PRIMERA PARTE DEL LIBRO TERMINADA. NO ESPEREN UNA NOVELA TIPICA, LAS MIAS DAN DOLORES DE CABEZA Y LOS HACE PENSAR MAS DE LO QUE DEBERIA!!!
ESCRIBO CON AMOR Y ESPERO RECIBIR LO MIMO DE USTEDES, SI SIENTEN QUE LA NOVELA ES LARGA Y TEDIOSA, LOS INVITO A ABANDONARLA. PERO, NO TOLERO INSULTOS NI FALTAS DE RESPETO...
LAS QUIERE...
JESS QUEEN
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Cap 16
Lina estaba furiosa con Shayde y conmigo, su furia palpable como un susurro venenoso en mi mente. Podía escuchar su voz resonando en mi cabeza, cargada de reproches.
“Fuiste estúpida, ahora lo ves con tus propios ojos. Está furioso con nosotras, y yo no estuve de acuerdo con esto desde el comienzo.”
No respondí. Tenía razón, y no había nada que pudiera decir para justificar lo que habíamos hecho. Lo que en su momento había parecido una maniobra divertida, una táctica estratégica para ganar tiempo, ahora me quemaba con el peso de la culpa. El dolor que sentía ya no provenía solo de las heridas de Logan, sino de todo lo que habíamos perdido.
Silas... Silas me veía a través de los ojos rojos de Logan. Sentía que su dolor se conectaba con el mío de una forma cruel, como si ambos fuéramos prisioneros de algo mucho más grande que nosotros.
—Mientras tú juegas, nosotros sufrimos. Fuimos sinceros, y tú… solo te diviertes con tu amiguito.
Su voz era un susurro cargado de resentimiento, y podía ver cómo su cuerpo se tensaba al darme la espalda, sus pasos firmes y decididos. Caminó hacia la puerta con una rapidez que me hizo sentir la distancia entre nosotras. La abrió de golpe, un sonido estridente que cortó el aire. Luego, me indicó con un gesto brusco que me fuera, como si ya no hubiera nada que decir.
—Vete.
La palabra salió de sus labios como una condena. No había espacio para más excusas ni justificaciones. Me quedé en silencio, observándolo mientras él me apartaba sin más.
—Logan…— Mi voz tembló, pero la certeza de que tenía que hablar con él me impulsó a seguir adelante.
Sin embargo, los ojos que me miraban ahora ya no eran los rojos y ardientes de antes. Los suyos, tan oscuros como la mismísima noche, no reflejaban ira ni rabia, sino una profunda tristeza. La misma tristeza de hace un momento, pero ahora más densa, más palpable. La luz del amanecer comenzaba a entrar por el ventanal abierto del balcón de la oficina, bañando su rostro con un resplandor tenue, como si la misma luz intentara suavizar la dureza de la situación. Las sombras de sus ojeras, oscuros y profundos, se acentuaban bajo esa luz, pero no era solo su rostro lo que me atrapaba. Era el peso de su presencia, el aire pesado que llenaba la sala.
—Elige cualquier habitación del tercer piso y descansa. Estoy cansado, y en unas horas tengo una manada que gobernar.
Su voz era baja, rasposa, pero firme. Cada palabra parecía resonar en la habitación vacía, chocando contra las paredes y volviendo a mí con fuerza. Su cuerpo estaba tenso, casi rígido, como si el simple hecho de estar en mi presencia lo desgastara aún más. Su cabello, rubio platino y despeinado caía en mechones desordenados sobre su frente, pero de alguna manera eso solo hacía que su apariencia fuera más desolada, como si hubiera estado luchando consigo mismo mucho antes de que yo llegara.
—Logan…— Mi voz vaciló al hablar, pero sentí que tenía que decir algo, aunque no sabía qué. —No quiero que pienses que te hice perder el tiempo. Las palabras salieron como un suspiro ahogado, sin fuerzas.
Su mirada se fijó en mí con una intensidad que me atravesó como una flecha afilada. Me estremecí, pero no retrocedí.
