El nuevo Capo de la Camorra ha quedado viudo y no tiene intención de hacerse cargo de su hija, ya que su mayor ambición es conquistar el territorio de La Cosa Nostra. Por eso contrata una niñera para desligarse de la pequeña que solo estorba en sus planes. Lo que él no sabe es que la dulzura de su nueva niñera tiene el poder de derretir hasta el corazón más frío, el de sus enemigos e incluso el suyo.
NovelToon tiene autorización de Yesenia Stefany Bello González para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Un reto
Sofía
Despierto con una enorme sonrisa. Cubro mi rostro con mis manos y lanzo un grito de júbilo.
Ayer fue… ayer fue algo más.
Nunca había sentido tanto placer en mi vida. Sé que le mentí a Gabriele cuando le dije que cualquiera puede hacerme sentir así de bien, pero no quería que sintiera que tiene un poder sobre mí. Lo que pasó ayer no se asemeja a nada que haya podido emular con otro hombre o con mis propios dedos.
Sentirme completamente vulnerable, sentir que no tenía escapatoria, que lo único que podía hacer era rendirme al placer que me estaba otorgando… fue la sensación más maravillosa de todas.
Supongo que ahora, que ya obtuve algo de él, podré sacarlo de mi sistema más fácil. Debo olvidarlo y no añorarlo. Verlo no será un problema ya que prácticamente no vive en esta casa. Imagino que esta vez podré olvidarlo y entonces podré enfocarme en mi incipiente relación con Adrián, quien estaba preocupado anoche cuando lo llamé. Le expliqué que estaba todo bien, y que ya estaba acostada. No le dije lo que pasó entre el Capo y yo porque eso es algo que no compartiré con nadie.
Solo lo usaré cuando necesite acudir a un recuerdo para calentar las cosas con Adrián. Quiero descubrir si podré sentir algo cuando estemos juntos nuevamente, aunque tenga que engañar a mi cerebro.
Me obligo a salir de la cama y a darme una ducha antes de ir a ver a Mía, quien sigue durmiendo según lo que puedo ver en el monitor.
Luego de veinte minutos estoy vestida y lista para comenzar mi día.
Voy a la habitación de Mía, y acaricio su mejilla cuando la veo inquieta. Ya comienza a despertarse.
–Arriba, pequeña, es hora de comer –digo mientras la tomo en brazos.
La llevo al baño y cambio su pañal en el mudador. Beso su barriga logrando que la niña ría a carcajadas.
–Mama.
Niego con mi cabeza. –No soy tu mamá, Mía, soy Sofía. So. Fi. A –digo lentamente para que pueda aprenderlo.
–Mama.
Suspiro.
La visto y me apresuro a tomarla en mis brazos. –Ya aprenderás, cielo.
Bajo con ella a la cocina, sin dejar de sonreír. Hace un día estupendo afuera y Mía despertó risueña.
–¿Por qué tan feliz? –pregunta Gabriele con una sonrisa maliciosa cuando llego a la cocina.
Está sentado en unos de los taburetes al lado de la isla de la cocina, desayunando mientras lee algo en un Ipad.
–¿Qué haces aquí? –pregunto.
–Desayunando.
–Me refiero aquí, aquí, en esta casa.
Sus ojos verdes claros me observan con curiosidad. –Es mi casa, no sabía que tenía que pedir permiso para usar sus instalaciones.
–Nunca estás aquí –insisto, sintiéndome molesta.
Por supuesto que el señor orgasmos inolvidables tenía que arruinar mi día perfecto.
–Ahora lo estoy.
Coloco a Mía en su silla de comer mientras preparo su desayuno. Hago un biberón y pico fresas, piña y sandia en un pequeño plato de plástico de Barbie para que coma lo que quiera.
Beso la cima de su cabeza mientras toma su biberón, a la vez que agarra con su otra mano un trozo de sandía.
Es una comilona.
–¿Cuándo te irás a, ya sabes, hacer lo que haces?
Deja el Ipad en la isla antes de mirarme con un amago de sonrisa.
–Veo que te molesta mi presencia. Extraño, ayer no escuché quejas.
Con un mantel golpeo su brazo.
–¡Ni se te ocurra mencionar algo sobre anoche, alguien podría escuchar!
–Ayer no te importó hacer ruido. Es más, creo que lo disfrutaste bastante.
Siento como toda mi piel se torna roja. Camino al lavaplatos y mojo mi cara.
–¡No es gracioso, deja de decir esas cosas!
–¿Qué cosas? –pregunta Anna entrando a la cocina.
Miro a Gabriele con la que espero sea mi cara de si dices algo más te mato.
Sonríe antes de volver a su Ipad.
