Mauro Farina es el Capo de la mafia Siciliana y el dueño de Lusso, la empresa de moda más importante del mundo, y quiere destronar a sus competidores con la nueva campaña que lanzará.
Venecia Messina es heredera de la ´Ndrangueta y el cártel de Sinaloa, y su nueva becaria.
Mauro no ha olvidado el rechazo que sufrió a manos de esa pequeña entrometida hace años, y ahora que está a su merced se vengará de esa ofensa. Lo que él no sabe es que Venecia viene para quedarse y no se dejará amedrentar por él.
¿Quién ganará esta batalla de voluntades?
Te invito a descubrirlo juntas.
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Empezar de nuevo
Venecia
–¿Quién eres tú? –le pregunto a la señora que está en el puesto de Natasha.
–Soy Bianca Cipriano, la secretaria de presidencia –se presenta–. Y tú debes ser la nueva becaria.
–¿Qué pasó con la perra… persona que estaba trabajando aquí? –pregunto mientras muerdo mi labio. Mi boca, sin lugar a duda, me meterá en muchos problemas algún día.
Bianca sonríe. –Veo que conociste bien a Natasha –dice entre risitas–. Ella trabaja en contabilidad, en el segundo piso. Solo trabajó dos días acá para reemplazarme –explica–. Deberían haber sido cinco días, pero –suspira–, no puedo dejar tanto tiempo solo a mi pequeño.
–¿Tu pequeño?
–El gran jefe –responde.
–¿Eres su madre? –pregunto curiosa mientras afirmo mis codos en su escritorio.
–Oh, no, cariño, por suerte no soy como esa mujer desalmada.
–¿Desalmada?
–Sin alma.
–Sé qué significa desalmada, solo me preguntaba…–me callo cuando otro tren de pensamiento cruza por mi cabeza–. ¿Acaso Natasha es la becaria del año pasado?
–Así es –responde.
–Ahora entiendo, ¡qué perra!
Bianca ríe mientras limpia su escritorio que está lleno de migas de pan y de manchas de café.
–Está mal que yo lo diga, pero tienes toda la razón.
Rebusco en mi cartera por un pañuelo de papel y la ayudo a limpiar el desastre que le dejó esa idiota en su lindo escritorio.
–No tienes que hacerlo.
–No, pero quiero –digo mientras lucho para borrar una mancha que se desiste a dejar la madera–. ¿Qué tanto conoces a Farina? –pregunto tratando de lucir despreocupada.
–Oh, desde que era un pequeño. Fui su niñera –me cuchichea mientras mira hacia todos lados, para asegurarse de que nadie pueda escucharnos–. No estoy calificada para este puesto, pero Mauro me dijo que no se sentiría cómodo trabajando codo a codo con nadie más. Tomé algunos cursos, pero por lo demás… no estoy calificada.
–Yo no diría eso. La experiencia es la madre de todas las ciencias –digo y muerdo mi pulgar cuando entiendo que Mauro tiene razón en algo–. Yo tengo todos los cursos y posgrados que puedas imaginar, pero tengo cero experiencia. Creo que el jefe valora más la experiencia.
Bianca toma mi mano. –Ya llegarás ahí, cariño. Y no te dejes amedrentar por Mauro, tiene carácter, pero no es intrínsicamente cruel.
–¡A mi oficina! –grita Mauro detrás de mí, haciéndome saltar.
–¿Mauro? –lo llama Bianca como si no pudiera reconocer a su pequeño en el energúmeno que está tomando mi brazo.
–Luego hablaré contigo, Bianca. Ahora tengo que darle una lección a esta caprichosa –gruñe antes de arrastrarme a su oficina.
Cuando estamos solos me suelto de un tirón de su férreo agarre. Esto dejará un moretón de seguro.
–No soy caprichosa –es lo primero que sale de mi boca y sé, por lo rojo que se pone su cuello, que estoy diciendo lo incorrecto.
Toma mi barbilla entre sus dedos. –Eres la mujer más jodidamente caprichosa que he tenido la desgracia de conocer –sisea–. Esta es mi empresa –ladra antes de soltarme.
