Josiane no quería estar allí, pero se vio obligada a ir a terapia debido a las reglas del refugio en el que vive.
Patrícia, su psicóloga, estaba acostumbrada a tratar casos difíciles, pero nada la preparó para Josiane.
Entre la ética y el amor ¿cuál prevalecerá?
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Capítulo 14
Undécima Sesión
La tensión entre Patricia y Josiane parecía palpable esa mañana. La sala, antes silenciosa, cargaba un peso diferente, un sutil juego de emociones que ambas parecían no poder controlar.
Patricia miraba por la ventana, intentando distanciarse emocionalmente de la situación, pero su mente daba vueltas.
"He cambiado mi método, he hecho todo lo que he podido. ¿Por qué insiste en alejarse de mí? Ya no sé qué hacer."
Suspiró casi imperceptiblemente, frustrada, mientras Josiane permanecía sentada, inquieta, sin valor para iniciar ningún diálogo.
Josiane sentía un nudo en el pecho. No era su intención herir a Patricia, pero, de alguna forma, sabía que la terapeuta estaba incómoda.
La idea de haber imaginado aquel beso días atrás la ponía nerviosa, con miedo de sus propias emociones. Sin embargo, el silencio de Patricia era peor. Era como si las palabras no dichas tuvieran un peso aún mayor.
Finalmente, Josiane rompió el silencio.
— Debes pensar que no quiero hablar contigo... —dijo ella, vacilante, sin valor para mirar directamente a Patricia. Tras una pausa, continuó, avergonzada: — Lo que menos quiero es hablar del pasado.
Patricia se giró lentamente, aún apática, intentando controlar sus emociones. Quería animarla a continuar, pero no quería parecer que la presionaba. Su mirada fija decía:
"Continúa, te escucho".
Josiane respiró hondo, como quien se sumerge en aguas peligrosas.
— Me pregunto por qué tengo que sacar a relucir mi pasado. ¿Acaso eso cambia el hecho de que mi madre me dejó en un orfanato y, meses después, murió de neumonía? ¿Hablar la trae de vuelta? —Su voz era temblorosa, pero cargada de amargura—. ¿O el hecho de que, cuando cumplí 18 años, el orfanato ya no podía mantenerme por la edad, y dormí escondida durante meses dentro de un hospital público? —Rió nerviosamente—. Cerraban el hospital, y yo me escondía en el baño. Tenía miedo... miedo de dormir en la calle.
Patricia sintió el impacto de las palabras de Josiane como un puñetazo. Quería levantarse y anotarlo todo, pero algo la detuvo. "Ahora no. No puedo asustarla". Permaneció inmóvil, escuchando cada palabra con el corazón encogido.
Josiane continuó, con la voz ahora más frágil.
— Una trabajadora social me encontró y consiguió este refugio, donde no tendría edad para vivir. Pero me hizo prometer que cumpliría todas las reglas, porque la lista de espera era enorme. —Su expresión mezclaba miedo y gratitud—. Me decía que tenía que hacer que la oportunidad valiera la pena.
El silencio se apoderó de nuevo de la sala. Patricia podía sentir la densidad de los recuerdos flotando en el ambiente.
Josiane se movió incómoda antes de soltar lo que realmente parecía incomodarla. Se levantó, fue hasta la ventana y miró fijamente hacia fuera.
— Hay un guardia donde vivo... No deja de hacerme insinuaciones. Una vez lo pillé observándome de una manera diferente. —Se detuvo, intentando encontrar las palabras adecuadas—. Me pone las manos en los hombros, ¿sabe? No es de una manera agradable. —Suspiró—. Tengo ganas de darle un puñetazo en la cara, pero... tengo miedo de lo que pueda pasarme, trabaja allí, podría perjudicarme, pero no sé cuánto tiempo más voy a soportarlo.
Patricia se irguió, y aquello llamó su atención de inmediato.
—¿Cómo? ¿Te toca? ¿Puedes explicarme mejor eso? —La terapeuta intentaba mantener la calma, pero la preocupación era evidente.
