Mia es una joven que tiene muchos planes y sueños junto a su novio. Siente que todo se le viene encima cuando La familia de el la rechaza cuando se enteran que es huérfana, lo peor es cuando se entera que su novio siempre estuvo comprometido con otra.Con todo en contra ella logrará volverse una mujer sobresaliente pero algo no estaba en sus planes que una noche conoce a un hombre que la desestabilizaria en todos los sentidos, Será capaz Mía de darse otra oportunidad con el tío del que ella creyó un día era el amor de su vida?
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Las reglas
— Primero que nada, ¿estás cansado o tienes novia, prometida, o tal vez un novio? Ya sabes, por lo de bisexual. No tengo nada en contra, pero es algo que no me gustaría. Porque si es así, no se seguirá con esto.
— Creo que eso debiste preguntarlo antes de que te me fueras encima. No tengo novia ni esposa, y lo otro menos —me responde—. Y DIOS, qué voz tiene este hombre.
— Si en ese bar tuvieran las medidas que se requieren, no hubiera pasado lo que me ocurrió. ¿No te dijeron nada por dejarme pasar al baño? ¿Y por lo otro? —le digo, y él me mira sin entender—. Me refiero, ¿no te regañaron o despidieron? Porque, de ser así, prometo buscarte un trabajo; después de todo, fue mi culpa.
Noto cómo se pasa las manos por el cabello, luego cruza los brazos y se toca la barbilla, dándole un porte que me acelera el pecho. Su tamaño y cuerpo son algo que no quieres dejar de ver; su rostro se nota muy cuidado, o serán los genes familiares. Es algo bueno para él, porque es el hombre perfecto que toda chica sueña. Me parece raro que no tenga esposa ni novia.
— Bien, si es cierto lo que me dices, solo nos veremos para esto. Siempre con protección, nada de preguntas personales, no hay compromiso en nada, y cuando uno de los dos ya no quiera nada, simplemente se lo hace saber al otro y ya.
— ¿Es todo? —me pregunta, y asiento.
Camina hacia mí besándome, y busco los botones de su camisa. Me deja en la cama, y la falda corta que traigo se me sube dejando ver mis piernas.
Se aleja, saca un condón de su cartera y no sé si es la luz, pero el que se baje el cierre y saque su erección me hace notar que es muy grande. Se pone el condón y le queda apretado. Lo deja en su mano, y parece aún más grande; creo que en mis manos se vería más, pero ¿qué estoy pensando? Levanto la vista y la mirada que me da me hace levantarme para besarlo. Me vuelve a poner contra la cama y sube encima de mí sin aplastarme, acaricia una de mis piernas, subiendo la falda hasta arriba y mete la mano hasta llegar a mi ropa interior. La desliza hasta quitarla, todo sin dejar de mirarme.
Introduce su miembro en mi entrada, y sujeta mis manos por encima de mi cabeza. Entra y sale rápido, logrando que nuestros cuerpos hagan el sonido de dos cuerpos chocando. Me muerdo el labio cuando mis gemidos se vuelven más fuertes. Él suelta mis manos para sujetarme de la cintura, dándome con más fuerza.
Una de mis piernas la levanta y la pone en su hombro. Quiero bajarla porque es demasiado vergonzoso, pero el hecho de que no se detenga me hace desistir. Cuando siento que llega mi orgasmo, me pierdo en ese momento mientras él sigue, hasta que sus movimientos se vuelven lentos.
Baja mi pierna y me da la espalda, quitándose el condón, acomodándose la ropa. Yo me bajo la falda, recojo mi ropa interior que está en el suelo, muy mojada, así que la tiro a la basura. Él se mete al baño. Tomo mi cartera, saco dinero y lo dejo en la cama. Salgo de la habitación y del hotel, y paro un taxi que me lleva a casa de mi amiga. Leo el mensaje de mi secretaria: me dice que ya envió el plan de trabajo.
Cuando llego, solo está su madre.
— ¿Y Karla? —me dice cuando me ve.
— Se quedó con su esposo, voy a bañarme.
— Claro, hija. Sabes que puedes agarrar otra habitación, pero Karla se enojó la otra vez que se lo comenté. No quiere que estés lejos de ella.
— Sí, muchas gracias. Sobre eso, si todo sale bien, rentaré un departamento.
