Un repentino divorcio deja a Genoveva con el corazón destrozado y con la responsabilidad de la crianza de sus ocho hijos, que tienen entre 2 y 9 años de edad.
La vida la pondrá de rodillas, pero ella hará hasta lo imposible, para sacar a sus hijos adelante. Aunque no se sienta del todo orgullosa de sus acciones.
¿Podrá seguir adelante con su vida? ¿Volverá a creer en el amor?
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CAPÍTULO 10
Entonces una camioneta tipo van, salió de la casa. Genoveva iba en el puesto del chofer y la niñera iba atrás con todos los pequeños. Todos estaban emocionados. Un día lleno de risas, travesuras y diversión los esperaba.
Por otra parte, Santiago llegó al Penthouse donde vivía con Camila y abrió la puerta esperando un sinfín de gritos,pero para su sorpresa la mujer se encontraba muy tranquila desayunando con dos mujeres.
Santiago frunció el ceño. Camila sabia muy bien que él odiaba que la gente extraña invadiera su espacio, pero para no echarle más leña al fuego caminó hasta ellas y pronunció los “Buenos días”, se acercó a Camila le dio un beso en la frente y pidió permiso para retirarse.
__ Amor, amor, ellas son las organizadoras de nuestra boda _ dijo Camila muy emocionada y una puntada se sintió golpeando el corazón de Santiago. Él había sido claro con ella y no toleraba que ella lo presionara.
—¿No te parece muy pronto? Acordamos casarnos dentro de un año. Creo que deberías aprovechar para organizar un baby shower para el bebé, creo que según nuestros planes, es lo que corresponde.
La mirada de Santiago era fría y un aura maligna lo rodeó en ese momento.
Las organizadoras tomaron sus pertenencias y se despidieron cordialmente, antes de salir despavoridas por la puerta.
Camila conocía muy bien a Santiago y sabía que aún seguía sintiendo algo por la maldita ex. Tenía ganas de golpearlo de insultarlo, pero no se arriesgaría a que él la dejara embarazada. Estaba consciente de que él se sentía arrepentido de su divorcio. Tenía que soportarlo cada noche, con sus malditas pesadillas, susurrando el maldito nombre de su ex, pidiéndole perdón y suplicándole que no lo dejara.
Cada noche Camila lloraba arrepentida de haber regresado, ahora estaba atada con esta mocosa y propensa a que Santiago la dejara en cualquier momento y lo peor aún es que se había vuelto a enamorar del idiota y sobre todo de su manera de amar. Ella podía definirlo como el Dios de la Lujuria, ella había estado con muchísimos hombres en estos diez años, pero ninguno logró superarlo jamás. Por eso se negaba a perderlo. Pero debía tomar medidas extremas si quería retenerlo a su lado.
Ella debía casarse antes de que naciera la bastarda, porque ella sabía que Santiago, permanecía a su lado, solo por el bienestar de su embarazo, pero cuando la niña nazca y ya este fuera de peligro. Camila no dudaría de que él le pelee la custodia y se la quite, sacándola a ella de su vida para siempre.
Ella reconoce que, en un principio, él se mostró renuente a estar con ella, incluso siempre en momentos de charlas entre “amigos con derechos”, le confesaba que amaba a su estúpida esposa y de lo maravillosa que era. Por eso ella se llenó de celos y odio hacia esa insignificante mujer, que ante sus ojos, no era más que una huérfana. Un mal intento de modelo de pasarela de quinta, que no sirvió más que para traer mocosos a este mundo.
El odio de Camila hacia Genoveva era descomunal y la haría pagar cada lágrima que ha derramado por el desamor de Santiago, porque él jamás le ha dicho que la ama y solo la ignora cuando ella se lo dice. Mientras que lo susurra cuando nombra a su ex de noche.
Al parecer había subestimado a la huérfana, pero ¿Cómo se imaginaría que le sería tan difícil, vencer a una mujer que tiene diez años de ama de casa, limpiando mocos y lavando trastes?
Camila era una abogada reconocida, era una mujer independiente y capaz, vestía a la moda, se había comprado el cuerpo perfecto, tenía su propio bufete y una pequeña fortuna y no podía creer ser derrotada por esa huérfana insignificante, por eso se las arreglaría para hacer su vida desdichada, tanto como lo era ella.
—Camila, Camila —la llamó Santiago, acercándose hasta ella y golpeándola levemente por el hombro para hacerla reaccionar
—Ah ¿Qué pasa? —preguntó ella, sobresaltada
—Estabas ida. ¿Qué estabas pensando?
—Nada amor. Quiero pedirte unas disculpas por haberme adelantado es que las ganas de que mi princesa nazca, siendo una legítima Santibáñez me activa la ansiedad. Amor no quiero que sea vista como una bastarda
—No empieces Camila, eres una abogada, sabes que ella llevará mi apellido y tendrá los mismos derechos que mis otros pequeños, sin incluir a Máximo que será mi sucesor y por ende tendrá más poder que los demás.
Camila quería seguir discutiendo, pero el sonido del teléfono de Santiago la interrumpió y él para librarse de ella respondió. Del otro lado él escuchaba a su secretaria. La mujer estaba tan alterada que no entendía nada.
📱—Maldita sea, cálmate y habla más de espacio. No te entiendo nada ¿Quién está molesto?
📱—Los inversionistas, señor. Ellos dicen que si usted dejó a sus hijos y a su esposa, por una calentura no es confiable, para manejar su dinero.
📱__¿Cómo demonios se enteraron, de mi divorcio?. Fui bien claro contigo, respecto a eso.
📱__Señor, ¿usted no sabe que el anuncio de su boda salió en la televisión esta mañana?. Acompañado por un video de usted cenando con la señora Camila.
📱—¿DE QUÉ DEMONIOS ESTAS HABLANDO? —grito Santiago ofuscado