Sabrina, sería nombrada la Santa del Reyno Auroria, sin embargo fue hechizada por un demonio muy poderoso, con la ayuda de alguien más. Cuando daría la prueba de su poder, quedó como impostora frente a todos los que habían ido a presenciar dicho acontecimiento, ya que había aparecido la verdadera santa, no era nadie más que la enamorada del príncipe heredero. Las leyes y tradiciones decían que el príncipe heredero debía casarse con la santa, para mantener un equilibrio y la paz en el reino, todo estaba claro en ese momento, los dos confabularon para que Sabrina pareciera una impostora, su castigo sería la muerte. Aunque no contaban con que su familia la defendería a capa y espada, fue una dura batalla, pero al final de nada sirvió, todos terminaron muertos. En ese momento, Sabrina con las pocas fuerzas que le quedaban, rebobino el tiempo y regreso justo al día en el que se manifestó su poder por primera vez.
No caería en el mismo juego, está vez ella les enseñaría como se juega.
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Maratón Reunión familiar
—Padre, chicos. Déjenme verlos bien. Quiero corroborar que se encuentran bien de verdad— decía Sabrina al salir del castillo .
Se detuvo para abrazar a cada uno de los hombres que más quería en todo el mundo. Tocaba los rostros de sus hermanos, de su padre y les daba besos en las mejillas, en la frente, estaba muy feliz de tenerlos junto a ella, sanos y a salvo.
—Mi sol, estamos bien, mejor vayamos a casa, que tú madre estará preocupada si tardamos mucho, ya estando allá hablaremos con más calma, ¿te parece?— acariciando la cabeza de Sabrina, decía el duque.
Sabrina aceptó que su padre tenía razón y los llevó al establo donde había dejado su caballo. Después de eso teletransportó a cada integrante por separado, uno por uno a la entrada del ducado, que era lo más cerca que podía dejarlos, por la barrera.
Ya estando todos en la entrada, abrió la barrera y los guío hasta la mansión.
Todos al ver a los recién llegados, estaban muy felices y esa misma noche hicieron una pequeña fiesta, celebrando la llegada a su nuevo hogar y la reunión feliz de la familia Tinks.
—Padre, a partir de mañana tu te harás cargo del ducado, ya que yo debo preparar todo para mudarme pronto a la capital— decía Sabrina, tranquilamente.
—¿Qué quieres decir mi niña?— sorprendida y asustada, preguntó la duquesa.
Se había exaltado por la noticia, jamás se podría imaginar la razón del porque su hija decía eso.
—Para salvarnos, a nuestra hija se le ocurrió la maravillosa idea de casarse con el príncipe de Altea.— Sarcásticamente, dijo el duque.
A nadie le gustaba la idea de ver a Sabrina tomando el puesto de reina en un lugar al que apenas llegó, pero la chica pudo darse cuenta que la reina de ese lugar, la quería como reina, algo que Sabrina no dejaría pasar, pues al ser la reina de ese lugar, le daría el poder suficiente para enfrentar al reino de Auroria sin ningún tipo de restricciones.
—Madre, solo veo por los intereses de nuestra familia, será la única forma de mantenerlos a salvo para siempre. Al convertirme en reina de Altea, podré enfrentar cualquier adversidad que se presente— decía Sabrina, recargando su cabeza en el hombro de la duquesa, mientras su madre la abrazaba.
—Confiamos en ti mi niña, pero por favor cuídate mucho. Jamás me perdonaría si te sucede algo malo— dando un beso a la frente de Sabrina, habló la duquesa.
—Estaré muy bien madre, todos saben que no soy alguien que actúa sin pensar, aunque las cosas están fluyendo de manera favorable para nosotros, no me puedo confiar, por esa razón todos deberían saber la verdad— poniéndose de pie, habló Sabrina.
Era hora de que sus hermanos supieran su verdad y que decidieran por ellos mismos ya estando en ese lugar, pues si así lo decidían, podrían viajar a otro reino y jamás volver a Auroria o quedarse a vivir en ese lugar, donde ella se convertiría en reina.
Para la charla que tendrían en familia, Sabrina llevó a sus padres y hermanos a su habitación, que era claro, la más grande de todas.
—Bien, ahora que estamos todos aquí, hermanos, quiero que sepan que yo soy la santa de Auroria, pero no podré ser la reina en ese lugar porque está no es mi primera vida, en un futuro revelé mi poder como la santa y desafortunadamente, el príncipe heredero nos mató a todos, como pude, regresé en el tiempo y aquí estamos. Busqué la manera de escapar del reino Auroria y salvarlos del futuro tan malo que les esperaba.— Contaba Sabrina de forma tranquila
Los hermanos de la chica, parecían que se les caería la barbilla, pues no podían cerrar la boca por la impresión de aquella noticia.
—Nos dejas impactados por lo que dices, sin embargo, quiero que lo sepas, siempre contarás con mi apoyo. Además ser un marqués es mucho para mí. Por favor deja que me encargue del ejército como tú único general, ¿Qué dices futura reina de Altea?—
Habló Abraham, uno de los hermanos.
Era un gran guerrero, pero por pedido del duque, jamás pudo pisar un campo de entrenamiento en el ejército. A él, más que a sus hermanos, le encantaba entrenar y disfrutaba pelear, si así ayudaba a proteger a su pequeña hermana, no dejaría pasar la oportunidad de tener un nuevo cargo.
—De acuerdo, lo pensaré. Además ustedes también deben decidir que hacer, el único que podría heredar el ducado Hill’s, será Sant— aclaró Sabrina.
Era el hijo mayor y por costumbre debería ser él quien herede el territorio, pero también porque se había preparado para ello, toda su vida. Era increíble con la administración y su actitud y forma de actuar, eran de admirarse.
—Haré lo que padre decida, jamás iría en contra de su voluntad— haciendo una reverencia a los duques, habló Sant.
—Hijo mío, sabes que tú serás mi heredero, eso no cambió, además el ducado es aún más grande que el ducado Tinks, por esa razón seré el que se encargue de distribuir los territorios para que continúen con sus cargos, incluso si Abraham quiere ser general, deberá seguir siendo un marqués. Denme tiempo y verán— habló el duque ante sus hijos.
Aclarando el asunto y decidiendo que todos se quedarían en Altea, mientras su hermana este ahí, Sabrina contaría con el apoyo de todos.
—Muchas gracias, les prometo que los protegeré siempre— dijo la chica y unió a su familia en un solo abrazo.
Después de ese emotivo encuentro, los Tinks, ahora Hill’s, se fueron a descansar. En los próximos días se pondrían a trabajar sin descanso para tener un buen lugar para vivir bien y tranquilos.
