Keren Lombardi, un hombre apuesto, rico y poderoso, cuya vida cambia drásticamente cuando es abandonado en el altar por su prometida. Traicionado y con el corazón endurecido, Keren jura no volver a creer en el amor. Su único objetivo ahora es satisfacer el último deseo de su abuelo moribundo: encontrar una esposa y asegurar el legado de la familia Lombardi.
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capítulo 24 Un día en la mansión
A la mañana siguiente, Keren despertó temprano, sabiendo que el día sería largo. Era sábado, el día antes de la boda, y tenía planes de pasar tiempo con Emma y su abuelo para que la conocieran mejor. No era algo que disfrutara, pero era necesario para mantener la fachada.
Cuando llegó a la mansión, todo estaba preparado para el día. Los jardines estaban impecables, el personal estaba atento, y su abuelo esperaba en la gran sala. Keren sabía que su abuelo se estaba volviendo más débil con cada día que pasaba, y era esa fragilidad la que lo impulsaba a cumplir con este matrimonio.
Poco después, Emma llegó a la mansión. Su rostro mostraba una mezcla de nerviosismo y determinación. Keren la esperaba en la entrada, con su típico semblante frío.
—Llegas justo a tiempo —dijo, sin rastro de emoción.
Emma asintió, aún adaptándose al extraño ambiente que rodeaba a Keren y su familia. Apenas había tenido tiempo de prepararse mentalmente para el día que le esperaba.
—Hoy pasaremos el día aquí, quiero que mi abuelo te conozca mejor antes de mañana —continuó Keren, caminando a su lado hacia la sala principal—. Es importante que hagas todo lo posible por agradarle.
Emma tragó saliva, sintiendo el peso de la situación sobre sus hombros.
—Haré lo mejor que pueda —respondió ella, intentando mantener la calma.
Al entrar en la gran sala, el abuelo de Keren los esperaba con una sonrisa débil, pero llena de calidez.
—Emma, querida —dijo el anciano, extendiendo una mano—, ven, siéntate conmigo.
Keren los observó por un momento antes de excusarse y dejarlos a solas. Mientras caminaba por la mansión, Adrian lo alcanzó, dándole una palmada en la espalda.
—¿Listo para mañana? —preguntó su amigo con una sonrisa.
Keren sonrió levemente.
—Tanto como puedo estarlo.
La mansión estaba iluminada con una luz suave que entraba por los enormes ventanales. Emma se sentó frente al abuelo de Keren, quien la observaba con una expresión cálida, aunque cansado. Sus ojos, llenos de sabiduría y experiencia, la escudriñaron por un momento en silencio, como si estuviera leyendo más allá de lo que Emma decía o hacía.
—Gracias por acompañarme, Emma —dijo el abuelo con una sonrisa—. Keren es muy importante para mí, y estoy contento de que haya decidido compartir su vida contigo. Sé que esto debe ser difícil para ti.
Emma asintió tímidamente, sin saber muy bien qué decir. El abuelo de Keren tenía una presencia imponente, pero no por su autoridad, sino por la tranquilidad y sabiduría que emanaba. Se sentía observada, casi expuesta.
—Quería hablarte de algo que probablemente Keren nunca te mencionará —empezó el abuelo, recostándose un poco en su silla—. Sé que es un tema delicado, pero creo que es importante que lo sepas para entenderlo mejor.
Emma lo miró con curiosidad, pero también con nerviosismo. No sabía a qué se refería, pero algo en el tono del anciano la hizo sentir que era algo personal.
—Keren no siempre fue así, cerrado, distante —continuó—. Hubo un tiempo en que era un joven lleno de ilusiones, especialmente cuando se trataba del amor.
Emma bajó la mirada, sintiendo que ese lado de Keren era difícil de imaginar. Lo conocía como un hombre controlador y frío, que apenas mostraba algún sentimiento genuino.
—Hace unos años —el abuelo continuó con voz más baja—, Keren estaba comprometido con una mujer. Era hermosa, encantadora… o al menos eso pensábamos todos. Pero el día de su boda, ella lo abandonó. Lo dejó esperando en el altar, delante de todos sus amigos y familiares.
Emma sintió un nudo en el estómago. Ese dato la tomó por sorpresa, y de alguna manera, todo empezaba a tener sentido.
—¿Lo dejó… en el altar? —murmuró Emma, sin poder contener su sorpresa.
El abuelo asintió lentamente, su mirada se volvió más distante, recordando aquel día.
—Fue devastador para él. Lo vi caer en una oscuridad que jamás había imaginado. Esa mujer lo engañó con un hombre mayor y más poderoso. Y desde entonces… bueno, Keren dejó de creer en el amor, dejó de confiar en cualquier mujer. Para él, todas tienen un precio, todas lo traicionarán tarde o temprano.
Emma no sabía cómo responder. Las palabras del abuelo eran claras, pero ver a Keren bajo esa luz la hacía sentir más conflictuada. Sabía que el hombre que ahora estaba comprometido con ella llevaba una carga emocional profunda, una que explicaba muchas de sus acciones.
—Te cuento esto, Emma, no para hacerte sentir incómoda, sino para que entiendas por qué Keren es como es —continuó el abuelo, inclinándose hacia ella—. He visto tu mirada, y veo tristeza en tus ojos. Sé que tú también has sufrido, que tu vida no ha sido fácil. Pero quiero pedirte una cosa: tenle paciencia a mi nieto. Él es un buen hombre, solo está herido.
Emma sintió su cuerpo tensarse. El comentario del abuelo había tocado una herida sensible en su corazón. Nadie, aparte de su familia, conocía los detalles de su pasado. Y escuchar que alguien, sobre todo el abuelo de Keren, notaba su tristeza, la hacía sentir vulnerable.
—Gracias por contarme esto —murmuró Emma, intentando mantener la compostura—. Lo entiendo mejor ahora.
El abuelo la observó con ternura.
—No te preocupes, querida, sé que algún día me contarás tu historia también. No es fácil abrirse, pero llegará el momento. Sólo prométeme que no te rendirás con Keren. Tiene un muro alrededor de su corazón, pero sé que eres la persona adecuada para derribarlo.
Emma respiró profundamente, sintiendo la presión de sus palabras. No sabía si estaba preparada para esa tarea, ni siquiera si quería asumirla. Pero algo en la voz del anciano la hizo sentir un poco más conectada con Keren, como si pudiera ver una pequeña luz en medio de toda la frialdad y distancia.
—Haré lo que pueda —respondió Emma finalmente, con un tono sincero pero reservado.
El abuelo asintió, satisfecho con su respuesta.
—Eso es todo lo que te pido, querida. Con el tiempo, todo irá encajando.
Justo cuando la conversación parecía llegar a su fin, Keren entró al salón. Su mirada iba directo hacia Emma, quien evitó el contacto visual por un momento, aún procesando lo que acababa de escuchar.
—¿Todo bien aquí? —preguntó Keren, cruzando los brazos.
—Sí, todo bien, Keren —respondió su abuelo, sonriendo—. Estaba hablando con esta encantadora joven. Tienes mucha suerte de haberla encontrado.
Keren esbozó una leve sonrisa, aunque se notaba que estaba ansioso por terminar la reunión.
—Es hora de irnos, abuelo. Te llevaré a tu habitación para que descanses.
Emma se levantó mientras Keren ayudaba a su abuelo a ponerse en pie. Los tres se dirigieron lentamente hacia las escaleras, con un aire de tranquilidad que llenaba la mansión. Pero en el fondo de su mente, Emma sabía que la conversación con el abuelo de Keren no era algo que olvidaría fácilmente.