Roselin sufrió a causa de su primer amor, por una infidelidad por parte de su pareja decide separarse de forma inmediata, sin embargo, su corazón roto no dejaba de doler, por esto decide ir a un bar y beber un poco. A causa del alcohol Roselin termina pasando la noche con un desconocido que resulta ser un atractivo CEO, está intenta ignorarlo, pero ¿Podrá resistirse a los encantos de aquel hombre tan encantador y directo?
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Ya no está
El ambiente en la habitación era tan caliente que parecía haber una gran llama calentando todo a su alrededor, sus miradas se cruzaron creando chispazos en el interior de ambos. Con cada segundo que pasaba la pasión entre ambos era incontrolable, la mirada en el rostro de ambos mostraba mucho deseo. De un segundo a otro Roselin comenzó a quitar la ropa del desconocido, lo primero que hizo fue quitar la corbata de este y después su saco.
Al ver lo emocionada que estaba Roselin, el desconocido comenzó a quitar el vestido de esta, con cada toque sentía como la mujer frente a él se estremecía, no había nada que se pudiera comparar al dulce rostro que poseía aquella mujer.
Después de que toda la ropa estuviese regada en el suelo, aquel hombre cargo a Roselin entre sus brazos y la dejo con un poco de brusquedad sobre la cama, la joven frente a él tenía la respiración agitada y su rostro estaba totalmente rojo, la escena solo lo excito más.
—¿Cuál es tu nombre?
La pregunta desconcertó un poco a Roselin, ya que de por sí su razonamiento no estaba funcionando bien, la pregunta fue muy repentina.
—Mi nombre es Roselin.
—Bien Roselin, soy Sebastián, recuerda bien mi nombre.
Sebastián acarició la espalda de Roselin y beso cada rincón del abdomen de esta, Roselin sentía como su cuerpo se estremecía con cada toque, era como sentir una dulce y suave brisa haciendo que la sensación erizara su piel. Ya ni siquiera recordaba como había llegado a tal punto.
Al pasar unos segundos Sebastián no soportó mucho más y subió al pecho de Roselin probando el dulce sabor de los labios de esta mientras acariciaba el pecho de esta con cierto desespero, ya no soportaba más y los sonidos provenientes de los labios de la joven tampoco eran de mucha ayuda para su calma.
Roselin se sentía perdida en el mar de sensaciones por el que estaba pasando, su consciencia divagaba en el mar de placer que estaba sintiendo, el olor de aquel hombre nublaba con mucha facilidad su mente, en tal punto era imposible no querer continuar.
Una leve corriente eléctrica recorrió el cuerpo de Roselin cuando sintió su intimidad ser llenada, eran como miles de agujas diminutas recorriendo cada mínimo centímetro de su piel.
Las sacudidas entre ambos cuerpos eran intensas, el intercambio de besos hacía que la pasión del momento tuviera un dulce y excitante sabor.
Con cada movimiento Sebastián sentía como el interior de Roselin se estremecía, esto solo causaba que este intensificará sus movimientos.
Roselin giró su rostro para evitar la mirada de Sebastián mientras luchaba con aquellas fuertes sensaciones, este acto no le gustó a Sebastián y tomó el rostro de Roselin haciendo que esta lo mirara directamente a los ojos y la beso.
Sebastián usó todas sus fuerzas para hacer que Roselin quedara sobre sus piernas, esta sentía mucha vergüenza y su rostro lo demostraba.
—Ahora que estás sobre mi regazo, salta por ti misma.
La forma desvergonzada de hablar de aquel hombre hizo sonrojar a Roselin, sin embargo, tomó un poco de valor y comenzó a moverse por sí misma, la cama no dejaba de rechinar mientras se movía de un lado a otro mientras los cuerpos se conectaban con mucha insistencia.
El sudor recorrió la frente de Sebastián el cual puso sus manos en la cintura de Roselin haciendo que esta se moviera con más facilidad e intensidad. Roselin exhalo para poder relajar su cuerpo el cual estaba tenso, Sebastián aprovecho e hizo sus movimientos más bruscos, Roselin arqueo su espalda y grito al sentir como su parte más sensible desbordaba placer.
—S… siento que moriré.
—No mueras aún, esto se siente muy bien, tu interior es muy cálido.
Sebastián movió sus caderas como si estuviera en medio de una maratón y sintió como Roselin temblaba sobre él, el placer de Sebastián fue tan intenso que sintió como sus pensamientos se paralizaban por un momento y un gran flujo de líquido viscoso lleno el interior, al mismo tiempo Roselin dejó caer lágrimas a causa del placer.
