El amor es el único sentimiento capaz de traspasar cualquier barrera o prejuicio impuesto por la sociedad, ya sea por diferencia de edad, religión, estatus o clase social, aunque a decir verdad muy pocos son los valientes que deciden dar ese paso de fe y confesarse ante esa persona que considera un imposible.
En esta historia el protagonista descubrirá que su amor no es tan inalcanzable como creía, ya que Lucia lo admira en secreto, porque sabe que a pesar de que Danilo es un soltero empedernido, un conquistador nato que le rehúsa al compromiso con ella es diferente.
NovelToon tiene autorización de Lola Lu para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo N°24
Danilo besó por última vez los labios de su pequeña ya no había calor en esa boca, no había pasión o una respuesta del otro lado, sin embargo atesoraría el recuerdo de ese beso gélido para siempre en su corazón junto con los demás. Con tristeza pensó que no tuvieron tiempo para besarse lo suficiente sin embargo la calidad de cada uno de los besos que se dieron y la forma tan tímida y especial con que Lucia respondía a su pasión era lo más hermoso que vivió en toda su vida. Con suavidad se apartó de su bella amada, se sentó en la orilla de la cama y sin dejar de observar su rostro se quitó una sortija que llevaba colgada sobre su cuello. Durante varios años había esperado el momento exacto para dárselo a su princesa, pero jamás imaginó que sería de esa forma. Con nostalgia deslizó el anillo por la cadena de plata y una vez que lo tuvo en su mano con suavidad se lo colocó en el dedo anular y murmuró
—Siempre serás mi esposa, siempre serás la dueña de mi corazón, la única mujer realmente importante en mi vida, la única persona a la que amé con locura y seguiré amando hasta la eternidad—besó el diamante rozando la fría piel de la falange—. Te amo tanto mi pequeña que me cuesta respirar si no estás a mi lado, pero voy a ser fuerte y juro por Dios que tu muerte no quedará impune—llevó la mano de Lucia hasta su pecho, donde su corazón agitado palpitaba desconsolado y le pidió un último favor—. Solo te pido que me esperes y le hables a tus padres muy bien de mí porque muy pronto nos volveremos a encontrar y entonces jamás te dejaré ir, eres mi mundo, mi sol, mi aire, mi todo y sin ti nada tiene sentido—confesó besando una vez más sus fríos labios y al separarse cerró los ojos de su pequeña que lo miraban sin expresión —. Descansa amor, que yo velaré por tus sueños hasta que nos volvamos a encontrar.
Danilo salió del hospital ignorando el llamado de Dimitrio, estaba enceguecido por el odio, la rabia y el dolor pero sabía que había un solo lugar en donde descargar su ira y a una persona a quien culpar. Con lágrimas en los ojos y el corazón hecho trizas condujo a través de las calles de la ciudad hasta llegar a un depósito abandonado que era custodiado por varios de sus hombres, que al verlo llegar como una fiera no dijeron absolutamente nada y simplemente le abrieron la puerta y lo dejaron ingresar.
El mafioso se acercó enfurecido hasta el centro del galpón, donde Roberto se encontraba sentado en una silla de madera atado de pies y manos. Su torso estaba desnudo y se podían observar algunos moretones y quemaduras de cigarrillos en su cuerpo producto de las atenciones que le suministro Dimitrio en las últimas horas. La mano donde había recibido el disparo se encontraba vendada, y eso lo enfureció aún más, ese maldito no merecía ser atendido por un doctor. Sin dudarlo camino de prisa, se paró enfrente de su supuesto hombre de confianza y le gritó
—¡Escoria humana, lucía está muerta y todo por tu culpa!—antes de patear su rostro con agilidad haciendo que la sangre brotara de los labios de Roberto.
—¡¿Qué?!—la pregunta salió como un susurro mientras que lo miraba anonadado.
