Briza necesita un nuevo empleo con urgencia. Daniel necesita una secretaria que además de hacer su trabajo prepare un buen café.
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capitulo 18
NARRA DANIEL:
—Creo que tendrás que cargarme... —escucho murmurar a mi secretaria, removiéndose en la gran cama de mi dormitorio.
Mientras la observo desde mi posición en la que me estoy anudando la corbata que elegí para el día de hoy, me acerco y luego me inclino para estar a la altura de su hermosa cara somnolienta.
—Buenos días, amor —deposito un beso en sus labios sonrientes y sigo dejando una estela de pequeños besos hasta llegar a su cuello. Ella se remueve y gime, sus manos salen de debajo de las sábanas para rodear mi cuello y atraerme más a ella.
Uno nuevamente mi boca con la de ella y esta vez mis manos también se unen a su encuentro, acariciando su tibia piel. La rugosidad de sus pezones excitados hace que me pierda y quiera devorarla nuevamente.
Desesperado corro la sabana que cubre su fina piel y me separa de poder deleitarme a mi antojo de ella. Me separo levemente para admirarla y luego atacar sus montículos mientras sus manos en mi nuca tiran de mi cabello a la vez que de su garganta sale un ronco jadeo.
Sigo mi camino hasta llegar al vallé de su entrepierna y mirando como se retuerce excitada, no aguanto más.
Tarde más de media hora en asearme, cambiarme y colocarme la jodida corbata ¿Para qué? Para que en menos de dos minutos esta mujer me haga olvidar de mis obligaciones y prácticamente arrancarme la ropa para ofrecerme a su antojo, para saciar esa sed constante de estar metido entre sus piernas.
Tomando una de sus manos y llevándola por encima de su cabeza, me hundo de una sola vez en su interior. Sus piernas me aprietan y su mano libre aprieta y rascuña la piel de mi espalda. Nos acoplamos apasionadamente. Nuestras caderas danzan al ritmo de nuestros suspiros desesperados que salen del interior de nuestro ser en forma de profundos jadeos.
El éxtasis que siento al estar con ella es mejor que una droga, mejor que cualquier cosa. Ayer cuando me dijo que renunciaría y se iría casi siento que una parte de mi se moría al pensar en eso. Hoy despierto feliz de que no se haya ido y este a mi lado o más bien debajo de mi gritando sin cesar mi nombre.
—Haces que pierda la cordura —digo entrecortado mientras no dejo de moverme y sentir como estamos por tocar las puertas del cielo. El momento llega de forma arrebatadora, profunda, mágica. Deseo quedarme así, la vida entera. Miro la hora en la mesilla a un lado de mi cama y maldigo por lo tarde que es—. Amor es tarde, tenemos una junta temprano —digo sin mover un centímetro de mi cuerpo, mordiendo el lóbulo de su oreja y apretándome a ella más fuerte.
—Si, lo sé yo tampoco quiero salir de aquí —susurra ronca.
—Cuento hasta cinco y salgo ¿sí? —murmuro como si se tratara de un juego, un juego que no quiero que se acabe— 1... 2... 3... 3 y ½... 4... —mientras cuento ella se ríe, al estar todavía en su interior los movimientos de su cuerpo me llenan de deseo.
—¡5! —grita ella y yo todavía no estoy listo para moverme— Vamos amor, si no te mueves ahora luego será más difícil —dice conteniendo un gemido, no puedo, necesito esto.
—Cinco minutos bastará —digo ronco a la vez que nuevamente me muevo buscando marcar el ritmo para que lleguemos juntos a la cumbre.
—Tu idea... ha.... de deja... dejarmeee... haa... invalidaaa... Ho... se va a..... cumplir... —gime, jadea entrecortada mientras ella misma sigue mi ritmo.
Me volteo para tenerla encima, ella con maestría cabalga y menea su cadera haciendo que tenga una vista inigualable de su cuerpo en movimiento. ¿Y así quiere que deje de tocarla? ¿Qué me contenga? Imposible, esto es estar en la cima de la gloria.
Llegamos a la oficina corriendo de las manos para adentrarnos al ascensor ante la mirada de todos. Entramos al aparato agitados y riendo como niños cometiendo una travesura. En el interior del aparato la abraso sin dejar de sonreír.
—Desayunamos rápido y vamos a la junta ¿sí? —propongo todavía abrazado a ella.
—Bueno, pero todavía tengo que imprimir todo lo que tenemos que presentar —dice levantando su carita para mirarme desde esa posición, sus orbes verdes brillan.
