Adriano Mancini, un mafioso de Sicilia, dueño de varios casinos, frío y despiadado, le hará una propuesta a Alice, una bella joven que acaba de entrar en uno de sus casinos para ayudar a su hermano que ha contraído una elevada deuda de juego.
Alice tendrá que elegir, o firma el contrato de matrimonio, o su único hermano muere.
El sueño de Adriano es ser padre, pero quiere una mujer pura, que dé a luz a su hijo, con un pasado que no le gusta recordar, se niega a volver a amar a una mujer, pero será imposible luchar contra el amor que sentirá por Alice, su esposa por contrato.
Una historia de amor de un gángster con un corazón tan frío como el hielo, que acabará derritiéndose por su mujer que para él, sólo era un contrato.
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Capítulo 12
Dos horas después, en el hospital...
La doctora pasa a ver cómo estaba Adriano, justo después de atenderlo, medicarlo y ponerle una vía, entonces dice:
-Sr. Mancini, le pido que entienda que no puede ingerir un alto nivel de pimienta, por mucho que le guste.
-¿Existe la posibilidad de que algunas personas no tengan ningún tipo de reacción a la pimienta?
-No he visto hasta hoy, señor Mancini, una persona que haya ingerido una cantidad importante y no haya tenido ningún tipo de síntoma.
-Entonces, por favor, tómate la misma medicación que me diste a mí, para mi mujer, ella comió lo mismo que yo-dijo Adriano.
Mira a Alice que estaba bastante nerviosa, una enfermera viene con el suero y la medicación y enseguida dice:
-No lo necesito, no he ingerido mucha pimienta- dijo.
Adriano ordenó a la enfermera que se fuera, cuando los dos se quedaron solos en la habitación dijo:
-¿Quieres decirme qué hiciste Alice?
Susurra en un tono bajo:
-Pongo mucha pimienta en tu plato.
-¿Qué has hecho? Habla, todavía no tienes la boca llena, pero después de lo que has hecho hoy, aprenderás a usarla -habla enfadado.
-No quería que te enfermaras, no pensé en las consecuencias, siento todo lo que te he causado esta noche- dijo dejando caer las lágrimas.
-No lo tengo aquí porque no quiero decirle a mi hijo o hija que lo concebí en el hospital, pero en cuanto lleguemos a casa, le enseñaré lo que me hizo su pimienta -dijo-.
Alice se limpia las lágrimas y traga en seco, después de todo lo que hizo, él seguía dispuesto a quitarle la virginidad, no había nada que pudiera hacer para cambiar eso, tenía que aceptar lo que estaba a punto de suceder.
Adriano termina su suero y él mismo saca un catéter y pone un trozo de algodón para detener la sangre en el lugar.
Ambos salen del hospital y él se sube al coche, Adriano condujo tan rápido todo el camino, que parecía que estaba apostando en una carrera de fórmula 1, cuando llegó a la mansión, cogió a Alice y todavía un poco débil, pero sin mostrarlo, se fue con ella a otra habitación, ella pronto se asustó, pensando que iba a la habitación sólo para castigarlo, su imaginación fue lejos, hasta el punto de pensar que tenía muchas armas y otros accesorios.
Cuando entró en la habitación, se sorprendió, la cama estaba con pétalos rojos, la habitación parecía haber sido preparada para una pareja en luna de miel, había bombones, vino, champán, ramos de rosas rojas, en la mesa del dormitorio había frutas como uvas y fresas, había velas perfumadas, dos cajas sobre la cama y una lencería roja.
Ella le mira y se queda incrédula, lo había preparado todo para que fuera una primera vez inolvidable, en ese momento se sintió bastante culpable, quizás no era el monstruo que imaginaba.
Coge un vaso de vino y se lo da a ella, que se lo bebe de un solo trago.
La llena cuatro veces y las cuatro veces ella bebe como si estuviera en el desierto muriéndose de sed y ese vino fuera el agua para resolver sus problemas.
-Quítate la ropa ahora mismo-dijo.
Ella se quedó en silencio, sólo jugando su papel de sumisa, se quitó la ropa lentamente y ya estaba muy excitada, era consciente de lo que hacía, pero ya parecía una Alicia diferente, la bebida la hizo más ligera y menos contenida, entonces empezó a sensualizarse para él, lo que le excitó.
Primero se quitó los vaqueros, luego se puso de espaldas a él, mostrando su pertinaz trasero, después se quitó la blusa y se volvió hacia él, llevando sólo un sujetador y unas bragas y dijo:
-¿Te excita, sientes placer al comerte a una mujer virgen? ¿A qué esperas? ¿Quieres que me quede toda la noche en este jueguito de mostrar mi cuerpo como una modelo?
Adriano la mira intensamente y todavía muy serio, sin mostrar ninguna expresión, ordena:
- "Quítate las bragas.
Ella respira profundamente y lleva sus manos a la cintura, luego toca los tirantes de sus bragas y las baja, poniéndose de pie frente a él.
Adriano entonces se acerca a ella rápidamente y le da un bocado, besando primero sus muslos y luego abriendo un poco las piernas para luego jugar con su lengua sobre ella, haciéndola eufórica, haciéndola gemir.
Ella estaba de pie y él jugaba con su placer, Alicia deliraba de deseo, estaba empapada y eso hacía que Adriano siguiera sacando gemidos ahogados de ella, mientras le sujetaba la cabeza, dejándose llevar por la satisfacción personal de tener en su primera vez, un preliminar digno de hacerla sentir que sus piernas flaqueaban y se tambaleaban mientras él la chupaba con bastante deseo, dándole el mejor de los placeres que una mujer puede alcanzar.
