La Reencarnada Y Los Pegasos

Aldren parecía haber perdido toda paciencia. La rabia casi le hacía temblar el bastón.

Aldren: Un pecador como usted, duque Page, jamás entenderá la pureza del templo. Usted es un mujeriego, alguien que solo busca corromper a una buena persona como Lady Arya.

La palabra cayó como un dardo envenenado.

[¿Mujeriego?]

Arya sintió que el corazón le daba un vuelco terrible.

Sin quererlo… sin pensarlo… dio un paso atrás.

Como si el significado de esa palabra fuera un abismo que no quería acercarse a mirar.

Kiran lo notó de inmediato.

Sus ojos se endurecieron, no por Aldren… sino por la herida repentina en el rostro de Arya.

Duque Kiran Page: No eres tú quien decide quién soy… ni mucho menos quién merece estar a su lado.

Pero Aldren no se detuvo.

Aldren: ¿Y usted sí? ¡No! Usted no tiene ningún derecho. Lady Arya no es como esas mujeres que usted seduce para luego olvidar. ¡Ella no puede mancharse con personas como usted!

Arya apretó sus manos contra la falda. Sus labios temblaron.

Aldren: Lady Arya… no olvide dónde está su hogar. Quién estuvo con usted cuando no tenía a nadie. Nosotros la encontramos… con apenas tres años… durmiendo bajo las alas de Silverwind.

Arya abrió los ojos con sorpresa. Ese detalle… nunca se lo habían contado así.

Aldren: Nosotros la criamos. Nosotros la protegimos. Nosotros la cuidamos cuando era débil, pequeña y sola. Usted se lo debe todo al templo. A nosotros.

Arya sintió un nudo en la garganta.

Silverwind se acercó, inquieto, empujando su brazo como queriendo defenderla…

pero Arya ya estaba perdida en su confusión.

[Mujeriego. Pecador. Corromper.. de verdad no conozco realmente al duque…]

El duque dio un paso hacia ella, preocupado.

Duque Kiran Page: Arya..

Aldren levantó la mano para detenerlo, como si fuera él quien tenía autoridad sobre todos.

Aldren: Usted no tiene derecho a hablarle.. No mientras ella esté bajo nuestra protección.

Arya tragó saliva.

No era capaz de levantar la mirada hacia Kiran.

No quería ver si lo que Aldren decía tenía algo de verdad.

No quería ver si él se reiría, se enojaría, o… si le dolería.

Su corazón estaba demasiado confundido para enfrentarlo.

Con pasos lentos… como si estuviera en un sueño pesado…

Arya inclinó ligeramente la cabeza y caminó hacia la entrada del templo.

No dijo una palabra.

No respondió a Aldren.

No miró a Kiran.

Simplemente… se alejó.

Kiran dio un paso para alcanzarla, pero Silverwind.. extrañamente.. se interpuso con un suave aleteo.

No lo rechazó. No lo atacó.

Solo le bloqueó el paso, como diciendo: “Dale tiempo.”

Aldren se giró hacia el duque, victorioso, respirando fuerte.

Kiran lo ignoró completamente.. Sus ojos solo seguían la silueta de Arya entrando al templo, con la cabeza baja y el corazón hecho un lío.

Cuando ella desapareció detrás de las puertas,

Kiran cerró los puños, clavando las uñas en las palmas.

Duque Kiran Page: Aldren…

El mago lo miró con superioridad.

Aldren: Ella pertenece al templo. Usted… no puede tocarla.

Duque Kiran Page: Veremos… quién decide eso.

Arya llegó a su habitación con el pecho oprimido y la mirada perdida.

Cerró la puerta lentamente y apoyó la espalda en ella, intentando respirar.

Pero cuanto más pensaba, más dolía.

El duque diciendo que no la dejaría besar a nadie más…

El beso… tan intenso, tan real…

Aldren llamándolo mujeriego, pecador, corruptor…

El templo recordándole que “le debe todo”…

Era demasiado.

Todo al mismo tiempo.

Demasiado para un corazón que nunca antes había amado, ni sentido tantas cosas nuevas tan rápido.

Arya caminó hacia el balcón para tomar aire fresco, deseando que el viento se llevara sus pensamientos.

Pero al abrir las cortinas…

Ahí estaba Silverwind.

No en el santuario.

No en los establos.

En su balcón.

como si supiera que ella estaba sufriendo… y quisiera sacarla de ese dolor.

Arya: Silverwind… ¿cómo llegaste hasta aquí?

El pegaso bajó la cabeza, acercando su hocico a su pecho con una ternura inesperada.

Y Arya, que había pasado toda la mañana evitando llorar, sintió cómo la primera lágrima le caía sin pedir permiso.

Arya: Yo… no sé qué hacer…

Silverwind la observó fijamente.

Sus alas se desplegaron, brillando con pequeñas chispas de luz.

Antes de que Arya pudiera reaccionar, Silverwind la tomó suavemente con el hocico y la empujó hacia su lomo… guiándola, invitándola, casi ordenándole.

Arya: ¿Quieres que… vaya contigo?

El pegaso inclinó la cabeza, firme.

Sin entender del todo, sin pensarlo demasiado, Arya se dejó llevar.

Se subió con movimientos torpes y se aferró a su crin blanca.

Silverwind dio un salto.. Y juntos se elevaron al cielo.

El viento helado golpeó su rostro, despejando un poco su mente.

Las nubes pasaban bajo sus pies.

El sol de la tarde pintaba dorado cada pluma del pegaso..

Arya cerró los ojos.

[¿El duque es realmente un mujeriego? ¿O Aldren quiere que crea eso para alejarme de él? ¿El duque me quiere… o solo me desea? ¿Y si el templo tiene razón? ¿Y si soy… solo una santa prohibida? ¿Y si no me pertenece… nada?]

Silverwind volaba más rápido. Más alto.

Como si quisiera arrancarla de todo lo que le dolía.

Arya lo abrazó con fuerza, sintiendo el calor tranquilizador de su cuerpo.

Arya: Silverwind… estoy tan confundida…

El pegaso no podía hablar. Pero su vuelo… su decisión de sacarla del templo… su presencia constante… Era su forma de decir: “No estás sola.”

Arya abrió los ojos y miró el horizonte.

El mundo era tan grande.

Tan hermoso.

Tan lleno de posibilidades…

Pero ella estaba atrapada entre dos fuerzas gigantescas..

La pasión ardiente del duque Kiran.

La protección sofocante del templo.

Y en el centro de esas fuerzas… su corazón, que no sabía a quién escuchar.

Arya apoyó la mejilla en el cuello del pegaso.

Arya (susurrando): Silverwind… ¿qué tengo que hacer?

El pegaso respondió con un relincho suave y un aleteo firme.

Como si dijera: “Siente primero. Decide después.”

Arya respiró hondo.

Y el viento del cielo le llevó, por primera vez en horas, un pequeño rayo de calma.