—Ok, desayunamos en tu oficina, mientras tu preparas ese maravilloso café que solo tú sabes preparar, yo me pongo en la maquina con los archivos —propongo sin dejar de abrazar su figura.
Llegamos al piso y salimos del aparato tomados de la mano, Saludamos a Laura que nos mira con una sonrisa honesta. Creo que es la única persona que nos mira sin ese deje de envidia o de maldad.
Entramos a la oficina de mi secretaria mientras prendo la maquina ella va a la cocina a preparar el café, la sigo ya que la maquina tardara un momento en prender.
La observó moverse en la cocina apropiándose de todo como si estuviera en su casa. Serio sin dejar de verla. Mi mirada cae en su trasera que cambia de posición y para evitar que me dé nuevamente un ataque de alzadura, vuelvo a la oficina y veo que de fondo de pantalla aparecemos los dos, o bueno nuestros hombros. La imagen es de nosotros en la cama, claro que luego de hacer el amor. Recuerdo que yo quería sacarle una foto toda como la trajo dios al mundo, pero ella no quería y lo mismo presionaba para que salgan las fotos y una de ellas es esta, que no se ve nuestro rostro, pero si nuestros hombros y parte de nuestra piel entrelazada.
Presiono Enter y me percato que tiene contraseña.
—¿Amor, me dices la contraseña? —alzo la vos para que me escuche.
—Si, 28022017 —escucho que dice y me percato que se trata de una fecha. Me quedo pensando un momento y sonrió al saber de qué se trata.
Miro hacia donde ella todavía prepara todo y entro en la configuración para saber cuándo cambio la contraseña y me percato que fue el mismo día que comenzó a trabajar para mí. Eso quiere decir, que al igual que yo nunca dejo de pensar en mi a pesar de no recordarme, loco ¿No?
Busco el archivo que debo imprimir, antes me dijo el nombre de la carpeta y mientras espero que todo se imprima me acerco a ella, nuevamente. Abrazo su cintura y beso su mejilla.
—Me encanta tu contraseña —susurro y siento como su piel se eriza.
—Esa fecha es muy importante para mí, la atesoro como la mejor de mi vida —dice volteando a mi encuentro y beso sus labios—. Desayunemos antes de que me sienta mal.
Sonriendo vamos a su oficina y nos acomodamos para desayunar armoniosamente mientras charlamos de ese día y de tantos más. Le cuento como cada tanto me aparecía en la universidad buscándola, pero sin éxito. Aunque mucho no la recordaba no quería dejar eso inconcluso.
La junta paso tan rápido que al salir de ahí cansado de tanto ajetreo se me viene a la cabeza esa semana que pasamos en la convención y me dan ganas de tomarme unos días con mi chica.
Ella salió a tomar su almuerzo con Carla, quería invitarla, pero ella remarco que necesitaba un poco de espacio y la entiendo. Estamos como uña y mugre todo el día y no quiero que llegue ese momento en que ella se pueda cansar de mí. Aunque lo que ella dijo era totalmente diferente.
—Si voy contigo terminaremos teniendo sexo en cualquier lado y luego la comida será algo rápido y la verdad que tengo apetito —me dice con esa mirada cargada de ese no sé qué, como si quisiera partirse a la mitad y estar conmigo y su parte racional le pide que tome un buen almuerzo.
—Bien ve y come bien, luego cuando vuelvas, ven que quiero que revisemos unos archivos juntos —le pido sin dejar de ver mi monitor.
—¿Seguro que se trata de archivos? —pregunta algo desconfiada.
—Si, es sobre la propuesta que lanzamos en la convención —respondo mirándola a los ojos. En parte es verdad, pero la otra que sé que intuye es para bueno.... ya me entienden—. Tu mirada me dice que pensaste mal de mi —me levanto de mi lugar para acercarme a ella y la veo como nerviosa mira a los lados como buscando una salida.
Llego a ella y la atraigo a mí, beso sus labios descaradamente y mis manos inquietas exploran su cuerpo, me separo y vuelvo a mi lugar.
—Disfruta de tu almuerzo —sentencio como si fuera un juez y ese almuerzo su última comida decente.
—ok —responde tomando camino a la salida— ¿Quieres que te traiga algo? —pregunta ya desde el marco de la puerta.
—No te preocupes ya pediré algo, solo... —le pediría que no se demore, pero eso le advertiría mi idea de acorralarla en algún lugar de la oficina—. Pórtate bien ¿Sí?
—Siempre amor, nos vemos luego —responde saliendo definitivamente de mi oficina.
y mis respetos para ti, por poder expresar e hilar bien las ideas de lo que quieres pasmar. felicidades y continúa así y sobretodo con miras hacia adelante.