Ansel y Emmett han sido amigos desde la infancia, compartiendo risas, aventuras y secretos. Sin embargo, lo que comenzó como una amistad inquebrantable se convierte en un laberinto emocional cuando Ansel comienza a ver a Emmett de una manera diferente. Atrapado entre el deseo de proteger su amistad y los nuevos sentimientos que lo consumen, Ansel lucha por mantener las apariencias mientras su corazón lo traiciona a cada paso.
Por su parte, Emmett sigue siendo el mismo chico encantador y despreocupado, ajeno a la tormenta emocional que se agita en Ansel. Pero a medida que los dos se adentran en una nueva etapa de sus vidas, con la universidad en el horizonte, las barreras que Ansel ha construido comienzan a desmoronarse. Enfrentados a decisiones que podrían cambiarlo todo, ambos deberán confrontar lo que realmente significan el uno para el otro.
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📌Novela Gay.
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Capítulo 15. Reflexión y nuevo aliado.
Ansel caminaba despacio por los jardines de la universidad. Aunque solo era su segundo día allí, no tenía ningún deseo de entrar a clase. El eco de lo que había ocurrido entre él y Emmett en ese pequeño rincón aún resonaba en su mente. Cada paso le pesaba, como si el recuerdo de ese momento lo mantuviera atrapado.
Pasaron varios minutos antes de que pudiera reunir el valor para alejarse de ese lugar, pero el malestar persistía. Sin pensar demasiado, corrió hacia los baños más cercanos, cerró la puerta tras él y se miró en el espejo. Su reflejo le devolvió una imagen que no esperaba: su cuello estaba marcado por varias huellas de Emmett, rastros de lo que había sucedido. Instintivamente, llevó una mano a su garganta, acariciando esas marcas que solo podrían ocultarse con una bufanda gruesa.
Se apartó del espejo y salió de los baños, buscando desesperadamente un espacio apartado donde pudiera estar solo. Bajo un frondoso árbol, lejos de las miradas curiosas, Ansel se dejó caer pesadamente sobre el pasto. Se recargó en el tronco con un suspiro que parecía arrancado desde lo más profundo de su ser. El alivio que había sentido inicialmente, esa efímera felicidad que las palabras de Emmett le habían causado, desapareció rápidamente. En su lugar, un sentimiento de tristeza comenzó a apoderarse de su pecho, expandiéndose como una sombra que no podía evitar.
Al principio, había creído que el momento entre ambos significaba algo más, algo profundo. Pero a medida que el calor del momento se desvanecía, la realidad golpeaba con fuerza: para Emmett, no era más que un objeto, un accesorio, algo a su disposición cuando lo necesitara. Cada palabra que había pronunciado, cada gesto y, sobre todo, cada marca en su piel eran un recordatorio doloroso de que Emmett no lo veía como él lo veía. Para su amigo, Ansel era solo un juguete pasajero, algo que podía utilizar hasta que llegara alguien más, alguien como Sheira, y entonces él sería relegado de nuevo a la posición de "mejor amigo."
Abrazó sus piernas, apretando las rodillas contra su pecho en un intento inútil de protegerse de la tormenta interna que lo asolaba. Nunca imaginó que su amor por Emmett lo dejaría tan vulnerable, tan expuesto a su propio sufrimiento. Odiaba lo permisivo que era con él, lo fácil que se rendía ante sus encantos. Pero era una dinámica que se había establecido desde la infancia, y a estas alturas, parecía imposible romperla.
Recordó aquellos primeros años juntos, cuando Emmett era más pequeño, frágil y tímido. Apenas podía hablar con otros sin tartamudear de los nervios. Ansel había asumido el papel de protector, defendiéndolo de las burlas de los demás, de los insultos por su estatura y su miedo a hablar. Incluso cuando ambos tenían solo seis años, Ansel había sido golpeado por tres niños que se burlaban de Emmett. El recuerdo de aquel día seguía fresco en su memoria. Después de la pelea, con el rostro magullado y el cuerpo adolorido, había visto la preocupación en los ojos de su amigo. Emmett, con su habitual nerviosismo, había levantado una mano temblorosa, la había colocado sobre su pecho y le había hecho una promesa que aún resonaba en su corazón.
"Te prometo que, en el futuro, no tendrás que protegerme. Me haré más alto, más fuerte, y seré yo quien cuide de ti hasta que seamos viejos y canosos."
Esas palabras, pronunciadas con tanta determinación, los unieron más que nunca. Y, como lo había prometido, Emmett se esforzó en superar sus miedos, enfrentándose a quienes se burlaban de él, aunque su voz aún temblaba al principio. Con el tiempo, esas burlas quedaron atrás, y ambos dejaron de mencionarlas. Lo que alguna vez fue una amistad infantil se había convertido en algo más profundo y complejo. Al menos, para Ansel.
Quizá el problema era que se había acostumbrado demasiado a la compañía de Emmett. Quizá había sido la forma en que Emmett lo protegió después de aquella promesa, lo que hizo que esos sentimientos inocentes crecieran en algo más intenso, algo que ahora dolía. Sin darse cuenta, su amor por Emmett había dejado de ser una simple amistad y se había transformado en un deseo incontrolable.
Pero había una parte de él que odiaba lo fácil que era caer en esa trampa. No sabía en qué momento esos sentimientos habían cambiado, cuándo había dejado de verlo solo como su mejor amigo y había comenzado a desearlo de otra manera. Pero lo peor era que, con cada día que pasaba, sus celos y su apego se hacían más fuertes. Y con ellos, el temor creciente de ser rechazado, de ser visto como algo insignificante, lo consumía.
