Mauro Farina es el Capo de la mafia Siciliana y el dueño de Lusso, la empresa de moda más importante del mundo, y quiere destronar a sus competidores con la nueva campaña que lanzará.
Venecia Messina es heredera de la ´Ndrangueta y el cártel de Sinaloa, y su nueva becaria.
Mauro no ha olvidado el rechazo que sufrió a manos de esa pequeña entrometida hace años, y ahora que está a su merced se vengará de esa ofensa. Lo que él no sabe es que Venecia viene para quedarse y no se dejará amedrentar por él.
¿Quién ganará esta batalla de voluntades?
Te invito a descubrirlo juntas.
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Sangre Guzmán
Venecia
Entro a la hacienda de mis tíos junto a mi primo. Están todos cenando en la terraza. Eva está en su salsa, sonriendo, hablando y tocando a Iván mientras Massimo está hundido en su asiento.
Mi tía es la primera que me ve, y sonríe satisfecha. Creo que mi cara le dice por qué estoy aquí.
–Necesito conversar contigo, Eva –digo y mi hermana palidece cuando me ve–. Ahora –agrego antes de tomar su brazo y tirar de ella hacia la casa. Miro a Iván antes de entrar–. Luego, hablaré contigo.
Massimo se levanta de un salto, dispuesto a detenerme, pero Nico no lo deja seguirnos.
Camino hasta la cocina y la suelto.
–Veny, yo…
Le doy vuelta la cara con una bofetada, que resuena por todos los azulejos de la cocina.
Sus ojos turquesa me miran asustados e impresionados. Creo que nunca esperó que reaccionara así.
–Me hice a un lado porque pensé que lo amabas.
–Lo hago…
–No mientas –siseo–. Sé que lo estás usando para poner celoso a Massimo.
Eva retrocede unos pasos. –Massimo y yo somos primos. ¡Estás loca!
–Al menos ten la maldita decencia de no mentirme en mi puta cara. Pensé que lo querías, Eva. Pensé que serías feliz a su lado… Pero no, lo único que quieres es volver loco a Massimo.
–Massimo es mi primo. Lo que estás sugiriendo es asqueroso.
–Estás como un perra en celo, Eva, provocando a todos a tu alrededor. ¿Es que acaso no te da vergüenza? Iván te quiere. Realmente te quiere, por eso hizo lo que hizo.
–Lo quiero.
–Esta conversación sería mucho más fructífera si no me mintieras, Eva. Tú y Massimo no son primos.
Se cruza de brazos. –Ahí vas, ¿no?
–¿De qué hablas?
–Vas a sacarme en cara que no soy hija de tus padres, que soy hija de unos drogadictos, que no hicieron nada mejor que abandonarme en la puta calle. ¿Es eso?
Me rio porque nada de lo que dice tiene sentido. –No, Eva. Yo nunca haría eso, porque siempre serás mi hermana. Pero creo que la que está buscando excusas de mierda, eres tú.
–¡No son excusas! –explota–. ¿Cómo crees que se siente no estar vinculada genéticamente a nuestros padres ni a ustedes?
–Theo tampoco lo está, y no lo veo sufriendo.
–Theo no se siente como yo. La patito feo de la familia. Mírate, mira a Stefania y a Theo, todos ustedes tienen la piel clara y yo no. Todos saben que no pertenezco ahí –susurra mientras sus ojos se llenan de lágrimas–. Siempre me he sentido apartada, y fea. Tan fea –dice con un hilo de voz–. Luego, llegó Iván y me eligió sobre ti, y por primera vez en mi vida sentí que podía superarte en algo.
–Tienes treinta y dos años, Eva, ¿no crees que estás un poco vieja para estar compitiendo conmigo? ¡Ya no somos unas niñas!
–Y está eso –dice mientras seca las lágrimas con su puño–. Tu superioridad moral. Siempre fuiste la hija perfecta, la que nunca se emborrachó, la que nunca fumó marihuana, la que siempre sacó las mejores calificaciones, y la más madura de las tres. Eres la favorita de nuestros padres.