—Lo hiciste, — respondió él con una calma que me desarmó. —Porque esto era lo primero que debiste decirme al entrar aquí. Pero tú, en cambio, disfrutas de mi dolor. Disfrutas del dolor de Silas y también del de tu loba. — Su voz se quebró al final, como si cada palabra lo hubiera dejado más vacío. Y entonces, con un tono lleno de resentimiento y dolor, agregó: —Y como me dijiste a mí antes, ‘No me parece justo.”
La forma en que pronunció esas palabras caló en mi alma. El silencio se estiró entre nosotros, pesado e impenetrable, como una capa invisible que nos separaba más que nunca. Mi corazón latía en un ritmo errático, y aunque mi mente trataba de encontrar una solución, mi cuerpo ya no sabía cómo reaccionar.
El tiempo parecía haberse detenido, y la realidad se desvaneció en el aire espeso de la oficina. Todo lo que quedaba era el dolor de un vínculo dañado.
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La tensión en el aire era palpable, y sentí el peso de cada palabra que había dicho, cada movimiento que había hecho. El eco de los reproches y el dolor seguían reverberando en mi mente mientras intentaba ordenar mis pensamientos, pero era imposible. La ira de Lina, la decepción en los ojos de Logan, el maldito silencio... Todo eso se volvía más pesado con cada paso que daba.
“No espero que yo saliera de su lujosa oficina antes que él,” murmuré, mientras veía cómo desaparecía por el pasillo sin mirar atrás. Su figura se desvaneció tan rápidamente que casi me hizo pensar que todo lo vivido había sido una pesadilla. “La cagamos.”
Le hablé a Shayde, pero ni siquiera esperaba una respuesta calmada. El gruñido de mi loba seguía resonando dentro de mi mente, un recordatorio constante de lo lejos que habíamos llegado, y de cómo todo lo que habíamos hecho nos había dejado atrapadas en una red de mentiras y arrepentimiento.
“Sí, la cagamos. Pero…” La frase quedó colgada en el aire, esa maldita pausa que siempre me dejaba sin aliento.
“Pero ¿qué?” respondí con un suspiro, tratando de contener la frustración.
“Fue interesante,” comenzó, y sentí que el peso de esas palabras me golpeaba. “Descubrimos que está arrepentido, que sus sentimientos son genuinos y que te quiere. ¿Qué harás?”
Las palabras flotaban en el aire, y aunque sabía que Shayde tenía razón en parte, no podía dejar de sentir que había algo más grande en juego. ¿Qué haría? ¿Perdonar y seguir adelante, o dejar que todo se desmoronara aún más?
“Ocupar nuestro lugar como compañeras de Logan y Silas, y ocupar nuestro lugar como luna de la manada. De lo contrario, pueden ir olvidándose de mí. Lo que hicieron esta noche no se lo voy a perdonar nunca.”
No pude evitar pensar en la furia que se reflejaba en cada palabra, como una daga envenenada. Lina no dijo nada más, pero sus pensamientos eran tan claros como el cristal. Había levantado un muro entre Shayde y yo, un muro tan alto que parecía imposible de atravesar. Estaba furiosa, dolida y… decepcionada.
“La lobita se enojó con nosotras. ¡Tengo que volver a preguntar qué demonios vas a hacer?” Shayde insistió, su tono no dejaba espacio para excusas.
“No lo sé, Shayde,” respondí, la incertidumbre se mezclaba con la ira, pero no tenía las respuestas. No las tenía.
Salí de la oficina, dirigiéndome hacia la escalera alfombrada, mis pasos resonando suavemente en el pasillo. No tenía sueño, ni me sentía cansada físicamente, pero necesitaba algo más. Necesitaba una ducha, cambiarme de ropa, y tal vez descansar unos minutos. Sin embargo, conocía a Amber, mi mejor amiga. No tardaría en venir a exigirme explicaciones, y no estaba lista para enfrentarla. No lo estaba.
