La Rebelde Mila Y El Mafioso.

Mila.

—Deja las cosas como están, dime lo que quieres que te traiga y mañana mismo las tendrás.

—Bueno, dame un lápiz y un papel.

Comencé a escribir cuánta cosa se me ocurrió, las que quería y las que no, él solo me mira mover el lápiz y pensar lo que quiero, al finalizar la hoja le dejé un mensaje muy bonito, lástima que no tengo los labios pintados para marcar un beso en la hoja.

Le doblo el papel y se lo entrego, me entristece que no lo leyera, pero buen…

—Nos vemos mañana, si se te ocurre algo más me avisas con Elías.

—Seguro, siempre estoy con él, a lo mejor y lo meta en mi habitación—por Dios que vi como las ventanas de su nariz se expandieron.

Sale de la biblioteca sin despedirse.

—Oye mi beso, los esposos se besan—comienzo a reír, me encanta molestarlo, vamos a ver en cuanto tiene su paciencia.

—Señorita Mila, la señora Sonia la espera en la cocina.

Me voy contenta, al pasar, por un lado, de Elías le doy un beso en la mejilla.

—¡Señorita!—me dice muy serio—lo ignoro y avanzo a la cocina.

Sonia me mira con una sonrisa—lista, ¿todavía quieres hacerlo?—los ojos le brillan.

Sobre la encimera hay muchas cosas, aliños y carne, entre otras cosas.

—Bien, por dónde comenzamos—digo emocionada.

—Empecemos por lavar las verduras que vamos a utilizar, es muy importante que cuando llegues del mercado laves todo.

—¿Y para qué lavarlos nuevamente?—no tiene sentido.

—Se tienen que volver a lavar niña Mila—Sonríe.

Creo que nunca he visto a mi mamá en la cocina a menos que sea para dar órdenes, nunca ha preparado algo, la verdad es que no me gusta eso de esperar a que las demás personas hagan todo por ti.

Me quito el suéter que tengo puesto y coloco todo en un bol para lavarlo tal como ella me lo indico.

Después que está todo listo, tomo un paño para secarlos, estoy muy concentrada haciéndolo y Sonia me mira con una sonrisa.

—¿Qué paso?, ¿no lo lave bien?

—Lo hiciste bien, es que no tenías por qué secarlo, ahora solo debes, cortarlo—ella agarra un pimiento rojo y me muestra como se hace, también me dice como se llama cada cosa.

Muchas las conozco, a veces iba con Katrina al mercado mientras ella compraba lo que iba a llevar a su casa.

Que será de la vida de mis amigos, Douglas debe estar preocupado porque me habrá escrito y no le he respondido.

Reacciono cuando siento la cara mojada, son lágrimas, estoy llorando, pero, ¿por qué?

—¿Está listo?—intento esconder la cara para que no me vea llorar.

—No te avergüences, estás llorando por la cebolla—se echa una carcajada.

—Era eso, ¿y por qué la cebolla me hace llorar?—debo averiguarlo.

La carne la pico también, esto de cocinar me está gustando, ella me explica como adobar la carne, no puedo evitar tararear una canción mientras lo hago.

Me siento bien haciendo esto me gusta.

Después montamos todo en la cocina, solo queda esperar que esté lista para probar.

—¿Mañana podemos hacer un pastel?

—Claro lo que tú quieras, solo me faltan algunos ingredientes, temprano se los pido a Elías.

—Señora Sonia—vaciló para decirle.

—Dime.

—¿Usted conoce desde hace mucho tiempo a Horacio, Kenán?

Me mira por un momento—Si desde hace mucho, he trabajado para su papá desde hace unos 20 años—me parece ver nostalgia en sus ojos.

—Entiendo, lo conoces desde que era un niño.

—Si, el joven Kenán es el más empático de los tres, Enzo es déspota y despiadado, la niña Kenia, ella es muy engreída, piensa que porque es la hija de un mafioso, tiene el poder y el control de todo.

—Entonces no entiendo, si supuestamente Horacio es el más empático, el más humano, ¿por qué me tiene aquí?

—Es una historia bastante larga, él solo está cumpliendo un sueño de su papá.

No puedo comprender como es que él hace esto, me confunde las dos personas que hablan de él lo ponen como lo mejor.

—Revisa la carne para ver si ya está—Corro para ver, la pruebo y la verdad es que sabe muy rico, no me puedo quejar para ser mi primera vez.

Ella sirve los platos, le pido que le dé a Elías también, ese chico me cae muy bien, no en plan amoroso, nada que ver, es solo como amigos.

Los tres comemos juntos en la cocina, en silencio, ellos no querían hacerlo, pero los obligué.

Me voy a la habitación después de recibir muchos halagos por la comida, me acuesto en la cama, Dios, porque no puedo sacarme sus ojos de mi cabeza, que tiene que me gustan tanto.

Despierto con los rayos del sol, ya debe ser bien tarde, me levanto aprisa, Horacio no debe tardar en llegar, necesito estar presentable, quiero que me mire y se dé cuenta de que está haciendo mal en tenerme aquí encerrada.

Voy a la cocina y la señora Sonia ha preparado el desayuno.

—¿Por qué no me despertó?—Hago puchero.

—Lo siento niña Mila.

Tomo el desayuno y le pido a Elías que vaya a comprar lo que hace falta para preparar el pastel, espero con ansias la llegada de Horacio.

Cuando escucho un auto afuera me arreglo el cabello, la señora Sonia sonríe al verme hacerlo, que piense lo que quiera.

Para mi rabia, la estúpida de la novia de mi esposo, (qué chistoso suena eso), viene colgada de su brazo con una estúpida sonrisa, me mira mal la muy idiota.

Dos hombres detrás de ellos traen varías bolsas, supongo es lo que les pedí.

—¿Dónde dejamos esto, señor?—habla uno de los hombres.

—Déjalas ahí, Elías las sube a mi habitación—miro a Elías.

—Claro, enseguida—toma las bolsas.

—Gracias muñeco—le lanzó un beso.

—Elías deja eso ahí, ven conmigo—le habla con mucha seriedad, ojalá no lo vaya a regañar o cambiar, porque al que me deje le voy a hacer lo mismo.