son amigos de la infancia se quieren como hermanos pero ella siente algo más que una amistad ¿un amor no correspondido por él?
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Capitulo 15
El día después del parque de diversiones, Amelia despertó con una sensación de bienestar que no había tenido en mucho tiempo. Había reído, había disfrutado sin miedo al qué dirán, y lo mejor de todo: se había permitido ser ella misma. Aunque en su interior sabía que la batalla con su pasado no había terminado, sentía que estaba en el camino correcto.
Sin embargo, como a veces pasa, el destino tenía otros planes.
Mientras caminaba por los pasillos de la escuela, con la cabeza llena de pensamientos sobre su futuro y el buen momento que había pasado con Axel, vio a Stiven en la esquina del pasillo. Esta vez no estaba rodeado de su usual grupo de amigos, pero su mirada la atravesó con la misma intensidad que solía tener. Amelia suspiró, sabiendo que las consecuencias de su confrontación anterior todavía pesaban en el aire.
Stiven, al verla, dio un paso hacia ella, con un rostro serio, y una mezcla de incertidumbre y arrepentimiento en sus ojos. Aunque ya no había nada entre ellos, algo en su postura le indicaba que no había terminado de tratar de enmendar su error.
— Amelia — comenzó, su voz más suave de lo habitual. — Necesito que me escuches.
Ella lo miró con frialdad, pero no lo ignoró. Aunque había decidido no volver atrás, una parte de ella sentía que era justo escuchar lo que tenía que decir, aunque no esperara que todo cambiara de la noche a la mañana.
— ¿Qué pasa, Stiven? — preguntó con tono neutral, sin ganas de meterse en otra conversación sin sentido. Sabía que todo lo que había hecho hasta ese momento era para intentar recuperar su poder sobre ella. Pero esta vez, Amelia no estaba dispuesta a ceder.
Stiven se pasó una mano por el cabello, nervioso. Había algo en su actitud que mostraba que no estaba acostumbrado a la vulnerabilidad, y menos frente a ella. Pero lo que había sucedido en los últimos días lo había hecho pensar mucho sobre lo que había perdido.
— Sé que me equivoqué, y... sé que no te debo nada, pero... — Stiven hizo una pausa, como si las palabras le costaran más de lo que pensaba. — Quiero disculparme, Amelia. Te traté mal, y no te lo merecías. Te lastimé, y lo lamento.
Amelia se quedó en silencio, observándolo sin expresión, como si estuviera esperando más, como si quisiera que sus palabras fueran sinceras. Aquel arrepentimiento parecía genuino, pero Amelia ya había aprendido que las palabras no significaban nada si no venían acompañadas de un verdadero cambio de actitud.
— Stiven, no quiero que me pidas perdón. No me sirve de nada. — Amelia habló con calma, pero su voz era firme. — Ya no importa. Lo que me hiciste ya quedó atrás. Lo que importa es lo que estoy construyendo ahora. Y no tienes espacio en eso. No quiero que sigas interfiriendo en mi vida.
Stiven la miró fijamente, sin poder evitar una mueca de dolor. Aunque sabía que había perdido la batalla con Amelia, algo en su interior aún lo mantenía ligado a ella. Esa necesidad de control que había tenido durante tanto tiempo, esa sensación de que siempre podría recuperarla, se desmoronaba ante sus propios ojos.
— Lo entiendo — respondió finalmente, su voz baja. — Solo... quería que supieras que me arrepiento. Y que, aunque no merezco tu perdón, espero que algún día puedas confiar en mí de nuevo, aunque sea como amigos.
Amelia no dijo nada. No sabía si algún día podría verlo como amigo, pero no lo descartaba por completo. Sin embargo, en ese momento, no podía permitir que Stiven entrara nuevamente en su vida. Ya había sufrido lo suficiente por su culpa, y lo último que quería era seguir reviviendo viejos recuerdos.
Con una ligera inclinación de cabeza, Amelia respondió:
— Ojalá lo entiendas, Stiven. Pero por ahora, eso es todo.
Y con eso, se dio la vuelta y caminó hacia su clase. Stiven se quedó parado allí, mirando cómo se alejaba. Un suspiro pesado escapó de sus labios. El arrepentimiento lo estaba consumiendo, pero sabía que, en ese momento, no podía hacer nada para cambiar lo que ya había pasado. Amelia ya no era la misma chica que había sido, y él tampoco.
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Esa tarde, después de un día lleno de emociones encontradas, Amelia decidió hacer lo que más le gustaba: escapar un poco de la rutina. Se fue a casa de Axel, donde siempre se sentía bienvenida. A pesar de que él sabía que había tenido una conversación tensa con Stiven, no preguntó mucho. Axel respetaba el espacio de Amelia, entendía que sus emociones eran complicadas y que el tiempo haría lo suyo.
Esa noche, mientras estaban sentados en su sala viendo una película, Axel le pasó una taza de chocolate caliente. Amelia se recostó en el sofá, abrazando la taza con ambas manos, y miró a Axel.
— ¿Sabes qué? — le dijo, sonriendo ligeramente. — A veces siento que no todo está perdido. Que, aunque las cosas se ven oscuras, siempre hay algo bueno esperándome al final del túnel.
Axel la miró con una sonrisa suave. — Creo que ese es el secreto de la vida, Amelia. Mantener la esperanza, incluso cuando las cosas se complican. Y lo más importante... rodearte de personas que te ayuden a salir adelante.
Amelia sonrió, sintiendo que en ese momento Axel se había convertido en alguien fundamental en su vida. No solo como un amigo, sino como alguien en quien podía confiar, alguien que la hacía sentir valiosa y entendida.
Al día siguiente, Amelia decidió hacer algo para distraerse aún más. Era fin de semana, y Axel la invitó a pasar el día en una zona comercial cerca de su casa. Decidió que era hora de explorar nuevos horizontes, alejarse de la escuela, de Stiven y de todos los recuerdos que intentaban atraparla.
El día fue perfecto. Mientras paseaban por las tiendas, Amelia se sentía como si estuviera reencontrándose con la parte de ella que había perdido cuando todo con Stiven comenzó a complicarse. Se dio cuenta de que ya no pensaba en él todo el tiempo, ni se preocupaba por su constante presencia en su vida. Había algo liberador en este nuevo comienzo. Y ese algo tenía que ver con la oportunidad de ser feliz, de vivir el presente y, por fin, tomar el control de su futuro.
Cuando ya era tarde y se dirigían de regreso a casa, Axel la miró, como si pudiera leer sus pensamientos.
— ¿Te sientes mejor? — le preguntó, su voz suave, pero llena de cariño.
Amelia asintió, con una sonrisa sincera en el rostro.
— Mucho mejor, Axel. Gracias por estar siempre ahí.
Axel la miró y le ofreció una sonrisa que le hizo sentir que, al fin, todo comenzaba a encajar.