Alana, una joven de 21 años, lleva tres años comprometida con Nick, el hombre que siempre creyó sería su único amor. Criada en una familia rica y protegida, su vida parece perfecta: un futuro asegurado junto al hombre de sus sueños, un matrimonio en tres meses y una graduación que la llena de orgullo. Pero todo se desmorona cuando decide celebrar en Eclipse, un bar recién abierto en la ciudad. Lo que parecía una noche común, pronto se convierte en una pesadilla al descubrir que Nick tiene un oscuro secreto, uno que podría destruir todo lo que ella creía saber.
Mientras Nick juega un doble juego, Alana empieza a cuestionarse todo. ¿Será su amor verdadero o solo una fachada? Y en medio de su dolor, un misterioso empresario, Dante, aparece en su vida, dejando una marca profunda en su corazón.
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Capítulo 14: Dignidad y Poder
La gala benéfica de ese día reunía a lo más selecto de la élite empresarial y social. El salón principal resplandecía con candelabros de cristal, columnas doradas y música clásica en vivo. Las mujeres vestían trajes de diseñador, joyas deslumbrantes y peinados perfectamente elaborados; los hombres portaban trajes de corte impecable y relojes de lujo. Entre ellos se encontraba Leonardo Forbes, padre de Alana, vestido con un esmoquin azul marino de satén, y con una expresión serena que contrastaba con la intensidad de su presencia. Cerca de él, Isabel Salvatore, madre de Dante, lucía un vestido largo de color vino con detalles en encaje y espalda descubierta. Su elegancia atrajo muchas miradas, pero ninguna como la de Leonardo, quien se acercó y, con una sonrisa cortés, la invitó a bailar.
—Hace tiempo que no bailaba dijo Isabel, aceptando su mano.
—Entonces tenemos que recuperar el tiempo perdido. respondió Leonardo con una leve sonrisa.
Ambos se convirtieron en el centro de atención mientras se movían con naturalidad sobre la pista. En las orillas, algunas personas murmuraban al verlos juntos, diciendo que harían linda pareja, pues sus familias eran conocidas, pero nunca se les había visto en una interacción tan cercana.
En otra parte del salón se encontraba la familia de Matías y también la familia de Sofía. Tuvieron breve plática y justo la madre de Matia le decía que sería genial que su hija conociera a su hijo. Sin embargo, ellos dos no asistieron a la gala. Sin saberlo, coincidieron en organizar una cena aparte esa misma noche. En un restaurante apartado y acogedor, Matías y Sofía compartían una velada distinta, sencilla, pero llena de sonrisas.
—¿Sabes? Me alegra haber cancelado mi compromiso esta noche. dijo Sofía, mientras dejaba su copa sobre la mesa.
—Yo también. Aunque... si te soy sincero, esta cena me ponía nervioso. No sabía si aceptarías salir conmigo.
—¿Por qué no lo haría? Me caes bien, Matías. Desde esa noche sentí curiosidad sobre ti, además Eres divertido... y distinto.
Matías sonrió, como si esas palabras tuvieran más valor que cualquier otra cosa.
—No soy tan distinto. Solo trato de ser sincero. Y tú... tú eres más que lo que se ve.
—¿Cómo así? —preguntó ella, riendo.
—Te imaginaba como alguien difícil de impresionar, pero en realidad eres alguien que valora las cosas simples. Dijo Matías
Sofía lo miró con una calidez nueva en sus ojos. La conexión entre ellos comenzaba a encenderse.
Mientras tanto, en la sede central del Grupo Salvatore, la tensión aún palpitaba tras lo ocurrido. Luego de que la presentación de Alana fuera saboteada con una fotografía íntima de ella junto a un desconocido que se encontraba de espalda, que no era otro que Dante mismo, la noche en el bar, todo el ambiente en la sala de juntas había quedado helado. Sin embargo, Dante intervino con firmeza, ordenando retirar las imágenes y sacando a Alana de ahí.
Desde el punto de vista de Alana:
Estaba aturdida, como si el mundo hubiese cambiado de forma en segundos. Cuando Dante tomó mi mano y me guió fuera de la sala, note la fuerza contenida en sus dedos, la forma en que esquivaba las miradas de todos. Cruzamos pasillos, escaleras y finalmente llegamos a un rincón apartado, lejos del bullicio y los cuchicheos.
—¿Estás bien?-preguntó él, con un tono suave, inusualmente protector.
—No lo sé... Estoy confundida —susurró ella, alzando los ojos.
Fue entonces cuando lo reconoció verdaderamente. La misma mirada, el mismo rostro... El dueño del bar. Su primera vez.
—Eres tú... tú eres el del bar —dijo con voz apenas audible.
—Sí —respondió él, sin apartar la mirada. Te he estado buscando desde entonces, Alana. Quedaron muchas cosas pendientes entre nosotros.
Ella se sonrojó, nerviosa, sus pensamientos girando sin control.
—Gracias por... por ayudarme. No sabía qué hacer.
Dante sonrió levemente.
—No soy solo el dueño del bar. Soy también el dueño de este edificio y de todas las empresas de los Salvatore. El imperio es mío.
Alana parpadeó.
—¿Cómo no lo imaginé? Cuando Sofía me dijo que la principal atracción del bar era el dueño, Dante Salvatore... ¿cómo no relacioné los apellidos?
Él rió con sinceridad.
—No sabía que era una atracción para el público, bromeó.
Ella sonrió, sintiendo por primera vez en días una pequeña chispa de alivio. Pero entonces Valeria apareció, rompiendo el momento.
—¡Vaya, amiga! Veo que ya conociste a mi hermano.
Alana miró a Valeria, luego a Dante.
—Sobre eso... no sé ni qué decir.
—Después se ponen al día —dijo Dante, cortando con firmeza. Ahora, concéntrate en tu presentación. Puedes hacerlo. No dejes que estos mediocres te humillen.
Alana asintió, inspirada.
—Lo haré.
Volvió a entrar al salón, lista para enfrentarlo todo. Pero la tensión aún no había terminado.
Nick observaba todo desde una esquina, los celos ardiendo en su pecho. Murmuró entre dientes:
—¿Por qué ese maldito Salvatore la protege...? Esa zorra se acuesta con cualquiera. Está con desconocidos... Y más encima perdió lo que más me interesaba de ella su virtud.¿Qué le ve?
Intentó interrumpir, pero Dante lo interceptó antes de que pudiera acercarse.
—Ni lo intentes, Altamirano.
—¿Y tú qué? ¿También caíste con ella? Ya no es pura, seguro te divierte, pero no es algo con lo que te quedarías. Yo no estaría con algo ya usado.
El golpe llegó sin advertencia. Dante le dio un puñetazo que hizo caer a Nick al suelo, justo en medio de la sala.
—¡Sáquenlo de aquí! —ordenó Dante a sus hombres.
Nick gritaba:
—¡Soy un Altamirano! ¡No puedes humillarme así!
Pero ya nadie lo escuchaba. Dante regresó su atención a Alana, quien estaba lista para retomar la presentación. Las luces se enfocaron en ella. Camila, al fondo, observaba la escena con los labios apretados y los ojos llenos de rabia. El heredero de los Salvatore... estaba del lado de Alana.
Y eso cambiaba absolutamente todo.
Hasta ahora he actualizado y ordenado todo hasta el capítulo 3, por lo que es posible que noten ciertas inconsistencias a partir de ahí. Les pido un poco de paciencia mientras termino de ajustar todo. De corazón, gracias por seguir aquí y por su comprensión. ¡Muy pronto seguirán conociendo más de esta historia que tanto me emociona compartir con ustedes!
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