Para Emmett, todo parecía tan simple. Los besos, las caricias, esa cercanía íntima que compartían, eran naturales. Nunca podía descifrar qué pasaba por su mente cuando lo tocaba de esa manera, tan tierna y a la vez tan fría. Era como si Emmett lo llevara al cielo, solo para dejarlo caer en el infierno segundos después. En un momento lo hacía sentir deseado, amado, como si realmente hubiera algo más entre ellos. Y al siguiente, lo hacía sentir como un simple pasatiempo, una distracción de la que pronto se aburriría.
Ansel no sabía cuánto más podría soportar esa montaña rusa emocional. Cada vez que Emmett lo miraba de esa manera, su corazón latía más rápido, pero también lo hacía el miedo. Miedo de que todo fuera temporal, de que, en cualquier momento, Emmett lo dejara atrás. Y mientras se sentaba bajo ese árbol, abrazándose a sí mismo, se dio cuenta de que su amor no solo lo estaba haciendo sufrir, sino que lo estaba destrozando lentamente. Las heridas que Emmett le causaba no eran visibles, pero se estaban acumulando, y Ansel no estaba seguro de cuánto tiempo más podría soportar antes de romperse por completo.
—Eres un estúpido, Ansel —se recriminó en un susurro.
—Sí que lo eres —una voz conocida lo hizo levantar el rostro. Al mirar hacia un costado, se encontró con Alex, quien lo observaba fijamente.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —Ansel limpió su rostro con el dorso de su mano, secando las pocas lágrimas que aún no había podido contener.
—Lo suficiente como para ver lo desgraciado y estúpido que eres —respondió Alex. Ansel frunció el ceño, claramente molesto por la precisa descripción que su amigo había hecho de él. Alex le sonrió con burla antes de sentarse a su lado, sacando un cigarrillo. Le ofreció uno a Ansel, pero este lo rechazó al instante.
—¿Desde cuándo fumas?
—Desde, ¿qué te importa, Ansel? —respondió Alex con desdén. Ansel rodó los ojos. El carácter de Alex era pésimo, incluso a veces se preguntaba cómo habían llegado a ser amigos. Alex dio un par de caladas al cigarrillo antes de recostarse contra el tronco del árbol—. Así que Emmett te rechazó, ¿eh?
—Ni siquiera sabe que me gusta —contestó Ansel, sorprendido—. Espera, ¿tú cómo lo sabes? ¡Ah, ya sé! Ese chismoso de Ronan te lo contó, ¿verdad? Sabía que no iba a guardar mi secreto. —Ansel se cruzó de brazos, irritado con su amigo.
—No soy idiota, Ansel. Se nota a kilómetros. Lo descubrí hace tiempo, no eres tan discreto como crees. —Ansel llevó sus manos a su rostro, completamente avergonzado.
—¿De verdad soy tan obvio? —preguntó, su voz cargada de duda. Alex asintió sin dudarlo.
—Y por eso no entiendo cómo es que el imbécil de Emmett no se ha dado cuenta. —Alex le dio una última calada al cigarrillo antes de apagarlo en una raíz que sobresalía de la tierra—. Pero, pensándolo bien, claro que sé por qué no lo ha notado.
—¿Por qué? Si tú y Ronan lo saben, ¿por qué a él parece no importarle en absoluto?
—Ya te lo dije, porque es un imbécil —respondió Alex con la misma franqueza—. Y no nos compares con él. —Alex giró el rostro y lo miró con seriedad—. ¿Por qué no se lo dices directamente? Él no lo va a entender hasta que no lo enfrentes. Emmett podrá ser atractivo y bueno en los deportes, pero es un verdadero idiota cuando se trata de romance.
—Oye, ¿puedes dejar de insultar a la persona que me gusta? —Ansel lo miró con exasperación.
—Sabes que tengo razón —replicó Alex, encogiéndose de hombros.
—Eso no significa que me guste oírlo. —Ansel se cruzó de brazos, molesto. Pero Alex, fiel a su carácter, no se inmutó en lo más mínimo.
—Ansel, yo insulto a todos, ya deberías estar acostumbrado. —Ansel asintió, resignado por la verdad de esas palabras—. En fin, ¿piensas seguir pudriéndote en tu desamor o vas a hacer algo al respecto?
—Tengo un plan, pero no sé si funcionará —respondió Ansel, guardando silencio por un momento mientras debatía internamente si era correcto contarle los detalles. Finalmente, dado que Alex ya sabía sobre sus sentimientos, continuó—: Quiero probar si Emmett está, aunque sea un poco, interesado en mí. Así que quiero ver cómo reacciona si alguien más intenta ligar conmigo.
—¿Ese es tu gran plan? —Alex levantó una ceja, incrédulo.
—Cállate, es lo mejor que pudimos pensar —dijo Ansel, visiblemente irritado—. Evan, un chico que conocí hace unas semanas, me va a ayudar con eso.
Alex asintió, aparentemente considerando la idea—. Está bien, yo también te ayudaré.
—¿En serio? —A Ansel se le iluminaron los ojos con esperanza.
—Por supuesto, no me perdería la oportunidad de molestar al idiota de Emmett.
Ansel rodó los ojos—. La culpa es mía por pensar que lo hacías de buen corazón.
Alex soltó una carcajada, divirtiéndose con las palabras de su amigo.