–Lo sé, y sé también que quieres llevarla lejos. Por eso rechacé el pedido.
–No era tu puta decisión.
–Claro que lo es. Me dijiste que recibiera los pedidos, que me hiciera cargo de la recepción y que revisara la calidad de la tela –replico–. Es lo que hice por eso tuve que rechazarla.
–¡Eso no fue lo que te pedí! –grita tan furioso que tengo que obligarme a no retroceder.
–¡Lo que pediste es basura! –devuelvo molesta. No tengo por qué soportar que me gritonee–. Esa tela no tiene la calidad que necesitamos para las nuevas carteras, no si queremos competir con Hermès.
–Es cuero de Togo –gruñe–. Es un cuero de excelente calidad.
–No con ese proveedor –contradigo–. Y no será rentable con lo que cobra. Está al mismo valor que la piel de cocodrilo, no podemos pagar ese precio por Togo.
–Es mi dinero y puedo hacer con él lo que me plazca –sisea antes de tomarme del brazo nuevamente–. Si el Togo no está en la fábrica mañana a primera hora…
–¿Qué? ¿Me vas a despedir? –pregunto ya harta de este jueguito. No puede amenazarme con un despido cada vez que no estemos de acuerdo en algo.
–Oh, cariño, que te despida sería lo mejor que te puede pasar –gruñe y puedo ver la ira quemando sus pupilas verdes.
Mierda, creo que esta vez sí lo hice enojar.
–¿Interrumpo? –pregunta una voz a nuestras espaldas.
–Lo que me faltaba –espeta Mauro antes de soltarme–. Puedes retirarte –me ordena en un siseo.
–Me voy porque quiero –devuelvo. No soy su puta esclava.
–Más te vale que llames a mi proveedor –advierte.
–Sigue soñando –digo antes de voltearme–. Buena suerte con él –le digo al atractivo hombre frente a mis ojos.
–¿Nos conocemos? –pregunta y es justo lo que quería preguntarle, porque sé que lo he visto antes.
Mauro toma mi brazo y me lleva hasta afuera de su oficina sin decir una palabra.
Cuando cierra la puerta en mi cara golpeo con mi palma la madera de la puerta.
–¡Idiota! –gruño.
–Bueno, eso fue interesante –dice divertida Bianca a mi espalda.
Camino hasta su escritorio y dejo caer mi rostro al lado de un archivador.
–¿Por qué no puede ver que se está equivocando?
–Oh, cariño, creo que debes saber algo, Mauro no se equivoca, no respecto a Lusso.
–Lo está haciendo –mascullo sin mirarla, todavía con mi rostro pegado en la madera de su, ahora limpio, escritorio–. Está tomando una mala decisión.
–No –dice segura–. Te aseguro que todo lo que está pasando por tu cabeza Mauro ya lo sabe, y aun así tomó esa decisión. ¿Qué te dice eso?
–Que es un megalómano narcisista.
–No, cielo. Significa que ya midió ese riesgo y aun así le conviene.
–Pero no puede ser –trato de explicarle, pero me callo.
¿Qué pasa si Bianca tiene razón? ¿Será posible que hay algo que yo no estoy viendo?
–Empezaré de cero –digo–. ¿Qué hago si descubro que está cometiendo un error?
–No lo está –responde segura–. Mi pequeño nunca se equivoca. Lusso es lo más importante para él.
–¿Más que su novia? –pregunto cuando recuerdo sus manos sobre la mujer con las piernas mas altas que el puto Everest–. ¿Qué clase de nombre es Vanity? –mascullo todavía besando la madera.
Bianca se ríe, fascinada con mi triste espectáculo.
–Estoy feliz de haber vuelto antes –dice con una enorme sonrisa–. Eres lo que Mauro necesita.
–Lusso querrás decir –digo antes de incorporarme.
–Supongo que tendremos que verlo –es todo lo que dice.
Respiro profundamente antes de volver al subterráneo. Tengo que empezar de nuevo.
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