–Nada –contesto rápidamente.
–¿Qué quieres de desayuno? –pregunta.
–Té con miel –pido.
Mi estómago se siente tan revuelto en este momento que no podría comer nada.
–¿Nada más?
–No, no tengo hambre.
–Creo que lo de anoche la dejó bastante satisfecha –dice Gabriele, logrando que mi piel se vuelva granate.
–Oh, es cierto, ¿cómo te fue con tu cita?
Hora de hacerlo pagar.
–Bien, Adrián es maravilloso –digo tratando de sonar feliz y esperanzada–. Me dijo que quería ser más que mi amigo, así que todo salió mejor de lo que esperaba.
–¿Te dijo qué? –pregunta en un siseo Gabriele.
Decido ignorarlo y sigo hablando con Anna. –Nos besamos.
Anna grita y toma mis manos. Yo grito también para hacerle creer a cierto Capo indiscreto que Adrián es el elegido.
–Escucho campanas de boda –murmura Anna, y yo me obligo a sonreír y no poner los ojos en blanco.
–Anna, por favor, déjanos solos –ordena.
Anna guiña un ojo en mi dirección. Le ruego con la mirada que no me deje sola, pero me ignora. Sonríe antes de salir.
–Pensé que había dejado claro ayer en la noche que Adrián es historia.
Rasco mi cabello y miro mis uñas. –¿En serio? No tengo ese recuerdo.
–¿Qué recuerdos tienes de anoche? –pregunta levantándose del taburete y caminando hacia mí.
Instintivamente comienzo a retroceder hasta que mi espalda da contra el lavaplatos.
–Nada relevante.
–¿Segura? ¿Quieres que te ayude a recordar? –pregunta acercando su boca a mi oído.
Presiono su pecho con mis manos, alejándolo de mi cuerpo.
–Ni se te ocurra tocarme en este momento porque voy a gritar pidiendo ayuda.
–No te atreverías.
–¿Quieres apostar? –devuelvo mientras intento ocultar la añoranza que siento por su toque.
–Déjame decirte algo, jovencita, si empiezas a decir que esto es abuso o algo por el estilo, no volverás a verme nunca más. Ambos sabemos que lo deseas.
–Lo deseaba, pero ahora que ya lo tuve no lo quiero más –digo cruzando los brazos en mi pecho.
–¿Segura?
–Sí, creo que fue algo bueno para mí. Por un tiempo te tuve muy alto en mis pequeñas fantasías, pero ahora sé que no fuiste lo suficientemente bueno para engancharme –miento.
Se ríe. –Si crees que lo que pasó ayer es todo lo que puedo hacer, estás muy equivocada, fierecilla. Eso no fue nada.
–Ya no siento curiosidad, Capo. Así que gracias por los servicios de anoche, pero no los necesitaré más. Tengo a Adrián ahora.
Golpea el mueble del lavaplatos, al lado de mi cadera, haciéndome saltar.
–Olvídate de Adrián, Sofí, no volverás a verlo.
–No puedes impedirme eso.
–Si puedo.
–No puedes –digo y lo empujo, pero no consigo que se mueva ni un milímetro–. Basta con que te descuides un segundo y saldré a reunirme con él –insisto de mal humor. No puede decirme a quién puedo y no puedo ver.
Enreda su mano en mi cabello con la brusquedad justa para hacerme gemir. –No juegues conmigo, pequeña. Puedo desaparecer a tu amiguito de tu vida y lo sabes.
–¡No lo harías!
–¿Quieres apostar?
–Estás bromeando –lo acuso. Se encoje de hombros–. Si no es Adrián será otro. No puedes ir por ahí matando a todos los hombres que me gusten.
Pasa su dedo índice por el contorno de mi rostro, demorándose en mis labios.
–He matado por mucho menos que esto –dice mirando mi cuerpo–. Y creo que tenerte en mi cama valdrá la pena.
Mi cuerpo se tensa deliciosamente ante sus palabras, pero me controlo para que no pueda ver cuánto me afecta.
–Ya no me interesas, Capo. Ni un poco –agrego nerviosa al ver como mira mis labios.
Mi cuerpo quiere lanzarse a sus brazos, pero no lo dejo. No voy a perder esta batalla de voluntades.
–Eso lo veremos, fierecilla –susurra frente a mis labios–. Veremos quién ganará. La razón o la pasión. –Acerca su boca a mi oído–. Apuesto por la pasión –agrega antes de alejarse–. Creo que Mía ya terminó su desayuno –dice antes de salir de la cocina.
Suelto el aire que no sabía que estaba aguantando y una pequeña sonrisa parte mi rostro.
Veremos quién ganará.