Adrián, un joven creativo lleno de entusiasmo, comienza a trabajar en una agencia publicitaria donde conoce a Héctor, su exigente y distante director creativo. Lo que comienza como una relación profesional llena de tensiones se transforma en un vínculo inesperado cuando Adrián descubre la vulnerabilidad detrás de la fría fachada de Héctor. Juntos, enfrentarán prejuicios y sus propios miedos mientras intentan encontrar el amor en medio del caos .
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cap:6
Adrián salió del café con una mezcla de emociones confusas. Las palabras de Héctor seguían resonando en su mente, pero algo dentro de él no terminaba de encajar. Tal vez era el miedo a las consecuencias, tal vez era la intensidad con la que Héctor había expresado sus sentimientos, o tal vez, simplemente, era porque había alguien más en su vida que comenzaba a ocupar un espacio que no esperaba: Clara.
En los días siguientes, Adrián trató de actuar como si nada hubiera pasado entre él y Héctor, pero la dinámica entre ellos había cambiado. Aunque Héctor mantenía una distancia profesional, Adrián no podía evitar notar las miradas ocasionales, los silencios que parecían decir más de lo que las palabras podrían. Pero era Clara quien, sin darse cuenta, le ofrecía un refugio de la confusión.
Clara era todo lo contrario a Héctor: alegre, espontánea y desinteresada en el drama que parecía rodear a la oficina. Adrián comenzó a pasar más tiempo con ella, primero trabajando juntos en proyectos pequeños y luego en charlas que se alargaban hasta después de la jornada laboral.
Una tarde, mientras organizaban una presentación, Clara le lanzó una sonrisa traviesa.
—No sé cómo haces para aguantar a Héctor todos los días. A mí me daría un ataque con lo intenso que es.
Adrián se rió, agradeciendo la ligereza en sus palabras.
—No es tan malo. Solo… tiene muchas capas.
Clara lo miró con curiosidad.
—¿Y tú? ¿Ya descifraste todas esas capas?
Adrián titubeó, buscando las palabras.
—Tal vez algunas, pero no estoy seguro de querer llegar al fondo.
Clara alzó una ceja, pero no presionó.
—Bueno, si necesitas a alguien para recordarte cómo es la vida fuera de esta oficina, aquí estoy.
Esa noche, Clara lo invitó a tomar algo en un bar cercano. Adrián aceptó, pensando que sería una buena manera de despejar su mente. El lugar era pequeño y acogedor, con una música suave que llenaba el ambiente. Mientras bebían y compartían historias, Adrián sintió algo que no había experimentado en mucho tiempo: tranquilidad.
Clara era una presencia cálida, y su risa tenía una forma de desarmar cualquier preocupación.
—¿Sabes algo, Adrián? —dijo ella, después de un rato—. Creo que te tomas la vida demasiado en serio.
Adrián sonrió.
—¿Eso crees?
—Totalmente. —Clara tomó un sorbo de su bebida antes de continuar—. Creo que necesitas alguien que te haga reír más, que te saque de tu zona de confort.
Adrián se quedó en silencio, pensando en sus palabras. Héctor era todo lo contrario: intensidad, pasión, complicaciones. Con Clara, todo parecía más sencillo, más natural.
Con el tiempo, Adrián comenzó a buscar a Clara más a menudo. Las tardes de trabajo juntos se convertían en cenas casuales, y sus conversaciones pasaban de lo profesional a lo personal con una facilidad que le sorprendía. Poco a poco, sintió que su vínculo con Clara crecía, como una brisa cálida que despejaba las tormentas internas que Héctor había dejado en su vida.
Por su parte, Héctor notó el cambio. Observaba desde la distancia cómo Adrián reía con Clara, cómo se relajaba en su compañía de una manera que nunca había mostrado con él. Aunque no dijo nada, Héctor no podía evitar sentir un nudo en el estómago cada vez que los veía juntos.
Una tarde, mientras Adrián terminaba un informe, Héctor se acercó a su escritorio.
—¿Tienes un momento?
Adrián levantó la vista, sorprendido.
—Claro.
Héctor lo llevó a la sala de reuniones vacía, cerrando la puerta tras ellos.
—He notado que has estado… distante.
Adrián frunció el ceño.
—No creo que lo haya estado. Solo estoy enfocado en mi trabajo, como siempre.
—No es eso —replicó Héctor, su voz más suave de lo habitual—. Es algo más. ¿Es por lo que te dije aquella noche?
Adrián respiró hondo, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—Héctor, lo que me dijiste me hizo pensar mucho, pero creo que… tú y yo somos demasiado complicados.
Héctor lo miró, intentando ocultar su decepción.
—¿Hay alguien más?
Adrián no respondió de inmediato, pero la respuesta estaba escrita en su rostro.
—Creo que estoy empezando a sentir algo por Clara.
El silencio entre ellos fue largo y pesado. Finalmente, Héctor asintió, como si hubiera esperado esa respuesta desde el principio.
—Espero que encuentres lo que buscas, Adrián.
Cuando salió de la sala, Adrián se quedó solo, sintiendo tanto alivio como una extraña punzada de tristeza. Sabía que había tomado una decisión, pero no podía evitar preguntarse si había cerrado una puerta demasiado pronto.