Ayelen lo entrego todo por amor, pero termino marcada por la humillación y el rechazo.
Expulsada de su manada, tuvo que criar sola a sus gemelos. Mientras el mundo licantropo la señala como traidora.
El destino la lleva a encontrarse con el rey lobo frío y maldito, cuya herida no solo está en su cuerpo, también en su alma. Entre tratamientos y silencios empieza a descubrir un lazo entre él y sus gemelos.
Lo que parecía un nuevo comienzo se convierte en un juego de poder, secretos familiares y tradiciones.
¿Podrá renacer como la gran luna, frente a las manadas o volverá a ser destruida por quienes mas odian verla brillar?
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El matrimonio frustrado
La luna llena sé alzaba en lo alto del cielo cómo un recordatorio de lo que faltaba en su vida.
Ayelén se contemplaba en el espejo de bronce, alisando el vestido blanco que no había elegido, pero que la tradición del clan imponía para las recién desposadas.
La ceremonia había sido sencilla y grandiosa a la vez, toda la manada reunida bajo los árboles ancestrales, los cánticos de los ancianos, las promesas de lealtad y fecundidad que ella había repetido con la voz temblorosa, sabiendo que cada palabra pesaría sobre sus hombros durante toda la vida.
Se había casado con Darién, el alfa joven, fuerte de presencia, pero frágil en un secreto que solo ella conocería con el tiempo, su madre le había dicho, la noche anterior a la boda...
--- Eres afortunada hija, no todas las lobas tienen el honor de convertirse en luna de un alfa, es tu destino,--- dijo la madre de Ayelén
Pero la palabra destino se le clavaba como una espina, ella amaba a Darién, el alfa de su manada, al ser una omega el clan y los mayores aseguraban tener pronto descendencia del alfa que continuara con el linaje. La voz dura de su suegra que no dejaba de recordarle cuál era su deber como luna y esposa del alfa, dar un heredero lomas pronto posible.
La primera noche fue un silencio incómodo, las velas parpadeaban, el fuego crepitaba, y Darién la miraba con una tensión que no supo descifrar, era un hombre de facciones duras, ojos oscuros como la obsidiana y hombros anchos que imponían respeto en el campo de batalla.
La beso con torpeza, intento avanzar más allá y luego se apartó, con el rostro sombrío.
--- Lo siento, no puedo,--- murmuro Darién, casi inaudible.
Ayelén, con apenas diecinueve años, no entendió al principio, se quedó en la cama, mirando al techo de madera, preguntándose si había hecho algo mal, si no era lo suficientemente atractiva, si quizás lo había ofendido sin darse cuenta.
Pero los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses, y la verdad empezó a hundirse en su pecho como un peso insoportable, Darién no podía consumar el matrimonio.
No era su culpa lo veía en sus ojos, una impotencia silenciosa lo carcomía y en lugar de enfrentarla con ella, se encerraba en la furia, la trataba con frialdad, evitaba las miradas largas y cuando la suegra preguntaba en los banquetes si ya había señales de un heredero, él sonreía con una seguridad fingida que ella le helaba la sangre.
Las mujeres de la manada no eran discretas, Ayelén escuchaba susurros...
--- Ya van seis lunas y nada...---
--- Quizás no es tan fértil como aparenta,---
--- De que servirá como luna si no puede darle un hijo al alfa,---
Apretaba los dientes, tragándose las lágrimas en silencio, nadie podía imaginar que no era su vientre el que fallaba, sino el lobo de que debería amarla y protegerla. En esos momentos su consuelo y compañera de lágrimas era su loba interior Irem, solo ella la podía entender y consolar, aunque ambas estaban tristes.
Cada noche se sentaba en la cama, mirando el vacío entre ambos, soñaba con sentir lo que sus amigas describían con risas sonrojadas, la pasión ardiente de un alfa, la unión que fortalecía el vínculo de compañeros destinados, ella no tenía eso, ella tenía un matrimonio vacío, sostenido por las apariencias.
Una tarde, después de otro intento frustrado, Darién golpeo la pared con tanta fuerza que las astillas saltaron.
---¡No sirves para nada!,--- rugió con la voz rota Darién... intento acercarse, pero él se alejó como si la tocara el fuego.
--- No me mires así, no necesito tu compasión,--- dijo Darién con la mandíbula tensa.
Se encerró en su estudio, dejándola sola con el eco de sus propias lágrimas, en ese momento entendió que su vida no sería un cuento de hadas, ni siquiera un matrimonio soportable, sería una cárcel de silencio, donde su deber como luna pesaba más que su felicidad como mujer, como loba.
La suegra, una loba de ojos grises y lengua afilada, no tardo en empezar su guerra,--- Ayelén, recuerda que el deber de una luna es perpetuar la sangre del alfa, no queremos que la manada empiece a murmurar,--- decía mientras fingía amabilidad.
Cada palabra era un veneno y lo, pero era que no podía responder, no podía decir, ´´tu hijo no pede tocarme, no puede darme hijos´´, no podía traicionar ese secreto, porque hacerlo significaba exponer al alfa, arruinarlo ante la manada y si él caía, ella también.
Así que callaba, sonreía y fingía, hasta que en su interior gestarse una idea que cambiaria todo, si Darién no podía darle un heredero, quizá había otra forma de complacer a la manada, una idea que parecía prohibida, pero que pronto se volvería su única salida.
Ayelén se miró otra vez en el espejo esa noche, llevaba puesta una bata de seda roja, su tela brillante se deslizaba con cada movimiento, abrazando las curvas sin apretarlas, insinuando más de lo que muestra, corta dejando las piernas al descubierto, con un escote profundo que se ajustaba delicadamente con un lazo en la cintura, las mangas anchas y ligeras dejando entrever los brazos con elegancia. El tejido suave y frío al tacto, resaltaba la calidez de la piel, la seda juega con la luz, creando reflejos seductores que invitan a perderse en cada pliegue.
Se tocó el vientre plano, con la esperanza y el miedo latiendo juntos en la piel, ella amaba a Darién, desde que era una cachorra, saber que era su luna fue su deseo cumplido, pero ahora su realidad era otra, un alfa sin fuerza en la intimidad, una manada que exigía un heredero.
Ayelén suspiró, abrió la puerta de su habitación y bajo las escaleras su corazón latiendo a mil, cada paso que daba con decisión era un paso a su destino, un paso a su tan anhelado deseo, ser tomada por su alfa, ser reclamada, confirmar el lanzó que los une dado por la diosa luna.
La pregunta quemaba en su mente, ¿hasta dónde estaba dispuesta a llegar para sobrevivir en un mundo que no le dejaba opciones?
La luna brillaba en lo alto, testigo silencioso de una unión que ya estaba rota desde el inicio.
Ya empiezan con la cizaña..... a qué Señora es que llaman ??? .... La Luna de Hendrix está viva ???
y confíe en ella y la proteja ahora vien esa ama de llaves a quien llamó espero no sea otra piedra en el zapato si a si ya tienen bastantes enemigos como para que salgo otro más