel, su espada todavía en la mano.
—Steven... —dijo, su voz baja pero firme—. Necesito saber la verdad. ¿Eres tú?
Daniel la miró, sintiendo el peso de su mirada. Podía mentir nuevamente, pero sabía que Doria no se lo creería.
—Yo... —comenzó, pero su voz se quebró.
El momento de la verdad había llegado, y Daniel sabía que su mentira no podría sostenerse por más tiempo.