—Lo que oyes, ella falleció y todo porque te equivocaste de serpiente y tu error no quedará impune. Una persona inocente murió por tu estupidez—explicó mientras se quitaba el abrigo y se quedaba en remera.
—Ella murió por tu culpa, no por la mía—respondió desafiante escupiendo sangre mientras sus ojos se cristalizaron.
—¡Mentira, yo no hice nada y tu trabajo era protegerla!
—Me tienes aquí encerrado cuando en realidad tendría que estar con Lucia en una cabaña muy lejos de todos ustedes, entonces le hubiera dado el antídoto correcto y convertido en mi mujer pero ahora ya es tarde, nada tiene sentido por tus malditos celos, aunque lo niegues tú la mataste, no yo.
—¿Tú lo planeaste? Lo hiciste a propósito eres un maldito bastardo—lo miró asqueado.
—Claro que lo planeé, aprendí mucho de animales estando a su lado por eso sabía que tenía las horas contadas antes de que su cuerpo comenzará a necesitar el antídoto indicado, sin embargo el efecto del antídoto incorrecto era somnífero y eso era una ventaja a mi favor. Ella debía dormir un par de horas y luego la hubiese llevado a un lugar seguro, donde le suministraría la droga correcta y le confesaría mi amor, pero por la intromisión de todos ustedes mi amada Lucia murió sola y sin saber cuánto la amaba.
—¡Idiota, maldito egoísta, eso no era amor!¡ Si realmente la hubieras amado hubieras dicho la verdad desde un principio pensando en su bienestar para que los doctores le salven la vida —golpeó su rostro con fuerza.
—Si ella no era mía tampoco sería de nadie, me cansé de oír como te admiraba en secreto, lo valiente y audaz que eras antes sus ojos, cuando solo eres un patético, estúpido que no la supo valorar a tiempo.
Danilo estaba fuera de control, no necesitaba escuchar ni una sola palabra más de ese insensato, así que mirándolo a los ojos le advirtió
—Mi pequeña sufrió un infierno durante cuatro días por tu estupidez así que prepárate porque tu infierno recién comienza—se acercó, lo agarró del cuello y apretando con fuerza su tráquea continuó hablando—. Me suplicaras por tu muerte, no querrás vivir ni un segundo más en este mundo y con cada ruego, cada súplica que escuche de tu puta boca solo alimentan mis ganas de hacerte pagar cada segundo de dolor que vivió mi pequeña a tu lado— hasta que sintió como a ese gusano costaba respirar entonces lo soltó, no iba a matarlo tan fácilmente.
Danilo lo levantó con firmeza de uno de sus brazos y lo arrojó al piso con silla y todo, tomó un bate de béisbol y comenzó a golpear el mueble donde estaba sentado hasta que lo deshizo por completo. Algunos pedazos de madera saltaban sin control por todo el hangar mientras que las astillas se encajaban en la piel de Roberto causándole mucho dolor.
Una vez que estuvo casi inconsciente con varias costillas rotas y con suficientes heridas sobre su cuerpo, Danilo ordenó.
—Preparen un baño de agua helada, vinagre y sal para nuestro huésped especial, quiero que esté un día entero sumergido completamente para que sus heridas cicatricen. Estén atentos y no permitan que este gusano se muera o intente suicidarse bajo el agua. Lo llevaremos a Italia y debe estar presentable para la ocasión —dijo arrojando el bate y mirando a su nuevo juguete con asco.
—Sí señor.
Danilo salió del hangar, haber golpeado a Roberto hasta el cansancio no le devolvía a su pequeña sin embargo sentía como la frustración lentamente desaparecía de su cuerpo como una leve recompensa. Mirando el cielo observó las estrellas hasta encontrar una que llamó su atención.
—Amor, te prometo que ese malnacido pagará caro su osadía, no habrá un solo día que no lamente haber salvado tu vida—-dijo cerrando los ojos y dejándose envolver por la oscuridad de su mente.