Catalina Miranda es una joven deslumbrante que persigue con fervor sus sueños, a pesar de las adversidades que la rodean. Su familia no cuenta con grandes recursos económicos ni ocupa un alto estrato social, pero cada día luchan con valentía para salir adelante. Para Catalina, su madre y su hermana menor son el centro de su mundo; sueña con conseguir un buen trabajo que les brinde la vida digna que merecen, convirtiéndolas en verdaderas reinas.
Catalina es una soñadora incansable, siempre dispuesta a extender su mano a quienes la rodean. Sin embargo, su vida da un giro inesperado en una oscura noche. Al escuchar murmullos inquietantes provenientes de las afueras de su hogar, se siente atraída por la multitud de vecinos congregados. Con el corazón en un puño y temiendo lo peor, se acerca lentamente, solo para encontrarse con una escena desgarradora que cambiará su vida para siempre.
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Capítulo VI Mejor opción
Punto de vista de Gabriel
Entre a la habitación de Catalina, estaba preocupado por ella, ya que la experiencia que había vivido no era nada agradable. Al entrar me di cuenta de que estaba en la ducha, así que decidí quedarme a esperar que saliera, paso más de una hora cuando la vi salir envuelta solo en una toalla, su piel estaba húmeda y sus labios rojos los cuales me invitaban a besarlos.
Pregunto que hacía en su habitación, sin dar explicación alguna caminé hasta ella y empecé a olerla, su aroma era una invitación al placer, quería saber a qué sabía ese pequeño y delicado cuerpo, continúe mi camino hasta su cuello, topándome con su cabello cubriéndolo, con delicadeza descubrí esa exquisita parte percatándome de que tenía algo de temperatura, aunque la deseaba no era un animal, ella estaba mal y así no podría hacerla mía, además mi intención era que también disfrutará de lo que le iba a hacer.
La tome entre mis brazos dejándola en la cama para luego ir por algo de ropa para ella, regrese y la vi tan provocativa, cada parte de mi cuerpo me gritaba que la hiciera mía en ese momento; sin embargo, logré controlarme, aunque hasta mi voz me delataba.
Tomo el pijama, pero al parecer le daba pena cambiarse frente a mí, no pensaba irme de la habitación, no quería dejarla sola, ella volvió a sentarse en la cama y al intentar levantarse casi cae al suelo, rápidamente la sostuve encontrándome con su hermosa e inocente mirada, quería devorarla completamente, lo que nunca imagine fue lo que sucedió después.
Ella había tomado la iniciativa de besarme, sentir sus labios en los míos me hizo sentir algo que yo jamás había sentido, la suavidad de sus labios me incitaba a ir a más allá, pero al sentir su piel hirviendo decidí detenerme, tome la parte de arriba del atuendo que le había llevado, la toalla que cubría su cuerpo cayó al suelo dándome una vista exquisita de lo que pronto sería mío, no sé dé donde saque tanta fuerza para detenerme, quería seguir tocándola.
Una vez la ayude a ponerse la ropa saludable de la habitación, si me quedaba un segundo más ahí, no iba a poder controlarme. Decidí llamar a Desirée, la doctora de nuestro clan y además una de mis ex amantes, "hola cariño, ¿en qué te puedo servir?", su tono coqueto me molesto por primera vez.
"Ven a la casa, debes atender a alguien", sin mediar más palabras colgué la llamada, como hijo del jefe no le debía explicaciones a nadie.
Espere a que llegara en mi estudio, estar a solas con Catalina era demasiada tentación. Minutos más tarde escuché la puerta de mi estudio abrirse, Desirée entró como si estuviera en su casa, cosa que me molestaba mucho. "Te he dicho varias veces que debes tocar antes de entrar a mi oficina".
"No pensé que te molestará, después de todas las cosas que hemos hecho", respondió con descaro e insinuándose.
"Te mandé a llamar para que atendieran a alguien no para acostarme contigo", dije con frialdad.