Me rio. –No lo soy. Mis papás nos quieren a todos por igual.
–Papá no lloró cuando me mudé.
–Te fuiste a unos kilómetros, Eva. Podía verte todos los días si quería –replico–. Todo lo que estás diciendo está en tu cabeza. Mamá y papá te adoran, siempre te lo han demostrado. Y eres una puta belleza. Piel trigueña y unos ojos color turquesa que cualquiera mataría por tenerlos. Con razón Massimo está loco por ti.
–Sí, claro –espeta–. Lo único que sienten por mí es lastima. Lastima de la pobre huérfana.
–¡Deja de hablar basura! –exijo–. Deja de culpar a los demás por como te sientes. ¿Es por eso por lo que estás con Iván? ¿Para sentirte mejor que yo? –pregunto furiosa–. ¡Respóndeme!
–¡Sí! Lo hago. ¿Estás satisfecha?
Niego con mi cabeza. –Pensé que nuestra relación estaba por sobre cualquier hombre.
–No se trata de ti, se trata de mí –replica–. Por fin alguien me eligió a mí.
–¿Y qué hay de Massimo?
–No sé de que estás hablando –devuelve sin mirarme.
–Estás loca por él y por eso estás paseándote con ese pusilánime en su propia casa. Si quieres a Massimo haz algo, o lo perderás –suelto antes de girarme.
–Lo nuestro no puede ser –musita a mi espalda–. Todos se opondrán.
–No lo harán. Si se aman, todos entenderán –digo–. Si encuentras la valentía que te falta y luchas por lo que quieres, cuenta conmigo, pero hasta entonces, no quiero saber nada de ti –agrego antes de volver a la terraza.
–¿Eva? –pregunta Massimo, apenas conteniendo su ansiedad.
–En la cocina –respondo. Mi primo asiente antes de desaparecer–. Y antes de irme solo quiero decirte, gracias –le digo a un asustado Iván–. Gracias por demostrarme lo poca cosa que eres. Ahora soy libre y podré disfrutar al lado de un hombre que si sabe cómo funciona el cuerpo de una mujer. –Lo miro asqueada mientras enrojece de vergüenza. No puedo creer que duré tantos años al lado de un hombre que no me satisfacía–. Ah, y no creo que lo tuyo con mi hermana dure demasiado –agrego–. A Eva le gusta llegar al orgasmo casi tanto como a cualquier mujer, y tú, amigo, no tienes esa habilidad. Sigan con su cena –les pido a mis tíos antes de alejarme.
Camino en dirección a la salida, seguida por Nico.
–Pequitas, eso estuvo sensacional.
–Que mis padres no sepan una palabra de esto –le pido.
–Hablaré con mi familia –dice con una sonrisa–. Estoy tan orgulloso de ti. Has hecho muy feliz a nuestra nona, estoy seguro de que está aplaudiéndote desde el cielo –agrega antes de abrazarme.
–No solo a María –dice mi tía.
Nico me suelta y mi tía me abraza.
–Siento si fui grosera. Sé que no es mi casa.
–Esta es tu casa, cariño –dice antes de ordenar mi cabello–. Y claro que no fuiste grosera. Era lo que ese par se merecía. Espera a que Inés sepa esto.
–Por favor, no –le pido–. Tengo que volver a Milán y no quiero darles a mis padres otra preocupación. Suficiente tienen con las malas decisiones de Eva.
Mi tía asiente. –Lo entiendo. Estoy muy orgullosa de ti, cariño. La sangre Guzmán corre en tus venas. Tienes el carácter de mi madre.
Sonrío. Yo no conocí a mi abuela materna, pero mamá y mi tía siempre me hablaron de ella.
Miro a Nico y asiento a su pregunta sin vocalizar.
Estoy lista para volver a casa.
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