Adriano Mancini, un mafioso de Sicilia, dueño de varios casinos, frío y despiadado, le hará una propuesta a Alice, una bella joven que acaba de entrar en uno de sus casinos para ayudar a su hermano que ha contraído una elevada deuda de juego.
Alice tendrá que elegir, o firma el contrato de matrimonio, o su único hermano muere.
El sueño de Adriano es ser padre, pero quiere una mujer pura, que dé a luz a su hijo, con un pasado que no le gusta recordar, se niega a volver a amar a una mujer, pero será imposible luchar contra el amor que sentirá por Alice, su esposa por contrato.
Una historia de amor de un gángster con un corazón tan frío como el hielo, que acabará derritiéndose por su mujer que para él, sólo era un contrato.
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La elección de Alice...
Vittorio se levanta junto a Anna y pronto Lorenzo también abandona la mesa y dejan solos a Alice y Adriano. Bernadete sigue con un trozo de pastel y una taza de café, esperando la respuesta de Alice.
-Mamá, ¿no tienes que ayudarme con algo arriba? -preguntó Vittorio, queriendo que saliera de allí.
-Hijo, tienes a tu mujer, deja que te ayude, yo sólo me iré de aquí cuando Adriano sepa si va a seguir casado o si va a tener que separarse -dijo Bernadete.
Lorenzo se acerca a su abuela, la coge en brazos y le dice:
-Abuela, qué pena, tengo que llevarte en mi regazo, para que los dejes en paz.
-¿De qué te avergüenzas? Te he llevado durante muchos años y nunca he sentido vergüenza, ahora bájame para no ser una de tus putas", dijo.
Vittorio y Anna se ríen y se divierten con Bernadette, mientras que ella baja las escaleras y se inquieta preguntándose si su otro nieto seguirá casado.
[...]
Mientras tanto, en la sala de estar...
Alice se sienta junto a Adriano, le llena la taza de café y le dice:
-¿No vas a amenazarme más cuando te enfades?
-No, a partir de ahora la vida de tu hermano ya no será una amenaza, no lo mataré- dijo.
-¿Todavía quieres tener el bebé?
-Eso no ha cambiado, Alice, pero puedo esperar un tiempo, es que no quiero que tomes pastillas o anticonceptivos, eso daña tu salud hormonal.
-¿Cómo lo sabes? -preguntó con curiosidad.
-Tengo una amiga ginecóloga que ya ha hablado de ello, pero no quiero que tengas que usarlo ahora, al menos antes de decidir si usas o no estos medicamentos, ve a un ginecólogo, ya que no eres virgen- dijo.
-Tengo un ginecólogo, puedo programarlo más tarde, pero necesito preguntarte algo-dijo.
-Responde lo que quieras-dijo mirándola fijamente.
Estaba nerviosa, pero no podía ocultarle su mayor temor, así que le dijo:
-¿Y si no puedo darte lo que más quieres?
-¿Estás hablando de ti?
-¿Hablas de tener un bebé, si no puedo quedarme embarazada?
-Eso son conjeturas Alice, no te preocupes.
-Sólo contéstame Adriano- habló ella.
Adriano toma un sorbo de su café y dice:
-Hoy en día hay muchas formas de quedarse embarazada, así que aunque no pudieras, podríamos ser padres, si eso ocurriera, podríamos pensar en la adopción, así que no pienses en eso.
-Puede que tenga cáncer Adriano- reveló.
-¿Cómo? -preguntó tras escupir el café que estaba bebiendo.
-Tú eres la primera persona a la que se lo cuento, ni siquiera he hablado en voz alta, excepto ahora, estoy tratando de fingir que no es nada, pero la semana anterior al día en que te conocí, fui al hospital, sentí algunas molestias y dolores en la espalda, mi menstruación era irregular, pero lo que me hizo ir al hospital, fue por un dolor tan fuerte que no podía caminar, luego el médico me pasó unos exámenes y me hizo la resonancia magnética, esperé el resultado mientras me medicaban, para ver si se me pasaba el dolor, pero lo peor fue cuando el médico se acercó con una cara que la noticia era la peor posible y me dijo que tenía cáncer de útero- habló.
-Sólo de la resonancia magnética ya te dijo eso? Qué clase de médico no debería ser, esa no es forma de hablar con un paciente-dijo, avergonzado.
-Me remitieron a la cirujana, que me dijo que no podía decir nada porque sólo había visto una masa en el útero, que creía que podía no ser nada, pero que debía ver a un oncólogo -dijo con tristeza.
-¿Y no has ido a un oncólogo? ¿Te hice daño cuando te quité la virginidad?
-Cálmate Adriano, no fui porque tengo miedo, no siento dolor en este momento y no sentí dolor cuando perdí mi virginidad, pero he estado sangrando desde que perdí mi virginidad- dijo ella.
Adriano se levanta y dice:
-Vamos al hospital ahora mismo, sube, cámbiate de ropa y te espero -dijo-.
-Adrián, tengo miedo- dijo ella, llorando.
La abraza y le dice:
-Estoy aquí, no dejaré que tu miedo afecte a tu salud, necesitas saber lo que realmente tienes, una cirugía puede quitarte la masa, sé que no será nada, por lo que necesitas confiar y tener coraje, simplemente no puedes dejar que el dolor vuelva o termine empeorando, no puedo ni quiero perderte Alice, necesito que no tengas miedo, incluso si aún no encuentras el coraje, yo seré tu coraje, no puedo perderte, no ahora que estoy enamorado de ti, esto es asfixiante.
-Sabiendo que podría tener cáncer... -preguntó con lágrimas en los ojos.
-¡No! -Es asfixiante estar enamorado de mi mujer que puede o no seguir a mi lado. Aunque salgas de mi vida, aunque no quieras ser mi esposa, no dejaré que pases por esto sola.
Alice miró a los ojos de Adriano, que parecía afligido, y dijo
-Adriano, por mucho que intente negarlo, por mucho que quiera no sentirme atraída por ti, lo estoy, por mucho que desee no pensar en tu olor cuando estás lejos, no recordar nuestra primera noche de amor, aunque intente fingir que no siento nada, lo hago y no puedo salir por esa puerta, porque sé lo mucho que quiero estar aquí, a tu lado, sintiendo todo lo que he estado sintiendo, no te dejaré, no quiero y sobre todo no puedo, no eres el príncipe que imaginé enamorándome y perdiendo mi virginidad, pero eres el hombre que deseo desde la hora que me despierto, hasta la última hora que me acuesto a tu lado.
Sigue...