El resto de la noche fue cada vez más intensa, la habitación estaba demasiado caliente como para poder calmar a los cuerpos. Después de un eso, la mente de Roselin se volvió muy confusa, Sebastián paro solo cuando el sol salió y el cansancio de su cuerpo lo hizo ceder.
Al despertar al día siguiente el sol golpeaba el rostro de Roselin la cual se sentía muy confundida al no reconocer el lugar en el que estaba, esta se confundió más al ver a un hombre guapo durmiendo no solo junto a ella, sino también que la abraza con mucha fuerza.
—¿Qué estupidez hice anoche?
Dijo en un susurro para sí misma, Roselin volvió a ver el rostro de aquel hombre que dormía tranquila y profundamente y se levantó, no podía mentirse a sí mismas, ya que sus piernas, espalda y cintura dolían, era una punzada constante.
Rápidamente, escogió su vestido del suelo al igual que su ropa íntima y después de tomar un rápido baño se vistió, antes de irse dejo dinero sobre la mesa de noche y una nota, al menos aquel hombre pagó la habitación y verifico que nadie robara nada del bolso de Roselin.
Con toda la vergüenza del mundo, Roselin camino hasta el bar y soltó un suspiro lleno de alivio al ver que su auto seguía allí.
Debía trabajar, pero se sentía cansada y ya eran las diez, tenía dos horas atrasada, sin dudarlo llamó a su jefe y aviso que llegaría un poco más tarde, fue una gran suerte que su jefe no se lo tomará tan mal.
Al llegar a su casa se cambió y fue directamente a su oficina, en el camino a su trabajo los recuerdos de la noche anterior comenzaron a aparecer en su mente como si de una película se tratara.
El rostro de Roselin se volvió completamente rojo mientras recordaba como desvergonzadamente sedujo a un desconocido y también al recordar que le contó sobre la infidelidad de su prometido.
—Creo que no volveré a beber jamás, al menos no tanto.
Su único consuelo era que al menos no se había acostado con algún tipo raro o alguien que solo intentaría robarle, al menos paso la noche con un gigoló muy guapo.
Ese día Roselin recibió un pequeño regaño de parte de su jefe, sin embargo, le importo poco, también intentó desviar sus pensamientos para no pensar en su comportamiento de la noche, bueno, de la madrugada de ese día. Al despertar, Sebastián palpo la cama en busca de su acompañante, sin embargo, la cama estaba vacía y no había rastro alguno de Roselin, excepto por el dinero y la nota sobre la mesa de noche. ¿Había sido confundido con un gigoló? Era increíblemente absurdo, pero era cierto, la nota era de agradecimiento por sus servicios al igual que el dinero, jamás en su vida Sebastián se había sentido tan insultado. Aquella interesante y sensual mujer no solo lo abandono antes de despertar, sino que también lo llamó gigoló, alguien como Sebastián jamás recurría a ese estilo de vida.
—No está, es increíble.
Sebastián tomó una ducha y se vistió, miró el dinero sobre la mesa por última vez y decidió guardarlo en su bolsillo e irse de aquel lugar.
Al llegar a su casa fue directamente a su habitación para cambiarse, después de cambiarse bajó y una de las criadas lo veía con ganas de decirle algo.
—Si me vas a decir algo, hazlo de una vez, sabes bien que no me gusta esperar o tener que adivinar.
—El joven Santiago fue traído temprano en la mañana por la señorita Samantha, el joven quiere pasar el día con usted.
Sebastián suspiró y miró su reloj, se suponía que Santiago sería traído el día siguiente, pero era más que obvio que Samantha no gozaba cuidando al niño.
—No puedo estar con él ahora mismo, prepáralo a las seis, lo llevaré a salir y rato, dile que no se sienta triste.
—Si señor.
Aquella criada hizo una reverencia y se dirigió a la cocina, pero Sebastián la llamó y le impidió irse.
—¿Dónde está?
—Su abuela paso por él y dijo que lo traería después de comer con él.
—Perfecto.
Sebastián salió de su casa y subió rápidamente a su auto y se dirigió a su empresa, Sebastián no tenía muy buen humor y le dolía mucho la cabeza, otra cosa que no lo dejaba estar tranquilo era el insistente recuerdo de aquella mujer. No era la primera vez que dormía con una desconocida, Roselin tampoco fue diferente a otras mujeres, sin embargo, esta logro captar su atención y hacer que perdiera el contrato de sus actos.