"¿A quien voy a atender?", pregunto decepcionada.
"A mi mujer, espero que la trates con cortesía. Sabes que si no lo haces te arrepentirás toda la vida", la amenace con firmeza.
"¿Tu mujer?, ¿de qué hablas?, pensé que tu mujer era yo?", dijo con furia.
"¿Cuándo te dije que lo nuestro era algo serio?", pregunté dándole una calada al cigarrillo en mi mano.
"Pensé que me pedirías que normalizáramos", respondió con la voz apagada.
"Entiende algo. Nunca voy a formalizar nada con nadie y ya está bueno de estupideces, ve y atiende a mi mujer y luego te marchas".
Desirée salió de mi oficina molesta, así que le pedí a una de las mujeres del servicio que fueran con ella. No quería que lastimara a Catalina. Una vez solo recibí la llamada de mi padre. "Papá ¿pasa algo?", pregunté con preocupación, ya que él gran Federico Lombardo solo llamaba cuando era algo muy importante.
"Tu madre y yo queremos que vengas a nuestra casa. Hay algo muy importante que queremos hablar", sonaba serio. Algo debía estar pasando, solo esperaba que no fuera nada que los pusiera en peligro.
Salí de la fortaleza a la casa de mis padres, al llegar como me recibieron enormes muros rodeando la propiedad, hombres apostados por todos lados armados hasta los dientes, cámaras de seguridad que vigilaban el perímetro. Al entrar a la propiedad te encontrabas con esculturas de artistas famosos, los caminos empedrados bordados con exóticas flores silvestres, al llegar a la puerta principal estas eran de madera pulida que al abrirse te daban la bienvenida a un mundo de elegancia esentrisismo, desde mi punto de vista era demasiado, pero a mis padres les gustaba así.
"Solo así nos vienes a visitar", así me dio bienvenida Graciela De Lombardo: mi madre.
"También me da gusto verte madre", respondí despreocupado.
"Pasemos a la sala, tenemos algo que conversar contigo", dije de manera seria mientras caminaba hasta la amplia sala.
Mi padre nos estaba esperando junto a Camila Alarcón, la hija de uno de los socios de él, además estaba Camilo Alarcón y su esposa una víbora ponzoñosa que vendería su alma al diablo solo para obtener más poder.
"Al fin llegas, tenemos tiempo esperando por ti", ese fue el recibimiento de mi madre que siempre ha sido todo un personaje.
"Buenas noches, al menos puedes saludar", contesté con frialdad.
"Basta de saludos, mejor toma asiento que tenemos que hablar", intervino mi padre con el ceño fruncido.
"Espero que realmente me hayan hecho venir por algo importante, pues tengo asuntos que atender", respondí con sarcasmo.
"Sí, debe ser que alguna mujer te está esperando en un cuarto de hotel", las palabras de mi padre sonaban como un reclamo.
"Si es así ¿cuál sería el problema? Es mi vida y hago con ella lo que se me plazca", estaba empezando a molestarme la actitud de Federico Lombardo.
"Déjame decirte que eso ya se va a acabar, pues te casaras con Camila", los more con una sonrisa burlona, no podía creer que ellos pensaran que podrían decidir sobre mi vida, estaban muy equivocados al respeto.
"Ja, ja, ja, creo que eso no podrá ser y me disculpo con los Alarcón, pero no me casaré con su hija, soy bastante mayor como para decidir con quien casarme", respondí mirando a mi padre, él estaba loco si pretendía que me casaría con una mujer tan fastidiosa como Camila.
"Ya les di mi palabra y sabes que mis palabras se cumplen y punto", ordeno mi padre sin titubear.
"Yo también di mi palabra, ya tengo mujer y solo con ella me voy a casar, así como tu palabra cuenta, la mía también".
Sin decir nada más sali de la casa de mis padres dejándolos con la intriga, ahora si estaba jodido, ya que tendría que casarme y en este momento mi mejor opción era... Catalina Miranda...