La habitación que elegí al azar era de puertas blancas dobles. Dentro, una cama King dominaba el espacio, y me dejé caer sobre ella. Suspiré profundamente, dándome un minuto para observar mi entorno. Las paredes eran blancas, con bordes dorados que reflejaban la luz tenue del amanecer. Las alfombras eran del mismo color que las sábanas, creando una sensación de calma y confort. Pero no podía dejar de pensar en lo que había sucedido.
De repente, la puerta se abrió con un suave crujido, y volví mi mirada hacia allí, esperando lo inevitable. Dos chicas de mi edad entraron en la habitación. Llevaban mi bolso y otras cosas en las manos y al verme hicieron una breve reverencia.
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La magia de la situación se desbordaba por el aire, haciendo que todo a mi alrededor pareciera irreal, como si la propia luna estuviera observando todo desde arriba.
—Luna, somos sus doncellas. El alfa Logan nos envió con usted para asistirla en todo lo que necesite —dijo la que tenía el cabello cobrizo, sonriendo con amabilidad. Su voz era suave, como si cada palabra estuviera cuidadosamente elegida para agradarme. —Somos Sasha y Mikeila.
No era una suposición, ya no. Ellas eran, efectivamente, las criadas que Logan había enviado para cuidar de mí. A lo largo de mi vida, siempre había detestado este tipo de atenciones, prefería hacer todo por mí misma. Algo que, al parecer, ni mi tío Aston ni Logan comprendían.
Sacudí la cabeza, apartando esos pensamientos, y me centré en las chicas. Sasha, la pelirroja, tenía un rostro de muñeca, sus mejillas cubiertas de pequeñas pecas que daban un aire juvenil. Sus ojos azules, intensos y brillantes, me miraban con curiosidad y simpatía. Mikeila, la otra, era un poco más bajita, de cabello castaño y de preciosos ojos color avellana y figura más redondeada, pero su sonrisa era tan encantadora que no pude evitar sentir simpatía por ella. A pesar de sus diferencias, ambas irradiaban una energía cálida y amigable, como si estuviéramos conectadas de alguna manera. Y, aunque su actitud era respetuosa, parecía que estaban emocionadas de conocerme.
—Adelante, todavía no soy luna. Por favor, llámenme Karin —les dije, tratando de evitar el protocolo.
Ambas abrieron los ojos como platos, sorprendidas, y al mismo tiempo, un poco desconcertadas por mi petición.
—No podemos hacer eso, Luna Karin. Está prohibido llamar a nuestros líderes por su nombre de pila —respondió Sasha con tono firme, casi como si lo estuviera recitando de memoria.
Suspiré, sabiendo que no habría forma de que aceptaran eso de inmediato.
—Ok, como su luna, les ordeno que me llamen por mi nombre, al menos cuando estemos solas. ¿De acuerdo? —dije, con un tono que dejaba poco lugar a la discusión.
Ambas asintieron rápidamente, una chispa de alivio en sus ojos al saber que no tenía intenciones de ser demasiado estricta.
—Estamos encantadas de conocerte, Karin. El alfa Logan nos pidió que te dijéramos que estará ocupado, pero que al regresar se reunirá contigo —mencionó Mikeila, mientras su mirada se movía por la habitación.
Al verlas moverse, mi atención se desvió hacia ellas. Una de las chicas abrió una puerta, y pronto me di cuenta de que era un baño. La otra abrió otra puerta comenzó a guardar el contenido de mi bolso en un enorme clóset que ocupaba la mitad del espacio de mi habitación, y no pude evitar quedarme boquiabierta al ver el contenido. El clóset estaba lleno de prendas, zapatos, abrigos, bolsos y perfumes. Un sinfín de cosas de mujer. El asombro se reflejó en mi rostro, y Mikeila notó mi sorpresa.
—Alfa Logan ha llenado este espacio con prendas, zapatos, abrigos, bolsos y perfumes por dos años, esperando que regresaras, Luna —dijo con una sonrisa cautivadora, antes de hacer una pausa y corregirse—. Karin.
