El nuevo Capo de la Camorra ha quedado viudo y no tiene intención de hacerse cargo de su hija, ya que su mayor ambición es conquistar el territorio de La Cosa Nostra. Por eso contrata una niñera para desligarse de la pequeña que solo estorba en sus planes. Lo que él no sabe es que la dulzura de su nueva niñera tiene el poder de derretir hasta el corazón más frío, el de sus enemigos e incluso el suyo.
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Tentación
Gabriele
–¿Se puede saber qué mierda quieres con la niñera? –pregunto sujetándolo por el cuello.
Su sonrisa crece más, logrando que mi mal humor empeore.
–¿Celoso, mi amigo?
–Contesta lo que te pregunté –siseo.
Se encoge de hombros. –Nada, solo estaba coqueteando. La chica es preciosa.
–No te acerques a ella.
–Oh, mierda. Lo siento, no sabía que tú y ella…
–Yo y ella nada –lo corto–. Es una malcriada que aún no aprende a respetar a sus superiores.
Dante con un par de movimientos me obliga a soltarlo.
–Entonces, la chica está disponible… Interesante.
–¿Qué quieres decir con interesante?
Vuelve a sonreír. –Ya sabes que mi nona quiere que me case con una buena chica italiana, y Sofía parece perfecta. Incluso le gustan los bambinos. Y ya sabes, mi amigo, que quiero mi propia familia lo antes posible.
–No puedes tenerla –mascullo.
–¿O sí puedo?
–No puedes –insisto.
Comienza a caminar hacia la puerta. –Bueno, mi amigo, tú solo recuerda que la ´Ndrangheta está entregándote un servicio, y ella puede ser parte de lo que pidamos a cambio –dice antes de salir de mi casa.
Maldito imbécil.
No la tendrá. Además, si ella se va quién mierda cuidará a la hija de Kate. No tengo tiempo para preocuparme de eso. Ya suficientes problemas tengo.
Subo para tener unas palabras con esa malcriada. No debe acercarse a nadie sin mi autorización, menos a un miembro de otra mafia, aunque sea mi amigo.
Sobre todo si es mi amigo.
Abro la puerta con violencia, esperando encontrarla atendiendo a la hija de Kate, sin embargo está dormida, en uno de los sillones con la bebé sobre su pecho. El biberón vacío está sobre la alfombra, y la mano de la niñera está sobre la espalda de la bebé, como si de alguna manera, aun durmiendo, su cuerpo supiera lo que tiene que hacer.
Su cuerpo.
Es una puta belleza, cada parte de ella. La camiseta que lleva está levantada y puedo ver su vientre plano, su ombligo y tres lunares en triangulo sobre su costilla. Lleva un pantalón corto y puedo ver sus largas piernas. La bebé cubre sus pechos, pero pude sentirlos con mi mano hace poco.
Fue una maldita delicia.
Recuerdo cómo reaccionó ante mi trato, y no puedo evitar pensar si le gusta la rudeza en el sexo como a mí. Mi mente y mi cuerpo quieren dominar a la fierecilla con rostro de muñeca, someterla y hacerla rogar por más. Lograr que se corra tantas veces que pierda el conocimiento y que entienda que debe temer y respetar a su Capo. No enfrentarse a mí si no quiere que someta a su boca a la rudeza de mis movimientos mientras ella está arrodillada sobre el duro suelo.
Maldita sea, como me gustaría hacer eso.
Pero no pienso darle el gusto a mi padre. Además, puede que esté coludida con él y se embarace a propósito para verme obligado a casarme una vez más. Y no voy a renunciar a mi libertad. Mucho menos tendré otro descendiente.
No importa lo atractivo que sea el cebo que está usando mi padre.
Maldito viejo.
Me acerco para ver con más detenimiento sus labios, que se encuentran entreabiertos, tentándome a probarlos y marcarlos como míos. Y es entonces donde huelo ese olor que no reconocí antes en ella. Su olor se mezcló con el de la bebé. Y sé que debiera parecerme inocente su olor, pero en ella todo me tienta de una manera que nunca creí posible.
La hija de Kate, como si pudiera escuchar mis pecaminosos pensamientos, me mira directo a los ojos. La niña tiene mis ojos. Pensé que era igual a su madre, pero también sacó algo mío.
Hace un ruido molesto, como si protegiera a su niñera inconsciente, y con eso vuelve a recordarme a su madre y a su molesta e irritable voz. Sin embargo, sigo sorprendido porque se parezca en algo a mí, sé que participé en su creación, pero aún me cuesta trabajo creerlo.
Es mi hija.
Mierda. ¿Y ahora qué haré con una hija?
Supongo que tendré que doblar la seguridad de la casa. Mis enemigos deben asumir que siento aprecio por mi primogénita, aunque no sea así, y podrán querer atacar lo que ellos imaginan que es mi punto débil.
Sofía suspira y no puedo evitar recordar los gemidos que salían de su garganta más temprano, mostrando una sumisión total hasta que supo quién era.
Debe odiarme.
Pero es lo mejor, así se mantendrá lo más alejada de mí y yo podré hacer lo mismo con ella.
Saco mi celular y llamo a unos de los Club que está al mando de la Camorra.
–¿Señor?
–Envíame una puta a mi casa en veinte minutos. Que tenga el pelo oscuro y rizado –agrego mirando a la chica sobre el sillón. Hoy se me antoja cogerme a una mujer mientras tiro de sus rizos.
–Sí, señor –dice antes que cuelgue la llamada.
*****
La mujer bajo mi cuerpo grita como una perra en celo mientras follo su culo con violencia y desesperación. Aburrido de escuchar sus exagerados gritos, pongo mi cinturón en su boca, callándola, pero comienza a gruñir como un animal acorralado.
Que desesperante es.
Aburrido la cojo del cabello, salgo de ella y la empujo al suelo, manteniéndola de rodillas.
–Haz tu trabajo –exijo sujetando su cabeza.
Por lo menos así mantendré su horrible boca operada ocupada. Sus labios están tan rellenos que no me extrañaría que explotaran en cualquier momento. Sin embargo, sé que hay hombres que le gustan las mujeres así, y es bueno para el negocio. Lo malo es que esta mujer no consigue encenderme.
Cierro los ojos y pienso en los labios entreabiertos de la niñera, en su respiración pausada y en su hermosa piel. Recuerdo nuestro encuentro en la cocina y como meneaba su culo contra mí, tentándome aunque no era necesario, estaba excitado desde que la toqué, desde que la olí, desde que escuché sus gemidos. Y quizá incluso desde que la vi bailar en mi cocina.
Exploto en la boca de la puta, sintiéndome aliviado.
–Tienes cinco minutos para salir de mi casa –le digo antes de salir de la habitación desnudo.
Necesito un poco de aire, el apestoso perfume de la puta me provocó dolor de cabeza. Sin embargo, no puedo dar un paso más en cuanto cierro la puerta a mi espalda.
Sofía está sentada en la pared, al lado de la puerta, con la cabeza hacia atrás. Sus ojos están cerrados y sus manos se encuentran apretando con desesperación sus muslos.
–¿Sofía?
Sus ojos se abren y puedo ver un brillo febril y necesitado en ellos. Me vuelvo a excitar tan solo con ver su mirada hambrienta y sus mejillas sonrojadas.
–Maldita sea, Sofía –gruño frustrado.
Esta mujer es mi maldita perdición.