Josiane se encogió de hombros, intentando minimizar el impacto.
—No es nada importante, ¿vale? Tranquila. Ya he pasado por cosas peores con otros tipos. Ese guardia... Creo que piensa en hacer algo, pero le falta valor.
Patricia se levantó de golpe, con los ojos cargados de irritación.
—No importa si no ha traspasado la barrera. No puede usar tu situación vulnerable para... —Las palabras se le atascaron en la garganta.
—Patricia, ¡no es lo que estás pensando! —dijo Josiane rápidamente, percibiendo la tensión—. No te pongas así. No conviertas esto en un problema, por favor. —Era la primera vez que Josiane usaba el nombre de Patricia durante una sesión.
Patricia respiró hondo, pero no pudo ocultar lo afectada que estaba. Josiane se dio cuenta y, por un momento, sintió la necesidad de consolarla. Se acercó lentamente, vacilante, pero con un gesto tímido.
—¿Es por eso que no te gustó que te tocara el otro día? —La voz de Patricia sonó más baja de lo que pretendía—. ¿Cuando puse mis manos sobre las tuyas?
Josiane negó rápidamente con la cabeza.
—Patricia, no... No tiene nada que ver. —Su voz salió ronca, y desvió la mirada.
Patricia, aún intentando controlar lo que sentía, dijo:
—Te pido disculpas por haberte tocado el otro día. No quería invadir tu espacio. —Su vergüenza se transparentaba en cada palabra, pero intentaba mantener la compostura.
Josiane se acercó más, sus cuerpos ahora casi se tocaban. Por un instante, todo pareció suspenderse. El silencio era más fuerte que cualquier palabra.
Josiane, con un gesto suave, apartó el cabello de Patricia hacia atrás.
—Perdóname si te hice pensar eso, que no quería ser tocada por ti. —La voz de Josiane era casi un susurro.
Josiane se inclinó levemente hacia delante, los labios de ambas ahora tan cerca que podían sentir la respiración la una de la otra.
El tiempo pareció congelarse, y las emociones que ambas intentaban reprimir se desbordaron en aquel breve instante. Patricia sintió que su corazón se aceleraba, mientras sus ojos se perdían en los de Josiane. Era como si una barrera estuviera a punto de romperse.
Pero entonces, con delicadeza, Josiane se apartó un poco. Tomó las manos de Patricia con cuidado, acariciando sus dedos en un gesto que era tan íntimo como las palabras que lo siguieron.
— Quiero tu ayuda. ¿Puedes ayudarme?
Las palabras impactaron en Patricia como un bálsamo. Por muy bajas que fueran, cargaban un peso de sinceridad que le calentó el corazón. Respiró hondo, sintiendo una punzada de esperanza.
"Puedo ayudarla. Quiere que la ayude".
Después de que Josiane se fuera, Patricia se recostó en la silla, respirando hondo. La sensación de victoria por la sesión tan exitosa estaba ahí, pero, al mismo tiempo, algo más insistía en ocupar sus pensamientos.
"Lo he conseguido. Finalmente se ha abierto y me ha pedido ayuda. Eso es lo más importante", pensó, intentando concentrarse en el progreso.
Pero, aun así, no podía ignorar lo que había ocurrido momentos antes. La proximidad. La mirada fija. La respiración compartida en un espacio tan pequeño.
"No puedo negarlo...", admitió para sí misma, cerrando los ojos. "Parecía que... parecía que íbamos a besarnos".
La idea la hizo sentir un calor extraño en el rostro, una mezcla de vergüenza.
Inmediatamente, intentó apartar aquel pensamiento.
"No, no. No era eso. Solo estábamos muy cerca. Es natural en un momento intenso, nada más".
Por más que intentaba racionalizarlo, la sensación persistía, insistiendo en desafiar su lógica. Patricia sacudió la cabeza, intentando centrarse en el trabajo, pero sabía que aquella batalla interna solo acababa de comenzar.