También debía admitir que la mujer era interesante y atrevida si se lo proponía, además de que ni siquiera lo reconoció, algo gracioso, ya que cientos de mujeres intentaban seducirlo a diario y ver si lograban sacarle dinero.
La molestia también hizo hervir su sangre, era molesto saber que al despertar ella ya no estaba junto a él, simplemente se fue y ya.
Al llegar a la empresa Sebastián fue recibido por su asistente el cual se veía apurado y preocupado, al ver a Sebastián soltó un largo suspiro de alivio.
Era evidente que su asistente se sentía presionado por los horarios apretados, el retraso de Sebastián lo afectaba a él también.
El día de trabajo fue realmente pesado, sin embargo, cuando Sebastián se desocupó busco a su asistente para pedirle un favor.
—Puedo investigar, pero sería más fácil si me mostrará una foto.
—No tengo fotos de ella.
—Entonces haré lo mejor que pueda.
—¿Cuando estará listo?
—Dos días, máximo una semana.
—Perfecto.
Sebastián no soporto sus constantes pensamientos sobre Roselin, no sabía ni siquiera porque, pero quería saber más de ella, quería encontrarla, lo extraño es que no sabía que hacer después de estar frente a ella.
Al salir de la empresa fue a su casa, las sirvientas estaban reunidas en la sala junto al pequeño Santiago, una de las sirvientas arreglaba la corbata del pequeño mientras las otras miraban con cariño al pequeño.
Cuando Sebastián entró no pudo evitar sonreír al ver la hermosa escena, normalmente no pasaba mucho tiempo con su hijo desde su divorcio, pero cuando podía verlo lo aprovechaba al máximo, nada lo hacía más feliz que el pequeño. Casi nunca demostraba su afecto, pero al pequeño Santiago no le importaba, con seis años era lo suficientemente inteligente como para saber que su padre trabajaba mucho, pero que pasara poco tiempo con él no significaba que no lo quería.
—¡Papá!
Santiago corrió hacia los brazos de Sebastián con una sonrisa radiante y los brazos abiertos.
—Mi pequeño príncipe.
A pesar de su tono un poco monocromático y frío, Santiago podía sentir el cariño en las palabras de su padre.
—Mamá dijo que se iría de viaje, podré pasar un mes contigo, pero mamá dijo que tú ibas a tener otra esposa y tendrías otros hijos y me dejarías de lado, ¿Es mentira, verdad?
Sebastián intentó no hacer tan evidente su rabia, Samantha no tenía el título de buena madre y mucho menos de buena persona, a pesar de que no le gustaba pasar tiempo con su hijo, tampoco le gustaba que Sebastián estuviera tranquilo son su hijo, razón por la que cada vez que tenía oportunidad le llenaba la cabeza al niño de basura. Samantha también pidió la custodia de Santiago para molestar a Sebastián y cada vez que Sebastián planeaba con anticipación un viaje o salida con su hijo esta siempre encontraba la forma de arruinarlo o no dejar ir a Santiago.
—Claro que es mentira, si alguna vez volviera a casarme jamás te abandonaría, no olvides que era mi pequeño príncipe, nadie puede tomar tu lugar, además me encargaría de buscar a una mujer que te quiera tanto como yo.
—Mi papá es el mejor papá del mundo.
Sebastián cargo en sus brazos a Santiago y salió de la casa, esa noche lo llevaría a un parque de diversiones, aunque en el fondo seguía molesto por la actitud de Samantha.
Jamás se habría casado con ella si no hubiese sido por el compromiso que ambas familias plantearon, al final ella le fue infiel y gracias a eso pudo divorciarse, lo único bueno de esa odiosa relación fue su hijo. Sebastián odiaba a Samantha con mucha fuerza y está compartía el mismo sentimiento, aunque la clara diferencia entre el odio de ambos era que Sebastián no sería capaz de poner a su hijo en contra de su madre, no porque fuese incorrecto, sino porque simplemente respetaba el cariño que su hijo sentía por su madre.
Mientras conducía al parque de diversiones su hijo cantaba una canción que aprendió en su escuela, Sebastián escuchaba la dulce, pero poca armoniosa voz de su hijo hasta que el recuerdo de aquella mujer vino a su mente, Sebastián estaba cansado de pensar en ella, sin embargo, su mente estaba empeñada en recordarla una y otra vez.