La idea de que Logan hubiera pensado en mí de esa manera durante todo ese tiempo me golpeó con fuerza. Me pregunté qué significaba realmente para él, si había sido un acto de esperanza o de necesidad. De cualquier manera, me sentí extraña al ver cómo él había llenado cada rincón de esta habitación, como si hubiera estado esperando mi regreso. Pero, más allá de las preguntas, había algo reconfortante en el gesto. Algo que me recordó que, tal vez, aún había algo de él en mí que no comprendía por completo.
Pero, en ese momento, no podía evitar sentir que la realidad se desmoronaba a mi alrededor, y que todo lo que estaba sucediendo era demasiado surreal para ser cierto.
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Sasha ingresó al clóset con nosotras, y su presencia fue tan firme que, sin querer, me hizo sentir una pequeña presión en el aire. Claramente, sabía cómo tomar el control de la situación. Se aclaró la garganta, como para asegurarse de que nuestra atención estuviera completamente centrada en ella.
—Su baño ya está listo. ¿Qué prendas quiere vestir esta mañana? Entiendo que tiene una cita con la señora Amber y…
El recordatorio de Amber me golpeó como un balde de agua fría. No lo había olvidado, pero por un momento, todo lo que estaba sucediendo me había hecho desconectarme de la realidad. Tenía que darme prisa.
—Elijan ustedes, pero no se pasen de la raya. Me gusta estar cómoda y bonita, pero sin exageraciones —respondí, casi sin pensarlo, mientras mi mente comenzaba a reordenarse y mi corazón aceleraba al pensar en la reunión.
Ambas chicas sonrieron, como si mi comentario fuera exactamente lo que querían escuchar, y comenzaron a revisar las prendas con rapidez, mientras yo, con algo de prisa, corrí hacia el baño.
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El baño era un santuario, un rincón de paz que me permitió desconectar de todo lo que había pasado. El mármol blanco dominaba el espacio con su brillo inmaculado, complementado por detalles dorados que le daban un aire de elegancia exquisita. La tina, llena de agua tibia, se encontraba en el centro de la habitación, rodeada por un vapor delicado que impregnaba el aire con el dulce aroma de cerezas. Cada inhalación me llenaba de una sensación de calma que era justo lo que necesitaba para tranquilizarme.
Mis prendas cayeron al suelo sin un sonido, y en un suspiro me sumergí en el agua caliente. El calor me envolvió de inmediato, relajando cada músculo tenso en mi cuerpo. A medida que me sumergía más, sentí cómo el estrés de los últimos días se desvanecía lentamente. Tomé la esponja con cuidado y comencé a frotarme el cuerpo, asegurándome de no dejar rastro de sangre. Las marcas de las alas en mi espalda seguían ahí, frescas y dolorosas. El proceso de su nacimiento había sido hermoso, pero las heridas que dejaban al surgir y retraerse eran un recordatorio constante de lo que había pasado.
Mi largo cabello, que se había pegado a mi espalda debido al agua, lo lavé con mimo, consciente de cada hebra. Cada vez que intentaba apartar la mente de lo que estaba por venir, mis pensamientos se volvían a Amber y a lo que esperaba de mí. Al final, a pesar de no querer salir, el agua me había dado todo lo que necesitaba y era hora de continuar.
Después de terminar de asearme, me envolví en una toalla que cubría mi cuerpo y también mi cabello, la sensación de suavidad y calor era reconfortante. Miré hacia el clóset con una expectativa vaga, imaginando que la elección de las chicas sería un vestido aburrido, algo formal. Pero para mi sorpresa, me encontré sonriendo ante su elección.
Un pantalón negro, con rasgaduras en los muslos y las rodillas, una blusa suelta que me permitía moverme con facilidad, y mis zapatillas favoritas, las Converse negras. El conjunto era todo lo que necesitaba: cómodo, simple, pero sin perder estilo. Ambas chicas, Sasha y Mikeila, me miraban con una mezcla de emoción y nerviosismo, esperando mi reacción.