Miro la decoración y hay algo que llama mi atención: dice “Feliz 23”.
— ¿Cumple 23? —le pregunto y ella me sonríe.
— Sí, no le gusta decir su edad.
— Estudiamos juntas prepa y universidad.
— Sabes lo caprichosa que es.
— Lo que hace el dinero —le digo y ella asiente.
— Le he dicho a su padre que la consiente demasiado.
— Subiré al cuarto.
— Claro, hija —me dice y subo las escaleras, me meto a bañar y me cambio de ropa. Guardo mis cosas en la maleta y veo que se abre la puerta.
— No te vayas —me dice Karla llorando y me abraza.
— Sabes que no puedo estar siempre aquí.
— Lo sé, pero no quiero que te vayas.
— Sabes que cuando te cases vivirás con tu esposo y nos tendremos que separar, ¿verdad? —le digo, y ella se limpia las lágrimas.
— No me casaré nunca.
Me causa gracia y me río, haciendo que ella también se ría.
Me agarra las manos y no había notado el moretón que tengo en las muñecas, donde él me sujetó hace rato.
— ¿Qué te pasó? —me pregunta.
— Me puse una pulsera y cuando quise quitármela, el seguro se atoró, así que la tuve que romper.
— Ten cuidado, tu piel es tan blanca que con cualquier cosa se lastima. Iré por una crema —me dice yendo al baño, y regresa con la crema que me pone.
Cuando termina, solo nos miramos hasta que suena mi celular. Me levanto porque es mi secretaria.
— Lo hicimos, Mía. Te contactarán, aceptaron nuestro plan de trabajo.
— Gracias, Pati, qué bueno —le digo feliz. Karla llega donde estoy, me ve y le cuento que me aceptaron.
— ¡Jajaja! —grita feliz, me abraza y corre a decirle a su mamá. Vuelve a subir gritando:
— ¡Hay que brindar!
— Niego y ella se pone seria.
Me burlo y ella salta en su cama.
Nos cambiamos y, cuando bajamos, ya están sus padres hablando. Nos escuchan bajar y nos dicen que nos cuidemos.
— Discúlpame, Mía, de haberlo sabido desde el comienzo, nunca les hubiera dado ni la oportunidad.
— Como ya le dije, no veo un problema en eso. Ahora quería preguntarle algo, en realidad es a lo que fui: ¿usted hizo algo para que la empresa Arqui-tech me aceptara?
— No, ¿por qué?
— Le aceptaron a mi hermana su proyecto —Karla vuelve a gritar y su padre la regaña.
— Karla, deja de gritar, nuestros empleados ya están sordos de tanto que gritas.
Ella se ríe y le manda un beso a su mamá.
Salimos en su carro y pasamos por Miguel.
Llegamos al club y la volteo a ver.
— Quizás te lo encuentras otra vez y así ya seremos cuatro.
Vemos que están los carros otra vez y hay más seguridad. Cuando entramos, nos revisan.
— Qué bien, ahora sí veré quién es el famoso que viene aquí —dice Karla, mirando a todos lados.
Pedimos una mesa y hay más seguridad rondando entre las mesas.
— Qué bien, ya hacía falta más seguridad —dice y nos sentamos. Ellos juntos y yo enfrente de ellos.
— Voy a la barra por una botella especial para este día.
— Voy contigo —le decimos los dos, pero ella niega.
— Platiquen mientras, ya hay mucha seguridad desde aquí, me pueden ver.
Dice y se levanta yendo al bar. Los dos la vemos riéndonos de cómo pide las cosas, parece una niña pequeña.
— ¿Y quién es tu nueva víctima? —me dice Miguel y me hace reír con lo que dice.
— ¿Cómo que víctima?
— Sí, ¿quién es el pobre que acepta algo sin compromiso?
— Siempre hay uno dispuesto, no todos quieren compromiso —le digo.
Él se pasa al lado de mi asiento para mostrarme algo. Saca una caja y creo que será un anillo para mi amiga, pero en una cadena de oro con un corazón que se abre, y están las fotos de los dos adentro.
— Le va a encantar —le digo al oído, ya que la música está fuerte.
Él asiente y cuando levanto la vista, veo parado al tipo con el que he tenido sexo dos veces.
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